testimoniales. O bien eran alegaciones tan endebles que la defensa las hubiera destruido.
– Entre nosotros, Doyle. Hubo rumores…
– Siempre los hay.
– Rumores de deudas de juego, rumores de desfalco de dinero de clientes. Podria usted preguntar a su joven amigo si en los meses que antecedieron al caso se vio en un serio aprieto.
– No tengo intencion de hacer semejante cosa.
Anson se levanto lentamente, camino hasta su escritorio, saco una llave de un cajon, abrio otro y saco una carpeta.
– Le enseno esto de manera estrictamente confidencial. Esta dirigida a sir Benjamin Stone. Sin duda es solo una de muchas.
La carta estaba fechada el 29 de diciembre de 1902. En la parte superior izquierda estaban impresas la direccion del bufete y el de recepcion de telegramas de George Edalji; y en la esquina superior derecha, «Great Wyrley, Walsall». A Doyle no le hizo falta el peritaje del granuja de Gurrin para convencerse de que la letra era de George.
Querido senor:
Tras haber gozado de una posicion desahogada, me veo reducido a la mas absoluta pobreza, en primer lugar por haber tenido que pagar una gran suma de dinero (cerca de doscientas veinte libras) por un amigo de quien yo era fiador. Pedi dinero prestado a tres prestamistas con la esperanza de rehacerme, pero sus exorbitantes intereses solo empeoraron las cosas, y dos de ellos han presentado ahora
Mis amigos solo pueden darme treinta libras; yo tengo unas veintiuna y agradeceria
Le pido disculpas por molestarle y confio en que pueda ayudarme en todo lo posible.
Atentamente,
G. E. Edalji
Anson observo a Doyle mientras leia la carta. Holgaba decir que habia sido escrita cinco semanas antes de la primera mutilacion. La pelota estaba ahora en su campo. Doyle termino de leer y releyo algunos pasajes. Al final dijo:
– ?Lo investigaron, sin duda?
– En absoluto. Esto no es asunto de la policia. La mendicidad en la via publica es una falta, pero mendigar entre profesionales no es de nuestra incumbencia.
– Aqui no veo referencia a deudas de juego ni a desfalco de clientes.
– A duras penas esas referencias habrian conmovido el corazon de sir Benjamin Stone. Trate de leer entre lineas.
– Me niego. Esto parece la suplica desesperada de un honorable joven en apuros por su generosidad con un amigo. Los parsis son conocidos por su caridad.
– Ah, ?asi que de repente es un parsi?
– ?Que quiere decir?
– No puede presentar primero a un profesional ingles y a un parsi despues, segun le convenga. ?Es prudente que un joven honorable avale una suma tan cuantiosa y que se ponga en las manos de tres prestamistas distintos? ?Cuantos abogados ha conocido que hagan esto? Lea entre lineas, Doyle. Interrogue a su amigo sobre esto.
– No tengo intencion de hacerlo. Y esta claro que no quebro.
– En efecto. Sospecho que su madre le saco del aprieto.
– O quiza hubo otras personas en Birmingham que le mostraron la misma confianza que el al amigo de quien fue fiador.
Anson juzgo a Doyle tan testarudo como ingenuo.
– Aplaudo su… veta romantica, sir Arthur. Le honra. Pero perdoneme que no me parezca realista. Como tampoco su campana. Su amigo ha sido excarcelado. Es un hombre libre. ?De que sirve agitar a la opinion publica? ?Quiere que el Ministerio del Interior revise el caso? Lo ha examinado innumerables veces. ?Quiere un comite? ?Como esta tan seguro de que obtendra lo que quiere?
– Formaremos un comite. Lograremos el indulto. Obtendremos una indemnizacion. Y ademas estableceremos la identidad del autentico culpable en cuyo lugar ha sufrido George Edalji.
– Oh, ?eso tambien?
Anson se estaba irritando en serio. Habria sido tan facil pasar una velada agradable: dos hombres de mundo, frisando los cincuenta, uno hijo de un conde y el otro un caballero del reino y ambos, casualmente, lugartenientes de sus condados respectivos. Era mas lo que tenian en comun que lo que les separaba… y sin embargo se estaban enconando.
– Doyle, dejeme senalarle un par de puntos. Es obvio que imagina que hubo una linea de persecucion continua, que se remontaba a anos atras: las cartas, las bromas, las mutilaciones, las amenazas adicionales. Ademas piensa que la policia acusa de todo esto a su amigo. Usted, por el contrario, culpa de todo a delincuentes, conocidos o no, pero que son los mismos. ?Cual es la logica de estos dos planteamientos? Solo acusamos a Edalji de dos delitos, y por el segundo no fue juzgado. Supongo que es inocente de numerosos cargos. Una farra criminal de este calibre rara vez tiene un solo autor. Pudo ser el cabecilla, pudo ser un mero secuaz. Puede que viera el efecto de una carta anonima y probara a mandarla el. Pudo haber visto el efecto de una broma y decidirse a gastarla. Haber oido hablar de una banda que acuchillaba animales y optar por enrolarse en ella.
»Mi segundo punto es el siguiente. En mi epoca he visto declarar inocentes a personas que seguramente eran culpables, y declarar culpables a personas probablemente inocentes. No se sorprenda tanto. He conocido ejemplos de acusaciones y sentencias injustas. Pero en tales casos la victima muy pocas veces es tan integra como quisieran sus defensores. Por ejemplo, permitame una sugerencia. Conocio a George Edalji en el vestibulo de un hotel. Tengo entendido que usted llego tarde. Lo vio en una postura particular de la que dedujo su inocencia. Dejeme decirle esto. George Edalji llego antes que usted. Le estaba esperando. Sabia que usted le observaria. En consecuencia, compuso su aspecto.
Doyle no contesto; se limito a estirar la barbilla hacia fuera y dio una calada al puro. A Anson le estaba pareciendo un maldito tozudo, aquel escoces, irlandes o lo que afirmase que era.
– Quiere que sea completamente inocente, ?verdad? ?No inocente a secas, sino completamente? Segun mi experiencia, Doyle, nadie es cien por cien inocente. Quiza le declaren no culpable, pero es distinto de ser inocente. Casi nadie es completamente inocente.
– ?Tampoco Jesucristo?
«Oh, Dios santo -penso Anson-. Yo tampoco soy Poncio Pilatos.»
– Bueno, desde un punto de vista estrictamente juridico -dijo, con un tono afable, de sobremesa-, se podria argumentar que Nuestro Senor contribuyo a que le juzgasen.
Ahora fue Arthur Doyle el que penso que se estaban desviando del tema.
– Entonces permitame que le pregunte una cosa. En su opinion, ?que sucedio realmente?