copias de las copias maestras de Disney para la Costa Este, y Richard empezo a sacar copias piratas de La Cenicienta, Bambi y Pinocho, para las que siempre habia un buen mercado. Estaban en primavera, y Richard convirtio en todo un negocio el pirateo de los dibujos animados de la Disney.

Richard y la madre de Barbara no se llevaban bien. A ella no le gustaba el modo en que el trataba a Barbara. Pero Richard si apreciaba a Carmella: era dificil no apreciarla, con su bondad, su tolerancia y su enorme generosidad.

Parecia que el tiempo volaba. Volvieron a llegar las Navidades, y a Richard le encanto sentarse a la mesa de Navidad, llena de alegres adornos, esta vez en calidad de marido de Barbara. Orgulloso y satisfecho, comia, bebia, reia, e incluso cantaba con el resto de la familia. Era uno mas.

En cuanto al amor, Richard no se cansaba de Barbara. La pareja no usaba anticonceptivos de ningun tipo, y Barbara no tardo en quedarse embarazada otra vez. Pero perdio tambien este hijo, tuvo un aborto por causas naturales. Los medicos le dijeron que tenia muy debiles los musculos del canal vaginal, y que los musculos no apoyaban debidamente el feto; era un problema que no habia tenido ninguna otra mujer de la familia. Pero tanto Barbara como Richard querian tener hijos, familia propia, y se pusieron enseguida a buscarlos de nuevo.

Richard no tenia ningun reparo en pegar a Barbara delante de la Nana o de Genevieve. A el le parecia que aquello era normal, que un hombre pegara a su mujer, que la dominara fisicamente a voluntad. Era lo unico que habia conocido en su vida, y daba bofetadas y empujones a Barbara delante de su madre.

– ?Richard! ?No hagas eso! -le renia Genevieve; pero a el le traia sin cuidado. Una vez hasta llego a arrojar un cojin a Genevieve y a decirle que no se metiera en sus asuntos.

La pareja alquilo un apartamento pequeno en el oeste de Nueva York. El poco dinero que tenian ahorrado se acabo rapidamente. A Richard no le gustaba nada estar en la ruina, tener que renunciar a cosas que deseaba: muebles, ropa, un coche nuevo, un televisor mas grande, un equipo de musica. Aquello le recordaba la pobreza agobiante y los sacrificios de su infancia. Estaba deprimido, de mal humor y lleno de mal genio, y lo descargaba en Barbara, que habia llegado a considerar sus malos tratos como una parte integral, aunque retorcida, de su matrimonio, y aprendio a aceptarlos con estoicismo. Pero Barbara se iba distanciando de Richard cada vez mas. A veces se sentia mas como una cautiva suya que como su esposa, y, sorprendentemente, solia plantarle cara, le replicaba, estaba en desacuerdo con el, lo fustigaba con su ingenio agudo y cortante, lo que solo servia para alimentar la ira de el. Barbara siempre habia sido una persona franca e independiente con bastante personalidad, y el giganton de su marido no le iba a despojar de aquello. Le rompio la nariz por fumar; le rompio unas costillas por no untarle la mantequilla de cacahuete en el emparedado como le gustaba a el; le ponia los ojos negros a golpes; pero ella le plantaba cara, tenia un valor impresionante si se tiene en cuenta el tamano de Richard y su fuerza casi sobrehumana. La fuerza de Richard asombraba constantemente a Barbara: era capaz de subir a cuestas una nevera, una cocina, una pila de porcelana, hasta el segundo piso del bloque de apartamentos, el solo, como sin nada.

Barbara se quedo embarazada por tercera vez, y por prescripcion del medico evito hacer esfuerzos, hacia ejercicios para reforzar los musculos debiles. Richard estaba atento con ella, no le dejaba llevar pesos. Pero seguia pegandole, maltratandola, si ella lo hacia enfadar o le replicaba.

– Grandullon, tipo duro, no eres mas que un maton -le decia ella.

Cuando Richard volvia a casa de su trabajo, solia hablar del laboratorio cinematografico y de su colega gay, Tommy Thomas. Aunque Barbara no lo conocia en persona, sabia el aspecto que tenia porque Richard se lo habia descrito: tenia la cara pecosa, de rasgos aguilenos, y pelo rojo de zanahoria.

Una noche, la pareja estaba en la cama viendo El programa de Milion Berle y aparecio en la pantalla un hombre de aspecto extrano, de pelo rojo chillon. Barbara comento de pasada lo raro que era, que se imaginaba que Tommy seria asi. Sin previo aviso, Richard dio a Barbara una paliza, le rompio la nariz, la golpeo con tal violencia que ella tuvo una hemorragia vaginal. Llamo a su madre. Genevieve acudio a toda prisa, vio el estado de su hija y llamo a una ambulancia. Barbara estaba embarazada de cinco meses. El nino estaba naciendo de manera prematura; de hecho, cuando los medicos de urgencias la examinaron, ya asomaba una pierna. Ayudaron al nino a salir; era un varon. Estaba muerto.

Barbara estaba fuera de si. Odiaba a Richard. Habia deseado tanto tener un hijo, un chico; no habia consuelo. Penso denunciar a las autoridades lo que habia pasado, pero tenia un miedo mortal a lo que pudiera hacer Richard a su familia, a su madre, a su primo Carl, al que Barbara apreciaba mucho, y Richard lo sabia; de modo que no dijo una palabra de la paliza y de como habia perdido en realidad al nino.

Por la tarde, Richard se presento en el hospital como si no hubiera pasado nada, llevando unas hermosas rosas rojas y una caja grande de bombones caros. No dijo nada de lo sucedido, salvo que habia sido culpa de Barbara, a lo que esta respondio:

– Si, claro, me he pegado a mi misma, soy responsable de haber perdido al nino. ?Mentira!

El no le hizo caso. Ella volvio a casa a los dos dias. Estaba callada, hosca, y se estaba planteando su vida con Richard, como podria soportar a aquel loco violento con el que se habia casado. Le rondaba la idea del suicidio. Se pregunto si el maltrataria fisicamente a los hijos que pudieran tener.

Cuando Richard quiso acostarse con Barbara, ella se nego abiertamente durante mucho tiempo, pero el no estaba dispuesto a aceptar una negativa, y Barbara se quedo embarazada de nuevo, por cuarta vez. Richard le prometio que no le pegaria, pero si volvia a casa de mal humor y no le gustaba algo que habia hecho Barbara, le daba una bofetada.

Cuando a Barbara empezo a crecerle el vientre de nuevo, se armo del valor suficiente para decirle:

– Richard, escuchame bien… escuchame muy bien: si Dios nos manda un hijo, y tu haces dano a ese hijo, si pegas a ese hijo, te juro que te matare. Te cortare el cuello cuando estes dormido. Te pondre veneno en la comida. Te matare. Pegarme a mi, maltratarme a mi, es una cosa. Pero si pones un dedo encima a mi hijo, estas muerto.

Cosa extrana, Richard acepto esto con facilidad; ni siquiera le replico.

Barbara y Richard se mudaron de nuevo a un piso pequeno y bonito con jardin en Cliffside Park. Aquel cuarto embarazo fue muy dificil para Barbara. Los ultimos meses los tuvo que pasar en cama. Visitaba a un pediatra todas las semanas. Entre las visitas al medico y todo lo demas, estaban cortos de dinero. Para salir adelante y tener algo ahorrado ante la llegada del nino, Richard tomo un segundo empleo llevando un camion de reparto. Trabajaba todo el dia en el laboratorio, se volvia a casa en autobus, tomaba una cena rapida y volvia a salir a llevar el camion de reparto durante buena parte de la noche. Despues, dormia unas cuantas horas antes de volverse de nuevo al laboratorio. Estaba siempre cansado, de mal humor; tenia agujetas, y seguia encontrandose corto de dinero. Tener un hijo salia caro. Me parecia que cuanto mas trabajaba, menos teniamos. Me sentia como si… me estuviera ahogando, y que por mucho que me esforzaba, no conseguia mantenerme a flote, explico Richard.

En contra de sus mejores intenciones y de la solemne promesa que se habia hecho a si mismo, Richard decidio hacerse delincuente otra vez; solo que esta vez se propuso tener mucho mas cuidado y prudencia y no correr riesgos innecesarios.

No tardo en volver con su viejo amigo… el crimen.

Richard se puso en contacto con un par de tipos de Jersey City que conocia, dos irlandeses rudos que eran callados, uno tipos legales, discretos y duros, artistas profesionales del asalto a camiones. Uno se llamaba John Hamil, el otro Sean O'Keefe. Tenian contactos con tipos que trabajaban en diversas empresas de transportes, y a veces les daban el aviso de alguna buena carga. Sabian que Richard era de fiar y duro, que tenia la boca callada… y que era mortal. Los tres, avisados por un cargador de camiones, se

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