Tercera Parte
22
Richard Kuklinski seguia trabajando muchas horas extraordinarias en otro laboratorio. Habia un gran mercado para la pornografia, un mercado creciente, y Richard se encargaba de atenderlo.
Pero con todas las horas extraordinarias que hacia, otros companeros del laboratorio acabaron quejandose al sindicato de laboratorios cinematograficos, y un delegado sindical acudio al laboratorio para hablar con Richard. El delegado era un irlandes de anchos hombros, muy pagado de si mismo; era de esos hombres que no saben ejercer la autoridad: un maton. Detuvo a Richard cuando este salia del trabajo. El laboratorio donde trabajaba por entonces estaba en la calle Cincuenta y Cuatro Oeste. Fueron a hablar al parque DeWitt Clinton, en la Avenida Doce. Ya habia oscurecido
– Hemos recibido quejas de que te estas quedando con todas las horas extras -empezo a decir el tipo del sindicato.
– Eh -dijo Richard-. A mi me preguntan si quiero hacer las horas, y yo digo que si. Tengo mujer y dos crias. ?Cual es el problema?
– El problema es que estas robando a los demas.
– Y una leche. Ellos dicen que no quieren hacer las horas. Yo si. Vete a paseo -dijo Richard, y se aparto del sindicalista. Este asio a Richard del hombro, y Richard se volvio y le asesto un directo de derecha. El del sindicato, al caer, se dio un fuerte golpe en la cabeza con el borde de un banco del parque. Se quedo tendido en el suelo, inmovil.
Richard le busco el pulso. No lo tenia. ?Ay, mierda! -penso-. Ahora si que me he metido en lio gordo.
Sabia que los habian visto juntos, y supuso que alguien del sindicato sabria que aquel tipo habia venido a hablar con el, y ahora estaba muerto. Mal asunto.
Richard oculto enseguida el cuerpo en unos arbustos de por alli, fue a una ferreteria proxima, compro unas cuerdas fuertes y volvio hacia el parque. Vio una caja de madera de botellas de leche ante una lecheria y se apodero de ella. Se cercioro de que no miraba nadie; arrastro al tipo hasta un arbol, le ato la cuerda al cuello, arrojo el otro extremo sobre una rama gruesa, izo al tipo, ato el extremo suelto de la cuerda a un banco, dejo la caja de leche bajo los pies colgantes del hombre y lo dejo asi, bien muerto, oscilando a la brisa que subia del proximo rio Hudson sin que nadie se hubiera enterado de nada.
Cuando la Policia encontro el cadaver del sindicalista, creyeron al principio que se trataba, en efecto de un suicidio; pero no tardaron en recaer las sospechas sobre la celebre banda de los Westies. Aquel era su terreno, el corazon de la Hell's Kitchen. Detuvieron a sus jefes, Micky Featherstone y James Coonan, para interrogarlos. Estos dijeron, sin mentir, que no sabian nada. Nunca se sospecho de Richard, ni siquiera se lo interrogo. Tenia una suerte sorprendente en lo que se referia a matar gente.
En general, Richard ya no se trataba con su madre ni con su hermana Roberta. Habia llegado a odiar de verdad a su madre, la consideraba «un cancer», y despreciaba a Roberta, la tenia por una puta; sin embargo, al cabo de algunos anos si que mantenia algun contacto con su hermano Joseph. Lo sucedido en aquellos servicios habia quedado olvidado. A Richard le parecia que podria haber hecho algo mas por ayudar a Joseph: darle consejos, orientacion, tenderle una mano de hermano. Por entonces, Richard veia a su hermano una vez al mes, poco mas o menos. Se veian en un bar, tomaban una copa, Richard le daba unos cuantos dolares, y nada mas. Aunque no le gustaba la homosexualidad de su hermano, habia llegado a aceptarla.
Joseph, como Richard, tenia un genio violento, homicida, y hacia dano a la gente con botellas rotas, con cadenas y con taburetes de bar en las rinas. Richard tuvo que ir varias veces a Jersey City para sacar a Joseph de algun aprieto. En cada ocasion en que Richard ayudaba a Joe, le advertia que era la ultima vez, le decia que ahora tenia una familia y que no podia estar acudiendo constantemente para sacarlo de apuros.
Richard recibio una llamada telefonica un sabado, a ultima hora de la tarde.
– Richie, tengo un problema -le dijo Joseph.
– ?Si? ?Que pasa ahora?
– Estoy en un bar. Aqui hay cuatro tipos que no me quieren dejar marchar.
– ?Por que no?
– Dicen que les debo dinero.
– ?Y se lo debes?
– Estabamos jugando a las cartas, y supongo que perdi.
– ?Cuanto?
– No mucho.
– Vete sin mas, Joe.
– No me dejan. LO he intentado. Son cuatro. Tienen… bates de beisbol.
– ?Bates de beisbol?
– Si.
Richard solto un largo suspiro de exasperacion.
– Va a ser la ultima vez que te ayude… ?entendido? -dijo.
– Si -dijo Joe.
Richard colgo.
Todo el mundo sabia que Joseph Kuklinski era hermano suyo, y a Richard no le gustaba la idea de que varios tipos lo tuvieran como rehen, amenazandolo con los bates de beisbol. ?Como se habian creido con derecho a hacer tal cosa?
Richard tenia un maletin que guardaba oculto en su garaje y cerrado con llave. Saco del maletin dos pistolas derringer del 38 de dos canones, cargadas con balas dum-dum y se las metio en los bolsillos de la chaqueta. Despues, se metio un cuchillo de caza en el calcetin y salio en coche camino de Jersey City, mas enfadado a cada kilometro. Enfadado porque su hermano fuera tan metepatas, enfadado porque aquellos tipos se hubieran atrevido a retenerlo. Richard aparco el coche a varias manzanas del bar, se aseguro de que no le habian tendido una emboscada, y entro en el bar. Su hermano estaba sentado en una mesa apartada, a la izquierda. En efecto, habia cuatro tipos corpulentos sentados a su alrededor. Richard advirtio que uno de ellos tenia un bate de beisbol bajo la mesa.
– Vamos, Joe, vamonos -le ordeno Richard-. Joe empezo a levantarse. El mas grande de los cuatro tipos se acerco a Richard.
– No va a ir a ninguna parte mientras no pague lo que debe. Me alegro de que hayas venido, Rich. Sabemos que eres un tipo legal.
– ?Cuanto debe?
– Quinientos cincuenta.
– Yo me encargare de que haga todo lo posible por pagaros. Vamos,