– Venenoso -dijo sir Arthur.

– ?De quien es esa carta?

– Es una de Satan.

– Si -dijo el vicario-. Un corresponsal prolifico.

Arthur inspecciono algunos documentos mas. Una cosa era oir hablar de cartas anonimas, y hasta leer extractos de ellas en la prensa. Asi parecian bromas infantiles. Y otra cosa muy distinta, comprendio, tenerlas en la mano y estar sentado con sus destinatarios. Aquella primera carta era un texto inmundo, con su canallesca referencia a la mujer del vicario por su nombre de pila. Obra de un lunatico, quiza, aunque dotado de una letra clara y bien formada, capaz de expresar con lucidez su odio retorcido y sus planes vesanicos. A Arthur no le sorprendio que los Edalji cerraran con llave las puertas por la noche.

– «Feliz Navidad» -leyo en voz alta Arthur, todavia medio incredulo-. ?Y no tiene sospechas de quien podria haber escrito estas groserias?

– ?Sospechas? Ninguna.

– ?Y aquella criada a la que tuvo que despedir?

– Se marcho del distrito. Se fue hace mucho.

– ?Y su familia?

– Su familia es gente decente. Sir Arthur, como puede imaginar, hemos pensado mucho en esto desde el principio. Pero no tengo sospechas. No escucho los chismes y rumores, y si lo hiciera, ?de que me serviria? Los chismes y rumores son los responsables de que encarcelaran a mi hijo. No desearia que le hicieran a otro lo que le hicieron a el.

– A no ser que fuera el culpable.

– Si.

– Y ese Brookes, ?es el tendero y el ferretero?

– Si. Tambien recibio cartas anonimas durante una epoca. Pero se lo tomo con mas calma. O con mas pereza. En todo caso, no quiso recurrir a la policia. Habia habido en el ferrocarril algun incidente relacionado con su hijo y otro chico…; ya no recuerdo los detalles. Brookes nunca habria hecho causa comun con nosotros. Tengo que decirle que en esta zona no sienten mucho respeto por la policia. Es una ironia que de todos los habitantes del pueblo fueramos los mas dispuestos a confiar en la policia.

– Excepto en el jefe.

– Su actitud no fue… servicial.

– Senor Aydlji -Arthur hizo un esfuerzo especifico para pronunciarlo bien-, tengo el proposito de descubrir por que. Voy a remontarme al comienzo del caso. Digame, aparte de las persecuciones directas, ?ha sufrido alguna otra accion hostil desde que vino aqui?

El vicario dirigio a su mujer una mirada inquisitiva.

– Las elecciones -contesto ella.

– Si, es cierto. Mas de una vez he prestado el aula para reuniones politicas. Los liberales tenian problemas para encontrar salas. Yo tambien soy liberal… Hubo quejas de algunos de los parroquianos mas conservadores.

– ?Mas que quejas?

– Es verdad que uno o dos dejaron de venir a St. Mark.

– ?Y usted siguio prestando el aula?

– Desde luego. Pero no quiero exagerar. Estoy hablando de protestas, expresadas con firmeza pero con educacion. No hablo de amenazas.

Sir Arthur admiro la precision del vicario; tambien, que no se compadeciera de si mismo. Habia advertido las mismas cualidades en George.

– ?Participo el capitan Anson?

– ?Anson? No, fue algo mucho mas local. Solo intervino mas tarde. He incluido sus cartas para que las vea.

Arthur pidio a la familia que repasara los sucesos ocurridos desde agosto hasta octubre de 1903, atento a cualquier incoherencia, detalle pasado por alto o evidencias discordantes.

– En retrospectiva, es una lastima que no despacharan al inspector Campbell y a sus hombres hasta que tuviesen una orden de registro, y que no aguardasen su regreso en presencia de un abogado.

– Pero eso habria sido la conducta de personas culpables. No teniamos nada que ocultar. Sabiamos que George era inocente. Cuanto mas pronto registrase la policia la casa, antes podrian dar a su investigacion un rumbo mas fructifero. De todos modos, el inspector Campbell y sus hombres se comportaron con toda correccion.

«No todo el tiempo», penso Arthur. Habia algo en el caso que no entendia, algo relacionado con la visita de la policia.

– Sir Arthur -era la voz baja de la senora Edalji, delgada, de pelo blanco-. ?Puedo decirle dos cosas? Una, que agradable es volver a oir una voz escocesa en estas regiones. ?Detecto acaso un acento de Edimburgo?

– En efecto, senora.

– Y la segunda se refiere a mi hijo. Usted ha conocido a George.

– Me impresiono mucho. Conozco a muchas personas que no se habrian mantenido tan fuertes de cuerpo y mente despues de tres anos en Lewes y Portland. Debe de estar orgullosa.

La senora Edalji sonrio fugazmente ante el cumplido.

– Lo que mas desea George es que le permitan volver a su trabajo de abogado. Es lo que siempre ha querido. Quiza sea peor para el ahora que cuando estuvo en la carcel. Entonces las cosas estaban mas claras. Ahora vive en un compas de espera. El Colegio de Abogados no puede readmitirle hasta que hayan lavado la mancha de su nombre.

No habia nada que galvanizase mas a Arthur que el ruego de una suave y anciana voz femenina escocesa.

– Tenga la seguridad, senora, de que pienso hacer un ruido tremendo. Voy a remover las cosas. Unas cuantas personas no dormiran ya en su cama tan a pierna suelta cuando les haya dado su merecido.

Pero esto no parecia ser la promesa que queria la senora Edalji.

– Eso espero, sir Arthur, y se lo agradecemos. Lo que estoy diciendo es algo distinto. George es, como habra observado, un chico…, un joven, mejor dicho, muy resistente. Para serle sincera, su resistencia nos sorprendio a los dos. Le creiamos mas fragil. Esta resuelto a reparar esta injusticia. Pero solo quiere eso. No quiere notoriedad. No quiere convertirse en abogado de ninguna causa concreta. No representa a ninguna. Quiere volver a trabajar. Quiere una vida ordinaria.

– Quiere casarse -intervino la hija, que hasta el momento no habia abierto la boca.

– ?Maud! -en el tono del vicario hubo mas sorpresa que reproche-. ?Como es posible? ?Desde cuando? Charlotte… ?Sabias algo de esto?

– Padre, no te alarmes. Me refiero a que quiere casarse en general.

– Casarse en general -repitio el vicario. Miro a su distinguido visitante-. ?Cree que eso es posible, sir Arthur?

– Yo, por mi parte -contesto Arthur, riendose-, solo he estado casado en particular. Es el metodo que entiendo, y el que recomendaria.

– En ese caso -y el vicario sonrio por primera vez-, tenemos que prohibir a George que se case en general.

De nuevo en el hotel Imperial Family, Arthur y su secretario tomaron

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