fortalecio mi fe. Todo lo contrario. Creo que la ha destruido. Mi sufrimiento no ha tenido el menor sentido, ni para mi ni como un ejemplo para otros. Pero cuando le dije a mi padre que usted habia accedido a verme, su reaccion fue que todo formaba parte de los designios evidentes de Dios en el mundo. Y por eso, sir Arthur, le he preguntado si es cristiano.
– Que lo sea o no, no modificara el argumento de su padre. Dios sin duda escoge cualquier instrumento a mano, sea cristiano o pagano.
– Cierto. Pero no tiene que ser blando conmigo.
– No. Y descubrira que no tengo dobleces, senor Edalji. Por mi parte, no veo como sus anos en Lewes y Portland, y la perdida de su profesion y su lugar en la sociedad, han podido servir a los designios de Dios.
– Debe entender que mi padre cree que este nuevo siglo traera una mezcla de razas mas armoniosa que en el pasado; tal es la intencion divina, y yo estoy destinado a servir de mensajero, por asi decirlo. O de victima. O de ambas cosas.
– Sin animo de criticar a su padre en absoluto -dice Arthur, con cautela-, yo diria que si tal hubiera sido la intencion de Dios, la habria cumplido mejor asegurandose de que usted tuviese una carrera gloriosa de abogado y servir asi de ejemplo de la mezcla de razas.
– Piensa usted como yo -responde George. A Arthur le agrada esta respuesta. Otros habrian dicho: «Estoy de acuerdo con usted». Pero George lo ha dicho sin vanidad. Es solo que las palabras de Arthur confirman algo que el ya habia pensado.
– Sin embargo, estoy de acuerdo con su padre en que este nuevo siglo va a traer evoluciones extraordinarias en la naturaleza espiritual del hombre. En efecto, creo que cuando comience el tercer milenio, las Iglesias establecidas ya se habran atrofiado y habran desaparecido todas las guerras y discordias que su existencia separada ha ocasionado en el mundo.
George se dispone a quejarse de que eso no es para nada lo que su padre piensa; pero sir Arthur sigue elucubrando.
– El hombre esta al borde de elaborar las verdades de las leyes psiquicas de la misma manera que a lo largo de los siglos ha elaborado las fisicas. Cuando estas leyes lleguen a aceptarse, habra que repensar desde los primeros principios toda nuestra forma de vida (y de muerte). Creeremos mas, no menos. Entenderemos mas profundamente los procesos de la vida. Comprenderemos que la muerte no es una puerta que nos cierran en la cara, sino una puerta entornada. Y cuando comience ese nuevo milenio, creo que tendremos una capacidad de dicha y de companerismo mas grande que nunca en la existencia frecuentemente desventurada de la humanidad. -Sir Arthur se contiene de pronto, como un orador callejero en su tarima-. Perdone. Es una obsesion mia. No, es mucho mas que eso. Pero usted me ha preguntado.
– No hay nada que perdonar.
– Si. Me he desviado del asunto que tratamos. Al grano otra vez. ?Puedo preguntarle si sospecha quien puede haber cometido delito?
– ?Cual de ellos?
– Todos. Las persecuciones. Las cartas falsificadas. Los destripamientos, no solo del pony de la mina, sino de todos los demas.
– Para serle totalmente franco, sir Arthur, en estos tres ultimos anos yo y los que me han apoyado nos hemos ocupado mas de demostrar mi inocencia que de la culpabilidad de otra persona.
– Es comprensible. Pero una conexion es inevitable. ?Hay alguien de quien pueda sospechar?
– No. Nadie. Todo se hizo en el anonimato. Y no se me ocurre quien disfrutaria mutilando animales.
– ?Tenia enemigos en Great Wyrley?
– Claro. Pero invisibles. Tenia pocos conocidos alli, amigos o enemigos. No nos integramos en la sociedad local.
– ?Por que no?
– Hasta hace poco nunca me habia preguntado por que. Por entonces, de nino, me parecia normal. El caso es que mis padres tenian muy poco dinero y lo que tenian lo gastaban en la educacion de sus hijos. No me pesa no haber ido a casa de otros ninos. Fui un nino feliz, creo.
– Si.
– No parece que esto sea toda la verdad-. Pero supongo que, en vista del origen de su padre…
– Sir Arthur, me gustaria dejar una cosa bien clara. No creo que los prejuicios raciales tuvieran nada que ver con mi caso.
– Debo decirle que me sorprende usted.
– Mi padre cree que no habria sufrido como sufri si hubiera sido, por ejemplo, hijo del capitan Anson. No hay duda de que esto es cierto. Pero a mi entender es una pista falsa. Si no me cree, vaya a Great Wyrley y pregunte a los lugarenos. En todo caso, si existen prejuicios, los tiene un sector muy pequeno de la poblacion. Ha habido algun desaire ocasional, pero ?quien no ha sufrido alguno, de una forma u otra?
– Entiendo su deseo de no interpretar el martir…
– No, no es eso, sir Arthur.
George se calla y por un momento parece avergonzado.
– A proposito, ?es asi como debo llamarle?
– Puede llamarme asi. O Doyle, si prefiere.
– Creo que prefiero sir Arthur. Como puede imaginar, he pensado mucho sobre este asunto. Me educaron como ingles. Fui a la escuela, estudie Derecho, hice mis practicas, me licencie de abogado. ?Alguien trato de detener mis progresos? Al contrario. Mis maestros me animaban, los socios de Sangster, Vickery y Speight me contrataron, los feligreses de mi padre tuvieron palabras de elogio cuando me licencie. Ningun cliente rechazo mi consejo en Newhall Street debido a mi origen.
– No, pero…
– Permitame continuar. Como he dicho, hubo algun que otro desaire. Hubo burlas y bromas. No soy tan ingenuo como para no saber que algunas personas me miraban distinto. Pero soy abogado, sir Arthur. ?Que pruebas tengo de que alguien haya actuado en mi contra por causa de un prejuicio racial? El sargento Upton solia tratar de asustarme, pero seguro que tambien asustaba a otros chicos. Estaba claro que el capitan Anson me cogio ojeriza sin haberme visto nunca. Lo que mas me preocupaba de la policia era su incompetencia. Por ejemplo, a pesar de haber apostado agentes especiales por todo el distrito, no descubrieron a un solo animal mutilado. Siempre eran granjeros u hombres que iban al trabajo los que les informaban de estos sucesos. No fui la unica persona que llego a la conclusion de que la policia tenia miedo de la supuesta banda, aunque fueron incapaces de demostrar su existencia.
»Asi que si me esta sugiriendo que los prejuicios raciales tuvieron la culpa de mi calvario, tengo que pedirle pruebas. No recuerdo que Disturnal aludiera ni una sola vez a ello. Ni sir Reginald Hardy. ?El jurado me declaro culpable por el color de mi piel? Es una respuesta demasiado facil. Y podria anadir que los celadores y los demas reclusos me trataron bien en mis anos de carcel.
– Si me permite una sugerencia -dijo sir Arthur-. Quiza de vez en cuando deberia procurar no pensar como un abogado. El hecho de que no puedan aducirse pruebas de un fenomeno no significa que no exista.
– De acuerdo.
– Asi que cuando empezaron las persecuciones contra su familia, ?creyo usted…, creyo que… eran victimas aleatorias?
– Probablemente no. Pero hubo otras victimas.
– Solo de las cartas. Nadie sufrio lo que usted.
– Si. Pero no seria muy razonable deducir de esto el proposito y los moviles de los implicados. Quiza mi padre, quien en persona puede ser severo, regano a algun chico de una granja por robar manzanas o por blasfemar.