antes incluso de enterarse de que su vida habia terminado. Richard salio corriendo al almacen y mato rapidamente a los otros tres tipos de sendos tiros en la cabeza.
– No podemos dejar testigos -dijo; y volvieron a cargar los relojes en el camion y se marcharon, asegurandose de que no dejaban pistas. Cuando se descubrieron los cadaveres al dia siguiente y se llamo a la Policia, los asesinatos se calificaron de «ajuste de cuentas del crimen organizado» y no se resolvieron nunca, no se relacionaron nunca con Richard Kuklinski.
Consiguieron vender el cargamento a Phil Solimene, un malhechor al que Richard conocia bien desde hacia muchos anos. Solimene era un hombre de aspecto fiero, de cabellera negra y espesa muy engominada. Era amable y encantador. Solimene tenia muchos negocios, todos ilegales. Tenia en Paterson una tienda de articulos rebajados sin letrero en la puerta. Vendia de todo, y todo lo que vendia era robado: pequenos electrodomesticos, perfumes, cafe, frutos secos, alimentos enlatados de todas clases: todo fruto de robos y de asaltos a camiones. Encima de la tienda tenia a unas cuantas chicas que practicaban la prostitucion, y vendia tambien peliculas porno, hasta aquellas en las que aparecian escenas duras de zoofilia, de cualquier clase, mujeres jodiendo y haciendo felaciones con perros y con ponis. Habia un gran mercado para esas cosas, y Solimene lo cubria de buena gana. Estaba dispuesto a vender cualquier cosa, hasta a su madre. Tambien dirigia una banda de ladrones de casas y hacia de perista para todo tipo de ladrones que robaban en las viviendas de toda Nueva Jersey. En cierto modo era el Fagin [3] de Nueva Jersey. Las noches de los fines de semana, Solimene organizaba partidas de poquer en la trastienda. Richard lo apreciaba porque era un delincuente nato, todo un artista capaz de hacer cualquier cosa para ganarse un dolar: los dos hablaban el mismo idioma. Aunque Solimene no era un asesino nato, como Richard, tampoco tenia reparo en preparar una encerrona para que a alguien lo atracaran a mano armada y lo mataran. Solimene era uno de los pocos amigos que habia tenido Richard en su vida; lo que resulto ser un error fatal.
La idea de volver a dedicarse plenamente a la vida delictiva le parecia cada vez mas atractiva, como una olla de monedas de oro al final de un gran areoiris. Richard queria algo mas en la vida. Una porcion mas grande y apetitosa del celebre pastel americano. Hasta penso en volver a «hacer dano a la gente» por dinero, a practicar el asesinato a sueldo. Era un trabajo que hacia bien, que le gustaba y que le planteaba un desafio; pero ahora tenia familia, tenia algo que perder.
Con todo, seguia yendo a trabajar todos los dias al laboratorio cinematografico, robaba alli mas y mas. Segun cuenta, descubrio por entonces que los tres propietarios de la empresa se robaban los unos a los otros, sisaban material (grandes latas de pelicula) y copias maestras que podian servirles para hacer otras copias que venderian clandestinamente.
Cuando Richard se dio cuenta de lo que pasaba, los propietarios tuvieron de pronto un cuarto socio: el. Se volvio cada vez mas atrevido, y empezo a vender las costosas latas de pelicula, ademas de las peliculas y los dibujos animados que pirateaba.
En los laboratorios se copiaban y se revelaban con toda normalidad peliculas X. Eran completamente legales, y en aquellos laboratorios se procesaban casi todas las peliculas pornograficas que se producian en la Costa Este.
Richard empezo a piratear estas producciones; a veces se quedaba toda la noche haciendo funcionar cuatro y cinco maquinas a la vez. Funcionaba de acuerdo con otro tipo del laboratorio, un revelador, y entre los dos copiaban y revelaban pornografia de todo tipo.
Richard estaba viendo con regularidad pornografia dura por primera vez en su vida. Dice que no solia excitarlo; tenia a las mujeres que actuaban en esas peliculas por putas y perdidas, y no lo excitaban en absoluto. Aunque si que le llamaban la atencion las producciones del tipo «chica- chica». Tambien procesaban peliculas porno en las que aparecian escenas de zoofilia, en una de las cuales aparecia Linda Lovelace, que todavia no era famosa, haciendo una felacion con ganas a un perro pastor aleman muy contento. Richard vendia algunas de estas peliculas a Phil Solimene, y parecia que se las quitaban de las manos. Nunca hablaba de estas cosas con Barbara. Ella sabia que se dedicaba a la venta clandestina de peliculas de dibujos animados, y no le daba gran importancia, no le parecia cosa muy grave.
Richard queria ganar mas dinero y hablo con un tipo que habia conocido en los laboratorios y que tenia contactos, Anthony Argrila, asociado a la familia Gambino del crimen organizado. Argrila dijo que su socio, Paul Rothenberg, y el, estaban dispuestos a comprarle todas las peliculas que pudiera piratear Richard; y de esta manera, de la noche a la manana, Richard se encontro, sin saberlo, vendiendo pornografia pirata a la familia Gambino, que controlaba las tiendas de pornografia de todo el pais.
John Hamil llamo a Richard para decirle que un camion cargado de televisores iba a salir de una empresa de transportes, en el estado proximo de Pensilvania.
– Tenemos la matricula del camion y todo lo demas -le explico John.
– Contad conmigo.
– Rich, tenemos que darnos prisa.
– Yo estoy preparado -dijo Richard, y, a la noche siguiente, Sean, John y Richard se dirigieron a Pensilvania. Como no querian llevar un camion robado hasta Nueva Jersey sin tener preparado a un comprador, decidieron buscar un escondrijo seguro para el camion hasta que localizaran a un comprador. Siempre era mejor vender todo el cargamento de una vez: no era cuestion de vender al por menor, sino al por mayor. John conocia a un tipo que tenia una granja en el condado de Bucks, con un granero, y el hombre accedio a dejarles guardar el camion robado en su granero por quinientos dolares al contado, sin hacer preguntas.
Robaron el camion sin dificultad. Amenazaron al camionero con una pistola cuando se detuvo en un semaforo, en una calle solitaria. Lo ataron a una farola y lo dejaron alli para que lo encontraran las autoridades. Richard y sus socios llevaban mascaras. El camionero no seria capaz de describirlos aunque quisiera, y tampoco queria. No le habian robado nada suyo. ?Para que jugarse el tipo? Richard condujo el camion hasta la granja. Lo dejaron en el granero y se fueron a buscar comprador. Aquella era siempre la mejor manera de colocar un cargamento robado: sin prisas; comparando ofertas. De hecho, tardaron ocho dias en encontrar a un tipo dispuesto a comprar toda la carga a un buen precio y pagando al contado a la entrega de la mercancia. Volvieron a la granja a recoger la carga. El granero estaba vacio; el camion habia desaparecido. El propietario de la granja, un tipo alto, flacucho, al que le hubiera venido bien un afeitado y un buen bano, con pelo largo y falto de algunos dientes, dijo que «no tenia ni idea» de donde estaba el camion, mirando fijamente a los ojos a los tres ladrones mientras se rascaba la cabeza.
– ?Que? -dijo Richard.
– No tengo ni idea de lo que ha pasado -dijo el hombre.
– Amigo, es imposible que alguien se haya largado de aqui con esa carga sin que tu te hayas enterado. ?Es que tengo cara de tonto?
– No tengo ni puta idea de que ha pasado -repitio el granjero-. ?Lo juro!
– Te hemos pagado bien para que guardases el camion aqui. Lo queremos. ?Donde esta?
– No lo se… lo juro por mi madre, no lo se -dijo el granjero, en sus trece.
Richard solto un largo suspiro.
– No me obligues a hacerte dano… te haria mucho dano -dijo-. ?Donde esta nuestro camion?
– ?En serio, tios, no lo se!
– Amigo… te doy una ultima oportunidad. ?Donde esta nuestro camion?
– ?Le digo que no lo se!
Richard pidio a John y a Sean que ataran al tipo a un arbol cerca del