– ?Cree que todo empezo asi?
– No lo se. Pero tambien se trata de saber lo que es util. No lo es, para mi, como un principio general de vida, suponer que las personas con quienes me relaciono me tengan una aversion secreta. Y en la coyuntura actual, no me sirve de nada imaginar que si al Ministerio del Interior le convencieran de que un prejuicio racial es el causante de todo, yo obtendria el indulto y la indemnizacion de la que usted habla. O quiza, sir Arthur, ?cree que el senor Gladstone alberga ese prejuicio?
– No tengo la mas minima… prueba de ello. De hecho, lo dudo muchisimo.
– Entonces mas vale que dejemos el tema.
– Muy bien.
Arthur esta impresionado por la firmeza…, en realidad, la obstinacion de George.
– Me gustaria conocer a sus padres. Y tambien a su hermana. Discretamente, claro. Mi instinto es ir derecho a las cosas, pero algunas veces hay que emplear tacticas y hasta marcarse faroles. Como suele decir Lionel Amery, si peleas con un rinoceronte no te atas un cuerno a la nariz. -A George le deja perplejo esta analogia, pero Arthur no lo advierte-. Dudo que favoreciese a nuestra causa el hecho de que me vieran vagando por la comarca con usted o un miembro de su familia. Necesito un contacto, un conocido del pueblo. Quiza pueda proponerme alguno.
– Harry Charlesworth -responde George automaticamente, como si estuviera delante de la tia abuela Stoneham, o de Greenway y Stentson-. Bueno, en la escuela ocupabamos pupitres contiguos. Me hice pasar por amigo suyo. Eramos los primeros de la clase. Mi padre me reprendia por no ser mas amigable con los hijos de los granjeros, pero la verdad es que no era posible tener mucho contacto. Harry Charlesworth dirige ahora la lecheria de su padre. Tiene fama de honrado.
– ?Dice que tenia poco trato social con el pueblo?
– Y el pueblo conmigo. Lo cierto, sir Arthur, es que despues de licenciarme siempre intente vivir en Birmingham. Entre nosotros, Wyrley me parecia un lugar aburrido y atrasado. Al principio segui viviendo en casa, tenia miedo de dar la noticia a mis padres, y solo me servia del pueblo para cosas necesarias. Reparar unas botas, por ejemplo. Y luego, poco a poco, me vi… no exactamente atrapado, pero si tan metido en la vida familiar que cada vez se me hacia mas cuesta arriba la sola idea de marcharme. Y estoy muy unido a mi hermana Maud. En esta situacion estaba hasta que… me hicieron lo que usted sabe. Despues de salir de la carcel me resulto imposible volver a Staffordshire. Asi que ahora vivo en Londres. Me hospedo en Mecklenburgh, en casa de la senorita Goode. Mi madre paso conmigo las primeras semanas despues de mi liberacion. Pero mi padre la necesita en casa. Viene cuando puede para ver como estoy. Mi vida -George hace una pausa-, mi vida, como usted ve, esta en suspenso.
Arthur vuelve a reparar en la precision y la cautela con que George se expresa, ya describa grandes o pequenas cuestiones, emociones o hechos. Es un testigo excelente. No es culpa suya no ver lo que otros ven.
– Senor Edalji…
– George, por favor.
Sir Arthur ha reincidido en la pronunciacion de E-dal-ji, y a su nuevo valedor hay que ahorrarle la molestia.
– Usted y yo, George, usted y yo somos… ingleses no oficiales.
A George le sorprende esta observacion. Considera que sir Arthur, en realidad, personifica al ingles oficial: su nombre, su porte, su fama, su aire de sentirse perfectamente a gusto en este gran hotel de Londres, e incluso el tiempo que ha hecho esperar a George. Si no le hubiese parecido que sir Arthur formaba parte de la Inglaterra oficial, tal vez no le habria escrito. Pero parece descortes cuestionar la categoria en que alguien se incluye a si mismo.
Reflexiona sobre su propio estatus. ?En que es inferior a un ingles pleno? El lo es por nacimiento, por ciudadania, por educacion, por religion y por profesion. ?Quiere decir sir Arthur que cuando le privaron de la libertad y le inhabilitaron para ejercer, le borraron asimismo del registro de ciudadanos ingleses? En tal caso, no tiene otro pais. No puede retroceder dos generaciones. Dificilmente podria volver a la India, un pais que nunca ha visitado y que no tiene un gran interes en visitar.
– Sir Arthur, cuando… empezaron mis problemas, mi padre me llevaba a veces a su estudio y me hablaba de los logros de parsis famosos. De que uno de ellos llego a ser un empresario prospero y de que otro llego a parlamentario. Un dia, aunque no me interesan nada los deportes, me hablo de un equipo parsi de criquet que vino de Bombay de gira por Inglaterra. Parece ser que fue el primer equipo indio que visito estas costas.
– En 1886, creo. Jugo alrededor de treinta partidos y solo gano uno, me temo. Disculpe…, en mis horas libres me dedico a leer el
– Ya ve, sir Arthur, esta usted mas informado que yo. Y no puedo fingir que soy lo que no soy. Mi padre me educo como un ingles y cuando las cosas se ponen dificiles, no puede tratar de consolarme con cosas en las que nunca hizo hincapie antes.
– ?Su padre era de…?
– Bombay. Lo convirtieron unos misioneros. Escoceses, por cierto. Como mi madre.
– Comprendo a su padre -dice; sir Arthur. George se da cuenta de que es la primera vez en su vida que oye esta frase-. Las verdades de una raza y las de la religion no siempre se encuentran en el mismo valle. A veces es necesario cruzar en invierno un risco alto y nevado para descubrir una verdad mas grande.
George rumia este comentario como si fuera una declaracion jurada.
– Pero en ese caso, ?no tienes el corazon dividido ni estas aislado de tu gente?
– No; entonces tu deber es hablarle del valle que hay al otro lado del risco. Miras al pueblo de donde has partido y observas que te saludan con la bandera porque se figuran que alcanzar esa cresta es ya un triunfo. Pero no lo es. Asi que levantas el baston de esquiar y se lo senalas. Alla abajo, les indicas, alli abajo esta la verdad, alli, en el valle siguiente. Seguidme, traspasad el risco.
George acudio a la cita en el Grand Hotel convencido de que examinarian detenidamente las pruebas de su caso. La conversacion ha adoptado sesgos inesperados. Se siente un poco desorientado. Sir Arthur percibe cierta desazon en su nuevo amigo. Se siente responsable; se ha propuesto alentarlo. Basta ya de reflexiones; es tiempo de accion. Y tambien de rabia.
– George, los que le han apoyado hasta ahora, el senor Yelverton y los demas, han hecho una labor inestimable. Han sido totalmente diligentes y correctos. Si el Estado ingles fuera una institucion racional, usted ya estaria de nuevo en su bufete de Newhall Street. Pero no lo es. Mi plan, por tanto, no consiste en repetir la tarea del senor Yelverton, expresar las mismas dudas razonables y hacer las mismas peticiones razonables. Yo voy a hacer algo diferente. Voy a hacer mucho
Sir Arthur se levanta para despedirse. Domina con su estatura al pequeno abogado. Pero no lo ha hecho durante la conversacion. A George le asombra que un hombre tan celebre sepa escuchar y a la vez despotricar, ser suave y tambien energico. A pesar de las ultimas palabras de sir Arthur, siente la necesidad de una comprobacion basica.
– Sir Arthur, puedo preguntarle…, por decirlo sin rodeos…, ?cree que soy inocente?
Sir Arthur le dirige una mirada clara y serena.
– George, he leido los articulos de prensa y ahora le he conocido en persona. Asi que mi respuesta es: no, no pienso que usted sea inocente. No, no creo que sea inocente.