Joe, vamonos -volvio a ordenarle Richard.
– Eh, yo digo que no se va.
– Joe, camina hacia la puerta, joder -le ordeno Richard.
– Sabemos quien eres, Rich, y que siempre llevas pistola. ?Por que no pagas tu lo que debe?
– No os pago nada. Si sabeis quien soy, sabreis que no voy a consentir que retengais a mi hermano en contra de su voluntad. ?Ven aqui, Joe!
Joe empezo a levantarse.
– Detenedlo -dijo el que estaba mas cerca de Richard.
A Richard se le acabo la paciencia. Saco la mano derecha del bolsillo, les enseno la pistola que tenia en la mano.
– Tengo una bala para cada uno de vosotros -dijo-. ?Vamos, Joe!
Entonces los cuatro retrocedieron. Joseph llego hasta Richard. Los dos salieron por la puerta.
– Gracias, Rich -dijo Joe.
– Es la ultima vez. Tienes que dejarte de estas mierdas.
– Hicieron trampa. Eso fue lo que paso: me prepararon una encerrona.
– Me importa un pito, Joe; yo no puedo estar dedicandome a estas cosas. Tengo mujer y dos hijas. Merrick esta enferma. Me necesita. Ya no puedo dedicarme a estas cosas… ?vale?
– Vale… lo entiendo -dijo Joe.
Ya estaban a media manzana del bar. Empezaron a cruzar la calle, y entonces se les vino encima un coche en el que iban los cuatro tipos del bar. El conductor intento atropellar a los hermanos. Richard saco una de las derringer y disparo dos tiros. Una de las balas dio en la cerradura del maletero y la puerta se abrio. Al cabo de pocos instantes, segun parecio, se oyo ruido de sirenas de Policia. Richard tiro las dos derringer. Los dos extremos de la calle estaban bloqueados con coches de Policia. El conductor del coche les dijo que Richard les habia disparado un tiro. Richard lo nego, naturalmente.
– ?Con que pistola? ?Donde esta? -dijo Richard.
Pero los policias encontraron los dos orificios de bala en el coche, se pusieron a buscar la pistola y encontraron una de las derringer. Esposaron y detuvieron a todos. Richard estaba fuera de si. Aquello le estaba sentando como un tiro. En la comisaria, Richard nego haber tenido ninguna pistola, y advirtio a los cuatro tipos del coche que cerraran la boca.
– Si no decis nada, saldremos todos libres, ?entendido?
Los otros asintieron con la cabeza, pero entonces Joseph se puso a discutir con ellos de nuevo, diciendo que le habian hecho trampas, que le habian tendido una encerrona, que habian llamado a la Policia.
– Callate… callaos todos, joder -ordeno Richard-. Los polis escuchan.
Se callaron. Los detectives los interrogaron. Todos callaron, pero los detectives sabian lo que habia pasado y siguieron acosando a Richard. Este ni siquiera les dirigia la palabra. A Richard no le gustaban los policias; para el, eran unos matones corruptos con pistola y placa, y no dudaba en poner de manifiesto la opinion que tenia de ellos.
Cuando permitieron por fin a Richard hacer una llamada telefonica, llamo a un abogado penalista de Jersey City y le conto lo que habia pasado. El abogado acudio a los calabozos y dijo a Richard que necesitaba dinero para «resolver la cuestion». Jersey City era uno de los municipios mas corruptos de los Estados Unidos. Se podia comprar y vender a los policias y a los jueces por cuatro cuartos. Richard hizo enseguida otra llamada, se puso al habla con John Hamil, le conto lo sucedido y le pidio que diera tres mil dolares al abogado.
– Ya esta hecho, hermano -dijo John.
Richard y los demas pasaron la noche en el calabozo. Richard llamo a Barbara para decirle que estaba trabajando en el laboratorio. Solia quedarse trabajando por la noche, haciendo horas extraordinarias.
A la manana siguiente los llevaron a todos al juzgado para que comparecieran ante el juez. Richard, de pesimo humor, se ocupo de que nadie dijera nada. Su abogado los encontro en el calabozo de espera, les guino un ojo y dijo: «Todo esta arreglado». No tardaron en ser llevados ante el juez, al que el abogado de Richard ya habia entregado los tres mil dolares. El juez dijo que no veia «causa razonable» para llevar adelante el caso, les impuso una pequena multa y los dejo libres alli mismo.
Cuando Richard y los demas salian del juzgado, uno de los detectives, nada contento, se dirigio a Richard.
– Le devuelvo su pistola -dijo, tendiendo a Richard su derringer. -Esa pistola no es mia -dijo Richard, y salio del juzgado. En la calle, dijo a su hermano:
– Se acabo. Si te metes en otro lio, no pienso ayudarte. ?Entendido? - Si -dijo Joseph con humildad-. Entendido.
23
La perrita tenia una pata rota y estaba conmocionada; temblaba, tenia convulsiones y no dejaba de ladrar en el patio de un edificio de la Central Avenue de Jersey City, numero 438. Eran las doce y media de la noche y el perro no dejaba dormir a la gente. El animal era de Pamela Dial, una nina de doce anos que era pequena para su edad y delgada. Pamela tenia el pelo negro y los ojos oscuros, grandes y redondos. Era una alumna muy aplicada de la escuela parroquial de Santa Ana, alli cerca. Vivia en el 9 de la calle Bleeker, con su madre, su padre y sus hermanos John y Robert, a la vuelta de la esquina de la manzana de Central Avenue donde vivian Joseph y Anna Kuklinski.
Pamela queria mucho a su perra, una perrita pequena sin raza, blanca y negra. Siempre estaban juntos. La perra acompanaba a Pam a todas partes, meneando la cola y prestandole una atencion poco comun.
Antes, hacia las once de la noche de aquella fatidica noche de martes, Pamela habia salido de la casa a buscar a su perra. Todavia no habia terminado de hacer sus deberes, que estaban extendidos sobre su cama. Tampoco habia dicho a su familia que salia a buscar a Lady. Cuando salio, sus padres estaban viendo el telediario de las once de la noche y ni siquiera se enterraron de que se habia marchado.
Pamela encontro a su perrita y se volvia a su casa cuando se encontro con Joseph Kuklinski.
Joseph y Pam se conocian del barrio. Joseph era alto y apuesto, delgado y musculoso, tenia el pelo largo y rubio, bigote de Fu Manchu. Tenia entonces veinticinco anos. Los dos se pusieron a hablar. Joseph pregunto a Pamela si le gustaria pasar un rato a solas con el. Sin entender claramente lo que queria decir, la nina le dijo que si con toda inocencia y siguio a Joseph Kuklinski hasta un edificio de cuatro pisos en el 438 de Central Avenue, en el que subieron hasta la azotea. Joseph vivia con su madre en el 434 de Central Avenue, a solo dos edificios de distancia. Joseph habia utilizado muchas veces a lo largo de los anos las azoteas de los edificios de Central Avenue para sus aventuras sexuales, con parejas de ambos sexos. Pamela no tenia idea de lo que pretendia Joseph. A este lo llamaban en el barrio Joe el Vaquero, y a ella le parecia guapo. Le gustaba que le hubiera prestado atencion, que quisiera estar a solas con ella. Pamela subio hasta la azotea por voluntad propia, sin saber nada de los demonios que tenia Joseph Kuklinski dentro de la cabeza.
Joseph habia estado bebiendo; estaba cargado, olia a alcohol. En la