Chen se habia puesto un traje caro de tela ligera y unas gafas sin montura, y se habia peinado de un modo distinto al acostumbrado. Los invitados probablemente no lo reconocerian, salvo el agente del Departamento de Seguridad Interna. Aunque Chen era conocido en su circulo, los asistentes a la fiesta sin duda pertenecerian a un mundillo muy distinto al suyo. El inspector jefe contemplo su reflejo en la ventana con cierta ironia. El habito no hace al monje, pero lo ayuda a interpretar su papel.
Una chica salio por una puerta abierta en el tabique, a traves de la cual Chen alcanzo a ver una puerta trasera que conducia a un callejon. La chica, posiblemente una alumna de secundaria que ayudaba en el negocio familiar, le sirvio cafe con una dulce sonrisa. El cafe era caro, pero estaba recien hecho y tenia un sabor fuerte.
Mientras se bebia el cafe a sorbos, Chen marco el numero de la Asociacion de Escritores de Shanghai. Una secretaria joven contesto al telefono. Se mostro bastante cooperativa, pero sabia muy poco acerca de Diao, el autor de
A continuacion Chen llamo a Wang, el presidente de la Asociacion de Escritores Chinos en Pekin, y le pidio que localizara a Diao. Wang prometio llamarle tan pronto como supiera algo.
Tras depositar el telefono junto a la taza de cafe, Chen saco el expediente de Xie y se puso a leer la parte en que se contaba la historia de la mansion.
Los prestigiosos edificios de esa zona habian sido testigos de numerosos cambios. A principios de la decada de 1950, algunos cuadros del Partido se instalaron en las mansiones y expulsaron a la mayoria de antiguos residentes; solo unos pocos permanecieron. La situacion empeoro ostensiblemente a principios de la Revolucion Cultural. En aquella epoca, decenas de familias de clase obrera podian tomar por la fuerza una casa grande. Cada familia solia ocupar una habitacion, «actividad revolucionaria» que abolia los privilegios propios de la sociedad anterior a 1949. A principios de los noventa, se demolieron varios edificios antiguos para construir nuevas viviendas. Fue un milagro que Xie conservara intacta su casa durante todos esos anos, y, segun la leyenda urbana tantas veces contada en su circulo social, la conservo gracias al sacrificio de su ex mujer. Se dijo que esta mantuvo una relacion extramatrimonial con un poderoso comandante de los Guardias Rojos, el cual permitio a la familia permanecer en la casa sin que nadie la molestara. Despues el matrimonio se divorcio, y la ex esposa se traslado a Estados Unidos antes de que la mansion se revalorizara.
Fueran ciertas o no estas historias, la mansion que se alzaba al otro lado de la calle ofrecia un aspecto esplendoroso bajo el sol de la tarde. Chen levanto la mirada del expediente, pero no vio a nadie acercarse aun al edificio. Decidio matar el tiempo removiendo el cafe con la cucharilla.
A continuacion entro en el establecimiento un grupo de jovenes escandalosos que pidieron a coro cafe, Coca-Cola y alguna cosa para picar. No se fijaron en el.
Unos veinticinco minutos despues, Chen vio que un coche negro se detenia frente a la mansion. De el salieron dos chicas, y se despidieron del conductor con un gesto de la mano. El coche no parecia un taxi, porque no llevaba indicador en el techo. Las chicas llegaron a la puerta de entrada y llamaron al timbre. Desde donde estaba, Chen no pudo ver a la persona que acudio a abrirles la puerta. Poco despues llego un hombre en taxi y tambien se dirigio a la entrada de la mansion.
Chen se levanto, pago la cuenta y salio del cafe.
Al examinarla mas de cerca, la Mansion Xie le parecio algo destartalada y ruinosa. La pintura de la puerta estaba cuarteada y no habia interfono. Al tocar el descolorido timbre, Chen tuvo que esperar varios minutos antes de que un hombre desgarbado de unos cincuenta anos saliera a abrirle. El hombre inspecciono el maletin de cuero italiano que Chen llevaba en la mano como si de una tarjeta de visita se tratase.
– ?Senor Xie? -pregunto Chen.
– Esta dentro. Entre, por favor. Llega un poco temprano para la fiesta.
Chen no sabia la hora exacta a la que empezaria la fiesta, pero los invitados continuaban llegando. Puede que muchos de ellos ni siquiera se conocieran.
El inspector jefe entro en un salon espacioso de forma rectangular, con grandes cristaleras que daban al jardin. Varios invitados charlaban de pie junto a las cristaleras, con bebidas en la mano. La fiesta aun no habia empezado, y nadie se molesto en saludarlo. Chen se fijo en una mujer de mediana edad, un poco rechoncha, que no dejaba de agitar un paipay de seda. El aire acondicionado estaba puesto a una temperatura suave. A lo largo de la pared situada frente a la cristalera habia una hilera de sillas, todas vacias.
En el otro extremo del salon habia una sala, con puertas correderas esmeriladas. A traves de una puerta entreabierta Chen vio fugazmente una falda roja. Debia de ser la sala donde Xie daba clases de pintura a sus alumnas. Al parecer, aquella tarde tenian lugar dos actividades distintas en la mansion, la clase de pintura y el baile.
Chen se acerco al grupo que charlaba junto a la cristalera. Sus integrantes eran conocidos a veces como
– Me llamo Chen -se presento a un hombre de cabello plateado, gafas de montura dorada y un reloj de oro con cadena que le colgaba del bolsillo del chaleco-. Soy escritor.
El hombre de cabello plateado asintio con la cabeza, se ajusto las gafas de montura dorada sobre el caballete de su nariz aguilena y, sin decir ni una sola palabra como respuesta, continuo hablando con un anciano regordete.
Al parecer, Chen no era uno de ellos y nadie parecia interesado en el. Con todo, consiguio entablar conversacion con otros invitados, en un esfuerzo por encajar en aquel ambiente. Les
Al cabo de quince minutos, un hombre salio con paso energico de la sala contigua y se dirigio hacia los invitados con la mano extendida. Era un hombre de aspecto corriente y poco mas de sesenta anos, bastante bajo, algo gordo, de calvicie incipiente y rostro anguloso. Llevaba una chaqueta gris y pantalones negros de vestir. Hablaba con un fuerte acento de Shanghai.
– Soy Xie. No sabia que ya hubiera llegado, senor Chen. Lo siento mucho. Estoy dando una clase ahi dentro.
Xie condujo a Chen a la otra sala. Es posible que tiempo atras fuera un gran comedor, aunque ahora la usaba como estudio para las clases de pintura. Habia alli seis o siete chicas, incluyendo las dos a las que Chen habia visto llegar desde la ventana del cafe, muy concentradas en sus tareas. Cada muchacha vestia de una forma distinta: una llevaba un pantalon de peto cubierto de pintura, otra una camiseta de talla extragrande y shorts vaqueros deshilachados y otra se habia puesto un vestido veraniego y una especie de turbante en la cabeza. Tal vez fuera una escena habitual en una clase de pintura, pero esta era la primera vez que Chen asistia a una.
Entonces reconocio a Jiao, una chica alta vestida con una blusa blanca y una falda vaquera que se hallaba junto a la ventana. Tenia los ojos grandes y la nariz recta, y su rostro, en forma de pepita de melon, recordaba levemente al de Shang. Parecia mas joven que en la fotografia del expediente y, mientras retocaba su esbozo, irradiaba entusiasmo.
Xie no le presento a las chicas, que parecian absortas en su trabajo. Tras senalarle a Chen el sofa rinconero, Xie se acerco una silla y se sento.
– Aqui se esta mas tranquilo -afirmo Xie en voz baja-. El senor Shen me ha hablado muy bien de usted.
– Le comente que quiero escribir un libro y me recomendo ponerme en contacto con usted -explico Chen-. Se que esta muy ocupado, senor Xie, pero me seria de gran ayuda visitarlo de vez en cuando.
Venga cuando quiera, Chen. Shen fue un buen amigo de mi padre, y es como un tio para mi. Ademas, me ha proporcionado mucha informacion sobre la ropa que se llevaba en la decada de los treinta. Cualquier persona a la que recomiende sera bienvenida a esta casa. Me han dicho tambien que usted habla bien el ingles, y de vez en