granero. Aquel era un lugar muy apartado, no habia otras casas en kilometros a la redonda. Era uno de los motivos por el que lo habian elegido. El tipo flacucho estaba suplicandoles y diciendo que no sabia nada. Richard le dio unas cuantas bofetadas.
– ?No se nada, lo juro! -aullo el granjero, sangrando un poco por el labio.
A Richard se le ocurrio una idea diabolica. Volvio tranquilamente al coche. Tenia en el maletero dos bengalas rojas, de las que se utilizan en caso de emergencia en carretera. Tomo una y volvio junto al granjero.
– ?Donde esta nuestro cargamento? -pregunto, ensenando al hombre la bengala.
– ?No lo se, amigo!
Al hombre delgado le temblaba el labio inferior ensangrentado.
Richard pidio a Sean y a John que quitaran al tipo los zapatos y los calcetines. Era un hermoso dia de primavera. Los pajaros cantaban. El sol estaba despejado y alegre. Las mariposas revoloteaban por el aire. Richard encendio la bengala. Salto de ella una lengua de fuego blanca. Richard la acerco al pie izquierdo del hombre, lo justo para levantar ampollas en la carne sin quemarla. Intentaba dar al tipo ocasion de hablar, de desembuchar.
– Por favor, le digo que no lo se… ?lo juro!
Al oir esto, Richard le apreto la bengala encendida al pie. El tipo chillaba, chillaba, pero seguia negando que supiera nada del camion. El aire se llenaba del olor a carne quemada. Richard sabia el intenso dolor que producia aquello y empezaba a pensar que quiza aquel tipo no supiera nada de verdad. Siguio adelante para asegurarse. Lo dejo cuando el pie izquierdo del hombre parecia un trozo de carne chamuscada. Los huesos de los dedos de los pies se veian claramente; casi toda la carne habia desaparecido; aquello ya no parecia un pie.
– ?Donde esta nuestro camion? -le pregunto Richard.
– ?No lo se! ?Por mi madre! ?Lo juro por mi madre! -gritaba el hombre con expresion de sinceridad atormentada.
– Si nos lo dices, te llevaremos a un hospital, podran cuidarte el pie, y nosotros nos iremos a lo nuestro. Es imposible que alguien se haya llevado ese camion de esta granja sin que te enterases. Hace un ruido como un puto reactor al despegar.
– No he estado aqui dia y noche; ?le juro que no lo se!
Richard sonrio con su sonrisa de lobo maligno, empezo a trabajar en el otro pie, lo quemo hasta dejarlo hecho un amasijo sanguinolento y chamuscado. Mientras tanto, el hombre no dejaba de chillar y de blasfemar.
La primera bengala se consumio. Richard, John y Sean se apartaron a deliberar.
– Creo que ya lo habria dicho si lo supiera -dijo Sean.
– Eso creo yo tambien -asintio John.
– Si; yo tambien empiezo a creerlo -dijo Richard, mirando al hombre, que lloraba como un nino-. Puede que no lo sepa de verdad.
Pero algo, un sexto sentido, le dijo que el hombre si lo sabia. Richard volvio al coche, recogio la segunda bengala y volvio junto al granjero, que estaba fuera de si.
– ?Por que te estas provocando a ti mismo tantos sufrimientos? -le pregunto Richard-. Dinoslo. Te dejariamos en el hospital, y todo habria terminado.
– Pero ?si no lo se! -insistio el con voz de suplica.
Richard encendio la segunda bengala.
– Vale, alla vamos, ahora ya no voy a jugar, joder. Se acabaron los jueguecitos. Nos vas a decir donde cono esta nuestro cargamento, o te quemo los huevos.
Acerco la llama blanca de la bengala a la ingle del hombre.
– ?Jesus, Maria, madre de Dios, no lo se! -aullo el granjero, con los ojos casi saliendose de las orbitas como en los dibujos animados.
Entonces Richard le acerco tranquilamente la llama a la ingle. La llama intensa quemo rapidamente el tejido, y Richard aplico el calor ardiente a los testiculos del hombre, que habian quedado al descubierto. Este chillaba y aullaba, suplicaba, prometia, juraba que no sabia nada. Cuando los huevos del hombre estuvieron quemados hasta quedar convertidos en una bola de carne encogida, Richard aparto la bengala. El tipo ya estaba tan fuera de si que apenas era capaz de hablar.
Richard, que era un psicopata sadico con todas las de la ley, no sentia la menor compasion por aquel hombre. John y Sean estaban algo consternados. Era dificil no estarlo. El hombre era un espectaculo lastimoso.
– ?Donde esta nuestro cargamento, amigo? -le pregunto Richard-. Esto no es mas que el principio.
– No… no… no lo se -consiguio exclamar el otro.
– Vale; despidete de tu polla -dijo Richard-. Te voy a quemar la puta picha -anadio, acercandole la bengala.
– ?No! ?Se lo dire! ?Se lo dire!
– ?Donde esta? -le pregunto Richard, ya francamente harto.
– En una granja, carretera abajo. Lo tiene mi amigo Sammy.
– Con que lo tiene Sammy -dijo Richard-. Jodido imbecil. ?Por que no nos lo dijiste de entrada, y te habrias evitado todo esto?
– Porque crei… crei que podria enganaros -dijo el granjero, jadeante, como si acabara de echar una carrera.
– ?Y que te parece? ?Nos has enganado? -pregunto Richard.
– No.
– Te podrias haber ahorrado todo este sufrimiento.
– No queria hacerlo. Mi chica necesitaba un aborto. Necesitaba dinero desesperadamente.
– Creiste que el dinero valia mas que tus huevos. Amigo, ya no tienes huevos.
– ?Ya lo se! -aullo el.
– Imbecil -dijo Richard-. ?Puto imbecil!
Richard envio a John y a Sean a la otra granja, mientras el se quedaba con Huevos Quemados.
Cuando John y Sean se detuvieron ante la granja, Sammy salio de la casa.
– ?Tienes nuestro camion? -dijo Sean.
– ?Que camion? -respondio el.
– Ya estamos otra vez -dijo John.
– John Atkins dice que tienes nuestro camion.
– ?John ha dicho eso? No tengo ningun camion -dijo Sammy. Era un tipo bajo y grueso, con cabeza grande y redonda. Llevaba restos de comida en la barba. Las moscas le rondaban alrededor de la enorme cabeza. Su foto podria haber servido para ilustrar un articulo sobre la «basura blanca» en un diccionario [4]. Sean llamo a Richard y le conto lo que habia dicho Sammy.
– Hacedle algo de dano -le propuso Richard. Sacaron las pistolas y empezaron inmediatamente a pegar con ellas a Sammy. Este se rindio al momento, dijo que el camion estaba al fondo, tras unos arboles, los condujo hasta alli. Por fin habian encontrado su camion.
En la granja de Huevos Quemados Richard decidio que los dos tipos debian morir. Penso que el tipo al que habia estropeado los pies y los huevos querria vengarse tarde o temprano, y sin pensarselo un momento los mato a los dos de sendos tiros en la cabeza, y los tres asaltantes se volvieron a