mas bajo y con un sombrero hongo.
– Vaya -dijo Arthur.
Quiza, al fin y al cabo, deberia haberse comprado un disfraz.
– Y ahora esos mismos caballeros, aunque bastante menos disfrazados, vienen a verme para hablar de un asunto que me dijeron que era confidencial pero que enseguida van a revelarme.
Harry Charlesworth se estaba divirtiendo mucho. Tambien le hacia feliz rememorar.
– Si, de ninos fuimos companeros de clase. George siempre fue muy callado. Nunca se metia en lios, no era como los demas. Y era inteligente. Mas que yo, y yo era listo en aquel entonces. Ahora ya no se me nota. Ya ven, pasarse el dia mirando el trasero de una vaca desgasta la inteligencia.
Arthur paso por alto este desvio hacia una vulgar autobiografia.
– Pero ?George tenia enemigos? ?Le tenian inquina… por el color de su piel, por ejemplo?
Harry reflexiono un momento.
– No, que yo recuerde. Pero ya sabe lo que
El analisis de Harry de las atrocidades de Wyrley no fue complejo. La acusacion contra George era una tonteria. La policia era tonta. Y la estupidez mas grande de todas era la idea de que una banda misteriosa merodease de noche al mando de un misterioso capitan.
– ?Como lo sabe?
– Harry, tendremos que entrevistarnos con el soldado Green, porque es la unica persona de la region que se ha confesado culpable de destripar a un caballo.
– ?Les apetece hacer un largo viaje?
– ?Adonde?
– A Sudafrica. Ah, no lo sabian.
Harry Green saco un pasaje para Sudafrica un par de semanas despues de que terminara el juicio. Era un billete de ida.
– Interesante. ?Tiene idea de quien se lo pago?
– Bueno, Harry Green no fue, eso seguro. Alguien interesado en quitarle de en medio.
– ?La policia?
– Es posible. Por la epoca en que se marcho no es que estuvieran muy contentos con el. Se retracto de su confesion. Dijo que el no habia mutilado a un caballo y que la policia le forzo a confesar.
– Demonios, ?si? ?Que le parece, Woodie?
Wood, como era de esperar, declaro lo mas obvio.
– Bueno, yo diria que mintio la primera o la segunda vez. O -anadio con un deje malicioso- quiza las dos veces.
– Harry, ?puede averiguar si el senor Green tiene una direccion de su hijo en Sudafrica?
– Puedo intentarlo.
– Y otra cosa. ?Se hablo en Wyrley de quien pudo haberlo hecho, ya que George no lo hizo?
– Siempre hay habladurias. Hablar no cuesta dinero. Lo unico que yo diria es que tiene que ser alguien que sepa tratar a los animales. No puedes acercarte a un caballo, a una oveja o a una vaca y decirle, no te muevas, preciosa, mientras te saco las tripas. Me gustaria ver a George Edalji entrar en la lecheria y tratar de ordenar a una de mis vacas… -Harry se regodeo un instante con esta idea-. Lo mataria a coces o caeria en la mierda antes de haber podido ponerle el taburete debajo.
Arthur se inclino hacia delante.
– Harry, ?estaria dispuesto a ayudarnos a rehabilitar el nombre de su amigo y antiguo condiscipulo?
Harry Charlesworth advirtio el tono bajo y zalamero, pero recelo.
– No era exactamente amigo mio. -Se le ilumino la cara-. Por supuesto, tendria que robarle tiempo a la lecheria…
Arthur, al principio, habia atribuido un caracter mas caballeroso a Harry Charlesworth, pero prefirio no desenganarse. Una vez convenidos la iguala y el baremo de los honorarios, Harry, en su nueva calidad de detective ayudante, les mostro el itinerario que George, en teoria, debio de seguir aquella lluviosa noche de agosto, tres anos y medio atras. Emprendieron la marcha a campo traviesa detras de la vicaria, saltaron una cerca, se abrieron camino a traves de un seto, cruzaron las vias del ferrocarril por un paso subterraneo, saltaron otra cerca, cruzaron otro campo, superaron un seto espinoso que se les pegaba como una lapa, cruzaron otro potrero y llegaron al lindero del campo de la mina. Poco mas de un kilometro, calculando por encima.
Wood saco su reloj de bolsillo.
– Dieciocho minutos y medio.
– Y estamos en buena forma -comento Arthur, quitandose todavia espinas del abrigo y barro de los zapatos-. Y es de dia, y no llueve, y tenemos una vista excelente.
De nuevo en la lecheria, en cuanto el dinero hubo cambiado de manos, Arthur pregunto que clase de delitos, en general, se cometian en el vecindario. Parecian los corrientes: robo de ganado, ebriedad publica, incendio de almiares. ?Habia habido incidentes violentos aparte de los ataques contra el ganado? Harry recordaba vagamente algo de la epoca aproximada en que condenaron a George. Una agresion contra una madre y su hija. Dos tipos con un cuchillo. Se produjo un revuelo pero no hubo juicio. Si, con mucho gusto investigaria el caso.
Se estrecharon la mano y Harry les acompano a la ferreteria, que al mismo tiempo servia de tienda de comestibles, merceria y estafeta de correos.
William Brookes era un hombre menudo y rechoncho, con patillas blancas y tupidas que contrapesaban su craneo calvo; llevaba un delantal verde con manchas que databan de anos. No fue abiertamente cordial ni abiertamente suspicaz. Se disponia a llevarles a una trastienda cuando sir Arthur, dando un codazo a su secretario, anuncio que necesitaba con urgencia una rasqueta de botas. Mostro un enorme interes por el muestrario disponible, y una vez completada y envuelta la compra, se comporto como si el resto de la visita hubiera sido una feliz idea posterior.
En el almacen, Brookes paso tanto tiempo hurgando en cajones y murmurando para sus adentros que sir Arthur se pregunto si no tendria que comprar una banera de cinc y un par de fregonas para acelerar las cosas. Pero el ferretero localizo finalmente un paquetito de cartas muy arrugadas y atadas con un bramante. Arthur reconocio de inmediato el papel en que estaban escritas; habian utilizado el mismo cuaderno barato para las cartas enviadas a la vicaria.
Brookes rememoro lo mejor que pudo la tentativa fallida de soborno de tantos anos atras. A su hijo Frederick y a un amigo les acusaron de haber escupido a una anciana en la estacion de Walsall, y a el le dieron instrucciones de enviar dinero a la oficina de correos local si no queria que denunciasen a su hijo.
– ?No hizo usted nada?
– Claro que no. Mire usted mismo las cartas. Mire la letra. Era solo una travesura.
– ?Nunca penso en pagar?