Barbara. Ellas no querian decirselo. Richard estaba obsesionado. Volvia una y otra vez a la casa. No las dejaba en paz. No se ponia agresivo, ni grosero ni amenazador, pero Genevieve percibia que muy bien podia ponerse violento. Violentisimo. Habia oido a Sadie y a Arnold contar algunas cosas sobre su violencia A pesar de todo, Genevieve dijo a Richard con toda claridad que se olvidase de Barbara, que siguiera con su vida, que se buscase una buena chica polaca de su edad.

– Usted no lo entiende -dijo el, sacudiendo la cabeza con desanimo-. Yo quiero a Barbara, la quiero con todo mi corazon. Nunca… nunca habia querido a nadie como quiero a Barbara…

– Richard -le interrumpio Genevieve-, eres un hombre casado.

– Me voy a divorciar. Esa mujer, ese matrimonio, no han significado nunca nada para mi.

– Ya hace meses que lo dices, y no te has divorciado todavia. ?A que se debe eso?

– Yo… he tenido una racha de mala suerte. Necesito dinero para el abogado. Ya he hablado con el, es un abogado de Hoboken y no va a hacer nada mientras no le pague. Linda, mi ex, no significa nada para mi. La conoci cuando era muy joven. Nunca la quise. Los ninos vinieron porque si. Yo no queria, sabe usted, establecer un hogar, nada de eso. Barbara espera un hijo mio. Quiero casarme con ella. Desde la primera vez que sali con Barbara quise casarme con ella y fundar una familia con ella… lo juro. Barbara es una mujer de categoria. No habia conocido a nadie como ella.

Hubo una larga pausa. Por fin, Genevieve dijo:

– Si te doy el dinero para el abogado de Hoboken, ?te divorciaras?

– Inmediatamente, manana mismo.

– ?Lo prometes?

– ?Por mi vida!

Genevieve lo miro larga y fijamente. Era un hombre muy apuesto. De hecho, Richard la habia engatusado. Cuando queria, podia ser encantador… hasta llegar a encandilar a la gente.

– ?Cuanto? -le pregunto.

– Mil -dijo el.

– Vuelve manana y te lo dare -dijo ella.

– ?No puede ser! ?De verdad?

– Si. De verdad. Yo no haria bromas con una cosa asi.

Richard tomo en brazos a Genevieve levantandola como una muneca, y la abrazo con tal fuerza que estuvo a punto de romperle las costillas.

– Entonces, ?me dira donde esta ella? -le pregunto, esperanzado.

– Si; pero solo despues de que te hayas divorciado… y me lo demuestres.

– Lo hare, lo prometo -dijo el.

Volvio al dia siguiente; se llevo los mil dolares de Genevieve, que esta habia ganado con mucho esfuerzo; se apresuro a ir a Hoboken, pago al abogado, se prepararon los documentos, y Richard hizo que Linda los firmara. No le dejo otra opcion. Despues los firmo el, y, por medio del abogado, Richard y Linda quedaron divorciados ante la ley al poco tiempo. Richard no habia querido nunca verdaderamente a Linda, y la odiaba desde el dia que la encontro en el motel. Se alegro de verse libre de ella.

Richard volvio a visitar a Genevieve provisto de las pruebas de su divorcio, y esta vez ella le dijo donde estaba Barbara… cosa que Barbara no perdonaria a su madre jamas.

Aquel mes de mayo hacia en Miami un calor y una humedad insoportable. Cuando se ponia el sol, el aire se llenaba de mosquitos. Habia tantos mosquitos que no se podia salir a la calle. A Barbara no le gustaba Miami. No estaba acostumbrada a tanto calor. El embarazo le hacia sentirse especialmente incomoda. Temia que Richard hiciera dano a su familia. El habia dicho una docena de veces que estaba dispuesto a hacerlo, y ella se sentia inquieta hasta el borde de la locura, no podia dormir, temia que en cualquier momento sonara el telefono y le dijeran la noticia terrible, impensable: Richard ha matado a toda tu familia: a la Nana, a tu madre, a tu tia Sadie…

Barbara se preguntaba que habia hecho ella para merecerse una vida asi. Habia sido durante toda su vida una persona buena, temerosa de Dios. Siempre habia hecho el bien, desde que tuvo uso de razon. Y ahora esto. Esa pesadilla viviente, que respiraba, que tenia ojos de serpiente. Barbara empezaba a pensar que debia de haber cometido en otra vida algun delito horrible, odioso, para haber quedado condenada a sufrir una situacion tan injusta. Dios… no habia Dios. ?Que Dios seria capaz de condenarla a ese destino?

Empezaba a preguntarse si se deberia todo a que habia tenido relaciones sexuales con Richard; relaciones caprichosas, lujuriosas, siempre que a el le habia apetecido. Eso seria, sin duda. Aquello era lo que le habia acarreado encima aquella maldicion negra, aquel polaco psicotico de Jersey City. Llego a creer que el era el castigo de las pasiones carnales de ella.

Barbara disfrutaba mucho de la compania de su padre. El la apoyaba y la queria, y no la criticaba en absoluto, no le decia nada negativo. Le repetia constantemente que todo saldria bien, que tenia toda la vida por delante, que podria quedarse con el y con su mujer todo el tiempo que quisiera. No la presionaba en absoluto. Solo le daba amor, amor incondicional, sin esperar nada a cambio.

La tia Sadie la llamaba todos los dias, y tambien ella la apoyaba y le daba optimismo, y hablaban de la alegria que era tener un hijo. La tia Sadie dijo que estaria encantada de cuidar a la nina (estaba segura de que seria nina) cuando Barbara estuviera dispuesta a volver a trabajar. Cada dia que pasaba, Barbara se sentia mas fuerte y mas resignada a su destino. Dejo de castigarse a si misma; empezo a dar largos paseos por la orilla del hermoso oceano Atlantico, y le gustaba ir a nadar por la manana, temprano, cuando el sol de Florida salia despacio por el este.

Se puso morena con el sol, y estaba muy guapa con su bronceado radiante, mientras su hijo se desarrollaba rapidamente en su vientre, cada vez mayor.

Llego a Miami una furiosa tormenta procedente del sur. El cielo se puso negro de pronto, adquirio el color gris oscuro de la polvora. Los fuertes vientos doblaban las palmeras, las movian como si estuvieran bailando al son de la musica latina. Los relampagos surcaban a su antojo el cielo oscurecido. Los truenos sacudian la atmosfera. A Barbara no le habian gustado nunca las tormentas, desde que era nina. Le parecian que eran malos presagios de desgracias venideras.

Barbara estaba sentada en el porche de la casa de su padre, viendo la tormenta, los relampagos, como maltrataba el viento las palmeras, cuando vio de reojo que un taxi se detenia despacio ante la casa. Se bajo del vehiculo un hombre solo, un hombre grande. Llevaba una maleta. Empezo a subir hacia la casa por el camino de acceso. Barbara comprendio de pronto, como herida por un rayo, que era Richard. Quiso levantarse y echar a correr, pero ?donde podria ir? ?Donde podia huir? Richard llego a la puerta y llamo con fuerza. Barbara acudio disgustada, frunciendo el ceno.

– Te he encontrado -dijo el.

– Si, ya lo veo.

– ?Por que huiste?

– ?Por que crees que hui?

– Estas preciosa. Has cambiado. Supongo que es verdad.

– ?Que es verdad que?

– Que las mujeres se ponen mas guapas cuando estan embarazadas.

– Eso lo diras tu.

– ?Puedo entrar?

– Si quieres que te diga la verdad, prefiero que no entres.

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