dijo-. Me volveria loco. Por favor, vamos a hacer que esto salga adelante. Vamos a intentarlo. Te quiero. Quiero casarme contigo.
– ?Richard, ya estas casado, tienes hijos!
– Me voy a divorciar. Te lo prometo. Te lo juro. Te doy mi palabra.
Y, asi, Richard convencio a Barbara, que era joven y credula, de que tendrian un futuro maravilloso juntos. La verdad era que Barbara queria tener hijos, queria tener una familia y un marido atento y carinoso, y sabia que ninguno podria ser mas atento que Richard.
Si Barbara hubiera sido mayor, mas madura, si hubiera visto algo mas de mundo, si se hubiera conocido a si misma mejor, habria encontrado la manera de poner fin a aquello alli mismo. Pero creia de verdad que Richard haria dano a las personas que ella mas queria, y cedio a las suplicas incansables de Richard, aparentemente sinceras y sentidas.
Richard ceno aquella noche en casa de la Nana Carmella. Se habia aficionado a los platos de la Nana Carmella y le gustaba mucho comer alli. En cierto sentido, estaba haciendo de la familia de Barbara su propia familia; los estaba asimilando como suyos, llenando un gran vacio que tenia dentro. La madre de Barbara habia llegado a aceptar a Richard, y el se sentia en paz y como en casa cuando estaba alli.
A lo largo de las semanas y de los meses siguientes, mientras se acercaba la primavera, Barbara se sentia atrapada en una especie de telarana pegajosa de la que no podia salir. Cuanto mas se revolvia, mas se enmaranaba. Richard era casi siempre bastante agradable, amable hasta caer en el servilismo. Podia ser muy divertido y de trato agradable. Pero no dudaba en pegarle, en apretarle la garganta, en amenazar con matarla a ella y a su familia. Barbara adopto la postura de pensar: Mejor que me haga dano a mi que no a nadie de mi familia.
Cuenta que en un momento dado fue a hablar con la Policia, y le dijeron que si lo detenian por agredirla, saldria de la carcel al poco tiempo, y ella creia que saldria con intencion de matarla. Ya sabia que llevaba encima pistolas, ademas de un cuchillo.
Barbara penso muchas veces en decirselo a su tio Armond y al hermano de la Nana Carmella, que era jefe de Policia de North Bergen, pero estaba absolutamente convencida de que si les contaba los malos tratos que le aplicaba Richard, le plantarian cara sin falta, y tambien sin falta Richard acabaria matandolos y enterrandolos en alguna parte. El le decia abiertamente que haria eso. Ella lo creia. Callo y soporto los malos tratos, que no hicieron mas que empeorar.
Barbara llego a descubrir que Richard podia llegar a ser francamente sadico en grado sumo, frio como el hielo, segun lo cuenta ella. Richard tenia, de hecho, todas las cualidades peores de su padre y de su madre, pero multiplicadas. Tenia la capacidad de Stanley para la crueldad repentina y prolongada, y la indiferencia de Anna ante los sentimientos de las personas. Richard habia llevado esos sentimientos hasta altaras vertiginosas; era mucho mas peligroso y cruel que lo que habia sido nunca Stanley Kuklinski.
Por otra parte, cuando Richard era amable, era el tipo mas agradable, simpatico y generoso del mundo. Atento. Amable. Considerado. Muy romantico. Regalaba regularmente a Barbara rosas rojas de tallo largo, tarjetas de amor con frases romanticas. Barbara se sentia como si estuviera en una montana rusa. En una montana rusa de la que queria bajarse con desesperacion. Pero no sabia como.
La pareja mantenia ya relaciones intimas con regularidad. Richard habia alquilado un apartamento, y los dos se reunian alli para sus citas romanticas. Richard no queria ponerse preservativo, Barbara no tenia acceso a ningun anticonceptivo, y paso lo inevitable: Barbara se quedo embarazada. Parecia que aquello era lo que habia querido Richard desde el principio: dejarla embarazada para obligarla a comprometerse mas en su relacion con ella.
Barbara estaba hundida. Ella, que solia ser una mujer animada, optimista, se sentia ahora deprimida, rodeada… acorralada, segun explica.
Richard hablaba de casarse. Dijo que se alegraba de que estuviera embarazada, que siempre habia querido tener hijos con ella, desde la primera vez que habian salido juntos. Barbara decidio que no queria casarse con Richard, que no queria tener a su hijo, y por fm, despues de pasar mucho tiempo armandose de valor, acudio a su madre y le dijo la verdad…
– ?Lo sabia! -dijo Genevieve con gesto severo, frio y airado-. Ya te lo dije. Ya te lo adverti. Eso era lo unico que queria el, y tu se lo diste, a un hombre casado con hijos. ?Como has podido? ?Como has podido consentir que pase esto? Tu tienes mas sentido comun. Yo no te crie asi…
Barbara, asqueada, se aparto de su madre.
La Nana Carmella fue mucho mas comprensiva. No sabia nada del pasado de Richard. El se la habia ganado con su timidez y sus buenos
modales. Era verdad que no era italiano, pero ella, aunque con reticen cias, habia llegado a a ceptar esto tambien, a aceptar a Richard. La Nana Carmella abrazo a Barbara y la tranquilizo, diciendole que todo saldria bien.
Pero Barbara sabia que no. Sabia que se estaba hundiendo rapidamente en arenas movedizas. Era buena catolica y no era partidaria del aborto. Aunque lo hubiera sido, en aquellos tiempos era dificil conseguirlo. Tomo la decision de tener el nino. Pero no queria tener nada mas que ver con Richard. Estaba seguro de que eso seria un viaje sin retorno a un lugar donde ella no queria ir. Saldria de la mejor manera posible de aquella mala situacion en que se habia metido. ?Que razon habia tenido Sol Goldfarb acerca de Richard! Ojala le hubiera hecho caso, se repetia a si misma una y otra vez.
Barbara fue al banco, retiro todos sus ahorros y se marcho, se fue de la ciudad sin decir nada a Richard. Acudio a la unica persona del mundo que la entenderia, que la protegeria, que la queria pasara lo que pasara y que no la condenaria en ningun caso: a su padre, Albert Pedrici. El senor Pedrici vivia en Miami Beach, y cuando Barbara se subio al avion, cuando el avion salio a la pista y despego, ella se sintio como si estuviera dejando atras un mal sueno, una pesadilla. Poco se figuraba que en realidad volaba hacia la pesadilla en la que se iba a convertir su vida.
19
Al Pedrici era un veneciano alto, apuesto, que amaba la vida y sabia gozar de ella. Tenia facilidad para reirse, para hacer amigos, era hombre sociable por naturaleza: todo lo contrario que la madre de Barbara. El padre de Albert habia llegado a los Estados Unidos pasando por la isla de Ellis en 1906 y se habia comprado una casa en la poblacion de mayoria italiana de Hoboken, en la misma manzana donde vivian los Sinatra. Los Pedrici abrieron una tiendecita de alimentacion en Hoboken y la familia salio adelante bien sin que les faltara nunca de nada. Albert conocio a la madre de Barbara cuando el tenia veintidos anos y ella diecinueve. Fue como un amor a primera vista que los condujo a un matrimonio mal conjuntado y que no dio resultado. Albert y Genevieve se divorciaron cuando Barbara tenia dos anos.
Durante su infancia, Barbara veia a su padre tanto como se lo permitian las circunstancias. Albert daba a Barbara todos los caprichos. Lo unico que tenia que hacer ella era senalar una cosa, y ya era suya. La mimaba. Barbara estaba mucho mas unida a su padre que a su madre, a pesar de vivir lejos de aquel; aun cuando su padre se fue a vivir a Miami, hablaban por telefono con frecuencia, se escribian largas cartas. A Albert le encantaba vivir en Miami, el buen tiempo, el sol radiante, estar cerca del mar, la vida nocturna animada de la ciudad. Hacia mucha vida social con su segunda esposa, Natalie: iban a fiestas y a clubes por todo Miami. A Albert le gustaba bailar, y la pareja solia salir casi todos los fines de semana a «mover el esqueleto», como le gustaba decir a Albert.
Cuando Richard se entero de que Barbara habia huido de Nueva Jersey, se puso fuera de si. Preguntaba constantemente a Genevieve y a la Nana Carmella adonde habia ido