– Como quiera. Ademas, tenemos que considerar los curiosos habitos de la vicaria a la hora de acostarse.
– Que son la prueba irrefutable de la inocencia del joven.
– Hemos convenido en que esta noche no cambiaremos un apice nuestros criterios respectivos. El chico tiene, ?que edad, diez anos?, cuando su hermana cae enferma. A partir de ese momento, la madre y la hija duermen en el mismo cuarto y el padre y el hijo mayor comparten un dormitorio. Horace tuvo la suerte de disponer de uno propio.
– ?Sugiere usted que en aquella habitacion se cometieron actos mezquinos?
?Donde demontres iba a parar Anson? ?Estaba fuera de sus cabales?
– No, Doyle. Todo lo contrario. Tengo el convencimiento absoluto de que en aquella habitacion no ocurrio nada. De que no hubo nada mas que rezos y sueno. No ocurrio nada. Nada. El perro no ladro, disculpeme.
– ?Y bien…?
– Como he dicho, tiene la evidencia delante de las narices. A partir de los diez anos, un chico duerme con su padre en una habitacion cerrada con llave. Desde la pubertad hasta la juventud, noche tras noche. Su hermano se va de casa y ?que sucede? ?Hereda el dormitorio de Horace? No, el arreglo estrafalario continua. Es un chico solitario y despues un joven solitario que tiene una apariencia grotesca. No se le ve nunca con alguien del sexo opuesto. Pero es de suponer que habra tenido apremios y apetitos. Y si, a pesar de su escepticismo, creemos en la evidencia de su exoftalmia, era propenso a impulsos y apetitos mas fuertes de lo normal. Somos hombres, Doyle, entendemos esas cosas. Conocemos los peligros de la adolescencia y los primeros anos de la edad adulta. Sabemos que a menudo hay que elegir entre la autosatisfaccion carnal, que genera un debilitamiento fisico y moral, y hasta da origen a una conducta delictiva, y un saludable desvio de los bajos instintos hacia varoniles actividades deportivas. A Edalji las circunstancias le impidieron, por suerte, seguir el primer camino, y no opto por encauzar sus energias hacia la otra via. Y aunque reconozco que no estaba, en verdad, muy dotado para el boxeo, tenia a su alcance, por ejemplo, la gimnasia, la educacion fisica y esa nueva ciencia americana del culturismo.
– ?Sugiere usted que la noche del pony hubo… algun proposito o manifestacion sexuales?
– No, no directamente. Pero me ha preguntado lo que creo que ocurrio y por que. Admitamos, de momento, gran parte de lo que usted afirma sobre Edalji. Era un buen estudiante, un hijo que veneraba a sus padres, que rezaba en la iglesia de su padre, que no fumaba ni bebia, que trabajaba con ahinco en su bufete. Y usted, a cambio, tiene que aceptar la probabilidad de que tuviese un lado oscuro. ?Como podria no tenerlo, en vista de su singular educacion, su aislamiento y reclusion intensos, sus impulsos excesivos? De dia es un industrioso miembro de la sociedad. Pero alguna que otra noche sucumbe a un instinto barbaro, a algo sepultado dentro de su alma oscura, algo que es probable que ni siquiera el entienda.
– Pura especulacion -dijo Doyle, aunque hubo algo en su voz, algo mas baja y menos confiada, que llamo la atencion de Anson.
– Me ha pedido que especule. Tendra que reconocer que he visto mas ejemplos que usted de comportamiento y propositos delictivos. Mis conjeturas se basan en ellos. Ha insistido en que Edalji es un profesional. Ha preguntado implicitamente con cuanta frecuencia delinquen las clases profesionales. Mas a menudo de lo que creeria, le he respondido. Sin embargo, le devolvere la pregunta formulada de otro modo, sir Arthur. ?Cuantos hombres felizmente casados, cuya felicidad implica una asidua satisfaccion sexual, cometen crimenes violentos y pervertidos? ?Creemos que Jack el Destripador fue un hombre felizmente casado?
»No. No lo creemos. Yo iria mas lejos. Insinuaria que si un hombre de salud normal se ve privado continuamente de satisfaccion sexual, por la razon que sea y en cualesquiera circunstancias, puede (solo digo que puede, no soy mas categorico), puede verse afectada su estructura mental. Creo que es lo que le sucedio a Edalji. Se vio encerrado en una jaula terrible, con barrotes de hierro. ?Cuando escaparia? ?Cuando llegaria a conocer alguna consumacion sexual? En mi opinion, un periodo continuado de frustracion sexual, ano tras ano tras ano, puede empezar a enloquecer a un hombre, Doyle. Puede inducirle a adorar a extranos dioses y ejecutar extranos ritos.
No hubo respuesta de su famoso invitado. De hecho, Doyle parecia tener la cara bastante morada. Quiza fuese el efecto del brandy. Quiza a pesar de sus aires mundanos era un mojigato. O quiza -y esto parecia lo mas probable- vio la fuerza abrumadora del argumento expuesto en su contra. En todo caso, tenia la mirada concentrada en el cenicero mientras aplastaba el cabo perfectamente fumable de un habano muy decente. Anson aguardo, pero su huesped habia desviado la mirada hacia el fuego, incapaz de contestar o sin ganas de hacerlo. Bueno, aquello parecia el fin de la velada. Habria que ocuparse de asuntos mas practicos.
– Espero que duerma como un liron esta noche, Doyle. Pero le prevengo de que algunos creen que Green Hall esta embrujado.
– No me diga -fue la respuesta.
Pero Anson comprendio que la mente de Doyle estaba lejos.
– Se supone que hay un jinete sin cabeza. Ademas, se oye el crujido de ruedas de un carruaje sobre la grava del camino, pero no hay carruaje. Y tambien el tanido de campanas misteriosas, pero nunca las han encontrado. Paparruchas, claro, paparruchas. -Anson se percato de que se sentia muy contento-. Pero dudo de que sea vulnerable a fantasmas, zombis y poltergeists.
– Los espiritus de los muertos no me asustan -dijo Doyle con una voz cansada y monotona-. En realidad, les doy la bienvenida.
– El desayuno es a las ocho, si le parece bien.
Cuando Doyle se retiro, con un semblante de derrota, en opinion de Anson, el capitan arrojo al fuego las colillas y las vio arder brevemente. Cuando se acosto, Blanche seguia despierta, releyendo a Braddon. En el vestidor contiguo, su marido lanzo la chaqueta sobre el colgador y le grito:
– ?Sherlock Holmes boquiabierto! ?Scotland Yard resuelve el misterio!
– George, no vociferes asi.
El capitan Anson se acerco de puntillas, con su bata trenzada y una amplia sonrisa en la cara.
– No me importa que el gran detective este agachado y con la oreja pegada a la cerradura. Esta noche le he ensenado un par de cosas sobre el mundo real.
Pocas veces Blanche Anson habia visto a su marido tan exaltado, y decidio confiscar durante el resto de la semana la llave de la vitrina con los licores.
Arthur
La furia de Arthur habia ido en aumento desde que se cerro tras el la puerta de Green Hall. El primer tramo del viaje de vuelta a Hindhead hizo poco por aliviarla. La linea de Walsall, Cannock y Rugeley del ferrocarril de Londres al norte y al oeste supuso una serie de provocaciones constantes: desde Stafford, donde George fue condenado, pasando por Rugeley, donde fue a la escuela; Hednesford, donde se suponia que habia amenazado al sargento Robinson con pegarle un tiro en la cabeza; Cannock, donde aquellos estupidos jueces decidieron enjuiciarle; Wyrley y Churchbridge, donde todo empezo, y despues, por los campos donde pastaba el que podria ser el ganado de Blewitt, hasta Birmingham, donde George habia sido detenido. Cada estacion del recorrido tenia su mensaje, el mismo mensaje escrito por Anson: yo y los mios somos los duenos de la tierra en esta comarca, y de la gente y de la justicia.
Jean nunca habia visto a Arthur de tan mal genio. Es media tarde y