Se que es inocente.

A continuacion le tiende una mano grande, atletica, endurecida por numerosos deportes absolutamente desconocidos para George.

Arthur

En cuanto Wood se hubo familiarizado con el expediente, lo envio en calidad de explorador. Tenia que inspeccionar la zona, calibrar el talante de los lugarenos, beber con moderacion en tabernas y establecer contacto con Harry Charlesworth. Sin embargo, no debia jugar a los detectives y tenia que mantenerse lejos de la vicaria. Arthur no habia decidido aun su plan de campana, pero sabia que la mejor manera de cegar las fuentes de informacion seria subirse a una tarima y pregonar que Woodie habia ido a demostrar la inocencia de George Edalji. E, implicitamente, la culpabilidad de algun otro convecino. No queria alarmar a los intereses de la falsedad.

Se documento, enfrascado en la biblioteca de Undershaw. Averiguo que la parroquia de Great Wyrley comprendia una serie de residencias y granjas bien edificadas; que su suelo era de cieno y arena, con un subsuelo de arcilla y grava, que sus cosechas principales eran trigo, cebada, nabos y remolacha. La estacion, a quinientos metros hacia el noroeste, estaba en el ramal de Walsall, Cannock y Rugeley del ferrocarril noroccidental de Londres. La vicaria, con un valor anual de 265 libras, incluida la residencia, la ocupaba desde 1876 el reverendo Shapurji Edalji, del St. Augustine's College, de Canterbury. El Instituto del Obrero, con sede en Landywood, disponia de 250 butacas para conferencias o conciertos y estaba bien provisto de periodicos y semanarios. Samuel John Mason era el director de la escuela de ensenanza primaria, construida en 1882. El director de la estafeta de correos era William Henry Brookes, que era tambien tendero, mercero y ferretero; el jefe de estacion era Albert Ernest Merriman, que obviamente habia heredado la gorra ferroviaria de su padre, Samuel Merriman. Habia tres minoristas de cerveza en el pueblo: Henry Badger, la senora Ann Corbett y Thomas Yates. El carnicero era Bernard Greensill. El gerente de la empresa minera de Great Wyrley era William Browell, y su secretario se llamaba John Boult. William Wynn era el fontanero, decorador, operario de gas y dueno de almacen. Todo parecia tan normal; tan ordenado, tan ingles.

Decidio, de mala gana, no viajar en coche: un Wolseley de doce caballos de fuerza, con su cambio de marchas y una tonelada de peso no pasaria precisamente inadvertido en las carreteras de Staffordshire. Era una lastima, pues solo dos anos antes habia tenido que ir a Birmingham a recoger la maquina. Habia sido un viaje con una finalidad mas frivola. Recordo que llevaba su gorra marinera de visera, que en los ultimos tiempos se habia convertido en el emblema de la moda para un automovilista. El hecho quiza no fuese ampliamente conocido entre la poblacion local, porque mientras aguardaba al vendedor del Wolseley, paseando por el anden de New Street, una joven perentoria le habia abordado para exigirle que le informara de los trenes que circulaban a Walsall.

Dejo el automovil en los establos y tomo el tren a Waterloo desde Haslemere. Haria una escala en Londres para ver a Jean por cuarta vez desde que habia enviudado y era un hombre libre. Le habia escrito diciendo que la visitaria por la tarde; la nota concluia con la mas tierna de las despedidas; sin embargo, cuando el tren salio de Haslemere descubrio que lo que mas deseaba era estar en su Wolseley, con la gorra marinera calada hasta las orejas, las gafas apretadas contra los ojos, rugiendo hacia Staffordshire a traves del corazon de Inglaterra. No entendio esta reaccion, que le hizo sentirse culpable e irritado. Sabia que amaba a Jean, que se casaria con ella y la convertiria en la segunda lady Doyle, pero no estaba impaciente por verla, tal como hubiera querido. Ojala los seres humanos fueran tan sencillos como la maquinaria.

Arthur noto que algo parecido a un gemido pugnaba por escapar de su interior; lo reprimio por consideracion a los demas pasajeros de primera. Y aquello era una parte del conjunto: del modo en que se veia obligado a vivir. Sofocabas un gemido, mentias sobre tu amor, enganabas a tu esposa legitima, y todo eso en nombre del honor. En eso radicaba la maldita paradoja: para portarse bien habia que portarse mal. ?Por que no embarcaba a Jean en el Wolseley, la llevaba a Staffordshire, se inscribian en un hotel como marido y mujer y fulminaba con su mirada de brigada a cualquiera que osara enarcar una ceja? Porque no podia, porque no funcionaria, porque parecia simple pero no lo era, porque, porque… Cuando el tren pasaba por el extrarradio de Woking, rememoro con callada envidia a aquel soldado australiano muerto en el veldt. N.° 410, infanteria montada de Nueva Gales, yaciendo inerte con un peon de ajedrez rojo en equilibrio sobre su cantimplora. Una contienda limpia, aire libre y una causa justa: no habia muerte mejor. La vida deberia parecerse mas a aquello.

Va al apartamento de Jean; ella va vestida de seda azul; se abrazan sin reservas. No hay obligacion de retraerse, pero tampoco, nota Arthur, necesidad; el reencuentro no le inflama. Se sientan; toman el te; se interesa por la familia de Jean; ella pregunta por que va a Birmingham.

Una hora despues, cuando todavia no ha pasado del sumario de Cannock, ella le coge de la mano y dice:

– Es maravilloso, querido Arthur, verte otra vez tan animado.

– Y a ti tambien -contesta el, y prosigue su relato.

Como ella esperaba, la historia esta llena de colorido y suspense; ademas, la conmueve y alivia que el hombre al que ama se este librando ya de las pesadumbres de los ultimos meses. Aun asi, una vez terminada la narracion, explicado su proposito, consultado el reloj y reexaminado el horario de trenes, la decepcion de Jean aflora a la superficie.

– Ojala me llevaras contigo, Arthur.

– Que extraordinario -dice el, y por primera vez descansa en Jean los ojos como es debido-. Escucha, cuando venia en el tren me he imaginado que te llevaba a Staffordshire en el automovil, como marido y mujer.

Mueve la cabeza, sorprendido por la coincidencia, que es acaso explicable por la capacidad que de transmitirse el pensamiento tienen dos corazones tan cercanos. Luego se pone de pie, recoge el abrigo y el sombrero y se marcha.

A Jean no le ofende la conducta de Arthur -su amor por el es demasiado indeleble para que ocurra tal cosa-, pero cuando posa las manos en la tetera templada comprende que su situacion, y su situacion futura, exigira una reflexion practica. Estos anos pasados han sido dificiles, muy dificiles; ha habido muchos arreglos, concesiones, ocultaciones. ?Por que supuso que la muerte de Touie lo cambiaria todo y que habria abrazos instantaneos, a pleno sol y ante el aplauso de amigos, mientras una orquesta lejana tocaba canciones inglesas? No puede haber una transicion tan brusca; y la pequena cuota de libertad adicional que han obtenido puede resultar mas bien peligrosa.

Cae en la cuenta de que piensa distinto acerca de Touie. Ya no la ve como la «otra» intocable cuyo honor hay que proteger, la anfitriona que se eclipsa, la simple, dulce, amante esposa y madre que tardo tanto en morir. Una vez Arthur le dijo que la gran cualidad de Touie era que siempre decia que si a todo lo que el proponia. Ella decia que si si habia que hacer el equipaje a toda prisa y salir hacia Austria; decia que si a la compra de una nueva casa; que si a un viaje a Londres para pasar unos dias, o a Sudafrica para pasar unos meses. Era su forma de ser, confiaba en Arthur totalmente, confiaba en que tomase las decisiones correctas tanto para ella como para el.

Jean tambien confia en Arthur; sabe que es un hombre de honor. Sabe ademas -y es otra de las razones de que le ame y le admire- que esta en constante movimiento, ya sea escribiendo un libro, defendiendo una causa, corriendo mundo o entregandose a su entusiasmo mas reciente. Nunca sera el tipo de hombre cuya ambicion consiste en poseer una mansion en los suburbios, un par de pantuflas y una pala de jardin; que esta ansioso de plantarse a esperar en la verja de entrada a que el chico del reparto le lleve el periodico con noticias de paises lejanos.

Y asi empieza a formarse en la mente de Jean algo demasiado prematuro para llamarlo una decision: es mas una especie de conciencia previsora. Ha sido la chica que esperaba a Arthur desde el 15 de marzo de 1897; dentro de unos meses se cumplira el decimo aniversario de su encuentro. Diez anos, diez edelweiss preciadas. Preferiria esperar a Arthur que casarse satisfecha con cualquier otro hombre

Вы читаете Arthur & George
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату