del planeta. Pero despues de haber sido la chica que le esperaba no quiere ser la esposa que le espere. Se imagina que estan ya casados y que Arthur anuncia su partida inminente -a Stoke Poges o a Tombuctu- con el fin de enderezar un entuerto; y se imagina que contesta que le dira a Woodie que reserve billetes. Billetes para los dos, dira con calma. Estara al lado de Arthur. Viajara con el; se sentara en la primera fila cuando el de una conferencia; le allanara el camino y velara por que les presten un buen servicio en hoteles, trenes y barcos. Cabalgara a su vera, ijada junto a ijada, cuando no -dado el control superior que ella ejerce de un caballo- un poco por delante. Hasta es posible que aprenda a jugar al golf si el sigue jugando. No sera una de esas arpias que persiguen al marido hasta los peldanos del club; pero estara a su lado y dejara sentado, mediante palabras y actos continuos, que ocupara ese lugar hasta que la muerte los separe. Es el tipo de esposa que se propone ser.
Entretanto, sentado en el tren de Birmingham, Arthur rememora su unica experiencia anterior de detective. La Sociedad de Investigaciones Parapsicologicas le habia pedido que les ayudase a investigar acerca de una casa embrujada en Charmouth, Dorsetshire. Habia viajado al lugar con el doctor Scott y un tal Podmore, un profesional experto en aquellas pesquisas. Tomaron todas las precauciones habituales para burlar las estafas: atrancaron puertas y ventanas, colocaron hebras de estambre de un lado a otro de la escalera. Velaron con su anfitrion dos noches consecutivas. En la primera, el relleno la pipa muchas veces y combatio la narcolepsia; pero en mitad de la segunda noche, cuando ya estaban a punto de renunciar a la esperanza, les sobresalto -y, en aquel momento, les aterrorizo- el sonido, muy cerca de ellos, de un mueble violentamente aporreado. Parecia que el ruido provenia de la cocina, pero cuando se precipitaron hacia alli vieron que estaba vacia y en orden. Registraron la casa desde el desvan hasta la bodega en busca de escondrijos; no encontraron nada. Y las puertas seguian atrancadas, las ventanas con listones y las hebras intactas.
Podmore se habia mostrado extranamente negativo sobre aquella casa; sospechaba que algun socio del anfitrion estaba escondido detras de los paneles. A la sazon, Arthur acepto este dictamen. Sin embargo, unos anos despues, un incendio la arraso hasta los cimientos; y -lo que es aun mas significativo- fue exhumado en el jardin el esqueleto de un nino no mayor de diez anos. Para Arthur, aquello lo cambiaba todo. En los casos en que una joven vida es arrebatada de una forma violenta, a menudo brota una reserva de vitalidad no utilizada. En momentos asi, lo desconocido y lo maravilloso nos presionan por todos los lados; se yerguen formas fluctuantes y nos avisan de las limitaciones de lo que llamamos materia. Aquello fue para Arthur una explicacion irrefutable; Podmore, por su parte, se habia negado a una rectificacion retrospectiva de su informe. De hecho, se habia conducido en todo momento mas como un maldito esceptico materialista que como un experto encargado de autentificar fenomenos paranormales. Con todo, ?por que preocuparse de los Podmore de este mundo cuando tienes a Crookes y a Myers, a Lodge y a Alfred Russel Wallace? Arthur se repitio la formula: es increible pero cierto. La primera vez que oyo estas palabras, le parecieron una paradoja flexible; ahora se estaban consolidando como una certeza ferrea.
Se entrevisto con Wood en el hotel Imperial Family de Temple Street. Era menos probable que le reconocieran aqui que en el Grand, donde normalmente se hubiera alojado. Tenian que minimizar las posibilidades de que apareciera un titular jocoso en los ecos de sociedad de la
Tenian previsto una incursion en Great Wyrley para ultima hora de la tarde siguiente. Al socaire del anochecer decembrino, irian a la vicaria con el mayor anonimato posible y volverian a Birmingham en cuanto hubieran terminado su tarea. Arthur se empeno en visitar una tienda de vestuario de teatro para dotarse de una barba postiza durante la expedicion, pero Wood le disuadio. Le dijo que asi llamarian mas la atencion; de hecho, su presencia en aquella tienda daria pie a parrafos inoportunos en la prensa local. Una bufanda y un cuello vuelto, junto con el parapeto de un periodico en el tren, bastarian para llegar indemnes a Wyrley; despues recorrerian el camino a la vicaria por la carretera mal iluminada como si…
– ?Como si fueramos que? -pregunto Arthur.
– ?Necesitamos camuflarnos?
Wood no comprendia por que su patrono insistia tanto en que se disfrazaran; primero un disfraz material, luego uno psicologico. A su entender, era un derecho inalienable de un ingles decir a otros, en especial al tipico entrometido, que no se metiera donde no le llamaban.
– Desde luego. Lo necesitamos. Tenemos que considerarnos…, hum… Ya se: emisarios de la inspeccion eclesial, que venimos a verificar el informe del vicario sobre la estructura de St. Mark.
– Es una iglesia relativamente nueva y de construccion solida -contesto Wood. Luego capto la mirada de su patrono-. Bueno, si insiste, sir Arthur.
A ultima hora de la tarde siguiente, en New Street, eligieron un vagon que los dejase lo mas lejos posible del edificio de la estacion de Wyrley y Churchbridge. Mediante esta estratagema proyectaban eludir la mirada curiosa de otros pasajeros que se apeasen alli. Pero resulto que nadie mas bajo del tren y, en consecuencia, los impostores clericales fueron escrutados mas a fondo por el jefe de estacion. Arthur casi se sintio como si estuviese de juerga cuando, para defenderse, se tapo el bigote con la bufanda. «Tu no me conoces -penso-, pero yo si te conozco a ti: Abert Ernest Merriman, el hijo de Samuel. ?Vaya aventura!»
Siguio a Wood a lo largo de un camino oscurecido; en algun punto orillaron una taberna, pero el unico indicio de actividad era un hombre repantigado en la entrada y concentrado en mordisquearse la gorra. Al cabo de ocho o nueve minutos, en que solo les molesto alguna que otra farola de gas, llegaron a la fea mole de St. Mark, con su alto tejado a dos aguas. Wood guio a su patrono a lo largo del muro meridional, tan pegado a la pared que Arthur no advirtio que la piedra grisacea tenia vetas de un rojo violeta. Cuando rebasaron el portico, a unos treinta metros mas alla del extremo oeste de la iglesia surgieron dos edificios: a la derecha, un aula de ladrillo oscuro con un debil diseno de rombos incrustado en un ladrillo mas claro; a la izquierda, la vicaria, mas voluminosa. Unos instantes despues, Arthur estaba mirando el amplio umbral donde, quince anos antes, habian depositado la llave de la escuela de Walsall. Al levantar la aldaba y calcular la suavidad con que deberia dejarla caer, se imagino la llegada mas tempestuosa del inspector Campbell con su grupo de agentes especiales y el alboroto que habia causado en aquel hogar tranquilo.
El vicario, su mujer y su hija les estaban esperando. Sir Arthur reconocio de inmediato el origen de los buenos y sencillos modales de George, y tambien de su reserva. La familia se alegro de su llegada, pero no le recibio con efusion; conscientes de su fama, pero no intimidados por ella. A Arthur le alivio por una vez verse delante de tres personas de las que hubiese apostado que no habian leido ni uno solo de sus libros.
El vicario tenia la tez mas clara que su hijo, la parte superior de la cabeza plana y entradas en la frente, y un aspecto fuerte, como de bulldog. La boca era identica a la de George, pero a Arthur le parecio que era mas agraciado y occidental que su hijo.
Trajeron dos gruesas carpetas. Arthur saco un papel al azar: una carta doblada en una sola hoja y compuesta de cuatro paginas de letra apretada.
«Mi querido Shapurji -leyo-, ???tengo el gran placer de informarte de que nos proponemos reanudar el acoso del vicario!!! (verguenza de Great Wyrley).» Era una letra mas pasable que pulcra, penso. «… un determinado manicomio a menos de ciento cincuenta kilometros de tu casa tres veces maldecida… y de la que seras expulsado por la fuerza si profieres cualquier opinion firme.» Hasta aqui tampoco habia faltas de ortografia. «Enviare en tu nombre y en el de Charlotte el doble de postales infernales a la menor oportunidad que se presente.» Se suponia que Charlotte era la mujer del vicario. «Venganza contra ti y Brookes…» Este nombre le resultaba familiar a Arthur, gracias a sus pesquisas. «… he enviado al mensajero una carta en su nombre diciendo que no sera responsable de las deudas de su mujer… Repito que no hara falta que la locura se encargue de ti porque esas personas estan seguras de que te habran detenido.» Y a continuacion, en cuatro lineas descendentes, una despedida burlona:
Te desea feliz Navidad y Ano Nuevo,
siempre tuyo,
tu Satan,
Satan Dios