Anson se rio, demasiado abiertamente.

– Me temo que es la pregunta tipica de una novela de detectives. Es lo que piden los lectores y lo que usted les da de buena gana. «Diganos lo que sucedio realmente.»

»La mayoria de los delitos, Doyle, casi todos, de hecho, acontecen sin testigos. El ladron aguarda a que la casa este vacia. El asesino espera a que la victima este sola. El hombre que acuchilla a un caballo espera a la oscuridad de la noche. Si hay un testigo es muchas veces un complice, otro culpable. Lo atrapas y miente. Siempre. Separas a los dos complices y dicen mentiras distintas. Consigues que alguien declare y dice otro tipo de mentiras. Aunque asignaran a un solo caso todos los recursos de la policia de Staffordshire, nunca acabaria de saber 'que sucedio realmente', como dice usted. No estoy exponiendo un argumento filosofico sino siendo practico. Lo que sabemos, lo que terminamos sabiendo es suficiente para garantizar una condena. Perdone que le aleccione sobre el mundo real.

Doyle se pregunto si alguna vez dejarian de castigarle por haber inventado a Sherlock Holmes. Corregido, aconsejado, sermoneado, tratado con condescendencia…, ?hasta cuando duraria aquello? No obstante, tenia que seguir. No debia perder los estribos, fuera cual fuese la provocacion.

– Pero dejando aparte todo eso, Anson. Y admitiendo, como temo que tendremos que admitir, que al final de esta velada es posible que no hayamos modificado un apice nuestras posiciones respectivas. Le pregunto lo siguiente. Usted cree que un joven y respetable abogado, que no ha dado muestras previas de un caracter violento, una buena noche sale de casa y agrede a un pony con especial maldad y violencia. Solo le pregunto: ?por que?

Anson gruno en su fuero interno. El movil. La mente criminal. Ya empezamos otra vez. Se levanto y escancio otras dos copas.

– Usted es el que gana dinero con su imaginacion, Doyle.

– Pero yo le creo inocente. E incapaz de dar ese salto que usted ha dado. No esta usted en el banco de los testigos. Somos dos caballeros ingleses tomando un buen brandy y, si me permite decirlo, unos puros aun mejores, en una hermosa casa situada en el centro de este condado esplendido. Nada de lo que diga saldra de estas cuatro paredes, le doy mi palabra. Solo le pregunto: ?por que?

– Muy bien. Empecemos por los hechos conocidos. El caso de Elizabeth Foster, la sirvienta. Donde usted alega que todo comenzo. Estudiamos el caso, como es natural, pero no habia pruebas suficientes para formular cargos.

Doyle miro inexpresivo al capitan Anson.

– No comprendo. Hubo una acusacion. Ella se declaro culpable.

– Hubo una acusacion privada…, la del vicario. Y a la chica la amedrentaron los abogados para que se declarase culpable. No fue una de esas acciones por las que te aprecian tus feligreses.

– ?Asi que la policia tampoco entonces apoyo a la familia?

– Doyle, acusamos cuando hay pruebas. Como hicimos cuando el propio abogado fue victima de una agresion. Ah, veo que no se lo dijo.

– George no busca compasion.

– Es algo marginal. -Anson cogio un papel de la carpeta-. Noviembre de 1900. Agredido por dos chicos de Wyrley. Le empujaron contra un seto en Landywood, y uno de ellos tambien le rompio el paraguas. Los dos se declararon culpables. Multados con las costas. Por los jueces de Cannock. ?No sabia que estuvo alli antes?

– ?Puedo ver eso?

– Me temo que no. Registros policiales.

– Entonces digame por lo menos los nombres de los agresores. -Como Anson vacilaba, anadio-: Puedo poner a mis sabuesos tras esa pista.

Anson sorprendio a Doyle con una especie de ladrido comico.

– ?O sea que usted tambien es un sabueso? Oh, de acuerdo, se llamaban Walker y Gladwin. -Vio que a Doyle los nombres no le decian nada-. De todas formas, cabria presumir que no fue un suceso aislado. Es probable que le agredieran antes o despues, quiza con menos sana. Sin duda le insultarian tambien. Los jovenes de Staffordshire distan mucho de ser unos santos.

– Quiza le sorprenda que George Edalji rechaza especificamente el prejuicio racial como la causa de su desgracia.

– Tanto mejor. De modo que podemos descartarlo.

– Aunque, por supuesto, yo no estoy de acuerdo con su analisis - anadio Doyle.

– Esta en su derecho -dijo Anson, con suficiencia.

– ?Y por que aquella agresion es importante?

– Porque, Doyle, no se puede entender el final sin conocer el principio.

Anson empezaba a divertirse. Sus golpes, uno tras otro, daban en el blanco.

– George Edalji tenia buenos motivos para odiar el distrito de Wyrley. O creia tenerlos.

– ?Y por eso se vengo matando ganado? ?Donde esta la conexion?

– Veo que es usted de ciudad, Doyle. Una vaca, un caballo, una oveja, un cerdo es mas que ganado. Es un sustento. Llamelo… un objetivo economico.

– ?Puede demostrar que existe un vinculo entre alguno de los agresores de George en Landywood y algunas de las posteriores mutilaciones de ganado?

– No, no puedo. Pero no deberia esperar que los criminales se atengan a una logica.

– ?Ni siquiera los inteligentes?

– Aun menos, segun mi experiencia. De todos modos, tenemos a un joven que es el ojito derecho de sus padres y que sigue empantanado en casa mientras su hermano ha huido del redil. Un chico que guarda rencor al pueblo y que se siente superior a el. Contrae una deuda catastrofica. Los prestamistas le amenazan con llevarlo a los tribunales, la ruina profesional esta a la vuelta de la esquina. Esta a punto de venirse abajo todo aquello por lo que ha luchado en la vida…

– ?Y?

– Y… quiza enloquecio como su amigo Wilde.

– A Wilde, a mi entender, lo corrompio el exito. Dificilmente se puede comparar el efecto de los aplausos nocturnos en el West End con la acogida critica de un tratado sobre leyes ferroviarias.

– Ha dicho que el caso de Wilde fue un proceso patologico. ?Por que no el de Edalji? Creo que llevaba varios meses desquiciado. La tension debio de ser considerable, incluso inaguantable. Usted mismo ha calificado su carta de «desesperada». Pudo haberse producido algun proceso patologico, haber aflorado en la sangre una tendencia al mal inevitable.

– La mitad de su sangre es escocesa.

– Lo se.

– Y la otra mitad es parsi. La mas culta y prospera de las sectas indias.

– No lo dudo. No por nada los llaman los judios de Bombay. Y tampoco dudo de que es la mezcla de sangres la responsable en parte de todo esto.

– Mi sangre es mitad escocesa y mitad irlandesa -dijo Doyle-. ?Me empuja a acuchillar ganado?

– Usted mismo me facilita el argumento. ?Que ingles, que escoces; que medio escoces cogeria un cuchillo para rajar a un caballo, una vaca, una oveja?

– Se olvida del minero Farrington, que hizo eso cuando George estaba en la carcel. Pero le pregunto, a mi vez: ?que indio haria eso? ?No veneran al ganado como si fuera sagrado?

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