– Gracias, senor Chen. Song no presiono demasiado al senor Xie, no despues de que el le demostrara que tenia una coartada. Song tambien me hizo a mi algunas preguntas, pero no demasiadas. Ya hemos hablado con un abogado al que el senor Xie conoce desde hace anos, solo por si acaso.

– Si, bien hecho -respondio Chen-. Por cierto, ?usted conocia bien a Yang?

– No, no demasiado bien. Era una chica muy moderna, que revoloteaba de un sitio a otro como una mariposa. Parecia conocer a mucha gente.

– Ya entiendo -dijo Chen, tomando la palabra «mariposa» como una comparacion negativa-. Recuerdo que intento arrastrarla a una fiesta el otro dia.

– Es muy observador, senor Chen.

– No pude evitar fijarme en usted -respondio el, sonriendo-. Es usted muy diferente, como una grulla inmaculada que destaca entre los pollos.

Parecia como si flirteara con una chica atractiva: era el «acercamiento» que el ministro Huang le habia insinuado. Sin embargo, no la presiono y bebio otro sorbo de cafe, que le parecio fuerte y amargo. Ella tampoco respondio. Permanecio sentada recatadamente, con la mirada baja.

El timbre de un movil, que comenzo a sonar dentro de su delicado bolso de mano, interrumpio el breve lapso de silencio.

– Disculpeme -se excuso Jiao, levantandose de un salto y saliendo a toda prisa por la cristalera, sin ponerse las zapatillas.

Su silueta, con el telefono sujeto contra la mejilla, quedo enmarcada por la puerta como si fuera un cuadro al oleo. Ataviada con su vestido mandarin rosa y blanco parecia una flor de ciruelo, imagen que a Chen le recordo vagamente un poema. Algo pensativa bajo la luz matinal, parecia asentir con la cabeza a su invisible interlocutor. Jiao levanto la pierna derecha, la doblo hacia atras y apoyo el pie contra el marco de la ventana sin dejar de rascarse el tobillo. Se habia pintado de rojo las unas de los pies, resplandecientes como petalos.

Anos atras, es muy posible que Mao se hubiera sentido fascinado por alguien como ella…

Chen se levanto y se dirigio a la antigua maquina de escribir que habia encima de la mesita de la esquina. Una Underwood. No tenia papel puesto. Chen tecleo dos o tres letras al azar, todas ellas oxidadas y pegadas las unas a las otras. La maquina de escribir, un trasto inutil en cualquier otra parte, era aqui un valioso adorno.

– Disculpe por la llamada, senor Chen -dijo ella, volviendo a entrar sigilosamente en el salon-. Por cierto, usted tiene asistenta en casa, ?verdad?

– ?Asistenta? -Chen se sorprendio de esa pregunta, que era mas bien una afirmacion. Quizas Jiao lo daba por sentado, al tratarse de un supuesto hombre de negocios. Chen respondio con una evasiva-. Seguro que usted tambien tiene.

– Antes tenia, pero dejo el trabajo de repente, sin avisar y sin darme ninguna explicacion. Ahora aqui todo esta hecho un asco, asi que tengo que venir a ayudar. Necesito a alguien en casa.

Chen no tenia asistenta, no le hacia falta. Su madre le habia dicho que debia tener a alguien en casa para que se ocupara de sus cosas, pero Chen sabia a que se referia, y no era precisamente a una asistenta.

?Realmente necesitaba Jiao una asistenta? Un ano atras aun trabajaba de recepcionista, cobrando poco mas que una asistenta. Era joven y vivia sola, por lo que probablemente las tareas domesticas de su piso no requeririan muchas horas.

Sin embargo, aquello le brindo una oportunidad que Chen no podia desaprovechar. Jiao no lo habia invitado aun a su casa, ni era probable que lo invitara en un futuro proximo. Tener alli a una asistenta que mantuviera los ojos abiertos resultaria muy util.

– Si, no cabe duda de que necesita una asistenta.

– Las que vienen recomendadas por las agencias no son de fiar. Puedo tardar semanas en encontrar a alguna buena y de confianza.

– La mia es muy responsable -contesto Chen, improvisando-. Confio en ella, lleva anos trabajando en el sector. Seguro que conocera a alguien que pueda convenirle.

– Eso seria estupendo. ?Cree que podria encontrarme una asistenta? Confio en usted.

– Hablare con ella hoy mismo.

Jiao parecia realmente aliviada. Cogio su taza de cafe y cambio de postura, apoyando los pies sobre el brazo del sofa. No era una pose demasiado apropiada para una mujer ataviada con un vestido mandarin, pero no podia decirse que Jiao fuera una dama, como Shang. De hecho, a Chen le parecio singularmente vivaz, sentada asi, con una brizna de cesped del jardin pegada a la planta del pie, un pequeno detalle que la volvia real y cercana. Ya no la veia como un debil eco de la lejana leyenda de Mao y Shang.

Despues de ofrecerse a ayudarlos, primero con la inmobiliaria y luego con el caso del asesinato de Yang, aunque fuera de forma indirecta, tanto Xie como Jiao comenzaron a mostrarse muy amables con el. La cena a la luz de las velas con Jiao podria haber influido sutilmente: ahora ella le hablaba de forma distinta y parecia confiar en el, como acababa de decirle. Chen deseo hacerse acreedor de su confianza.

Jiao volvio a levantarse, consciente de la expresion pensativa en el rostro de Chen.

– Ire a echar un vistazo al piso de arriba y le dire a Xie que esta usted aqui. Tal vez quiera decirle algo.

– No, no se preocupe. Ahora tengo que irme -respondio Chen, levantandose a su vez-. He quedado con alguien para comer.

Le encontraria una asistenta; tal vez fuera un paso crucial para la investigacion. La asistenta tendria que ser alguien en quien el confiara, por lo que descartaba acudir al Departamento en busca de ayuda.

Sin embargo, nada mas salir de la mansion se dio cuenta de que no tenia el numero de telefono de Jiao, asi que volvio a entrar a toda prisa.

Jiao, que hablaba de nuevo por el movil, dijo algo apresuradamente al verlo.

– ?Ah!, me habia olvidado de preguntarle su numero de telefono, Jiao.

– Lo siento, yo tambien me olvide de darselo -respondio ella, tapando el movil con la palma de la mano-. Yo tengo el suyo, le llamare dentro de unos minutos y asi usted tendra tambien el mio.

Despues de salir otra vez de la casa, cerrando la puerta tras de si, Chen decidio pasear un rato. Aquella manana de finales de verano, las cigarras chirriaban de forma intermitente entre el verde follaje de los alamos franceses que flanqueaban la calle. La zona habia pertenecido a la Concesion Francesa a principios de siglo.

Chen saco el movil y empezo a marcar el numero de Nube Blanca, pero se detuvo tras pulsar las tres primeras teclas. Ademas de que Nube Blanca podria correr un gran riesgo, era demasiado joven y demasiado moderna, y por mucho que lo intentara, no podria hacerse pasar por una asistenta. Despues de dudar durante unos instantes, Chen llamo al Viejo Cazador y le explico el problema.

– Por eso necesito encontrarle una asistenta a Jiao, alguien de confianza. No tanto para ella como para nosotros. Alguien que pueda trabajar desde dentro mientras usted patrulla en el exterior.

– Se lo preguntare a mi vieja. Conoce a mucha gente -respondio el Viejo Cazador-. Lo llamare tan pronto como sepa algo.

Chen volvio a meterse el movil en el bolsillo del pantalon. Miro al frente y vio a un vendedor ambulante de tofu fermentado, que se inclinaba sobre un hornillo portatil y un wok en una bocacalle resguardada del sol. Chen se dio cuenta de que la brisa le habia traido el olor penetrante del tofu, tan familiar. Era un tentempie tipico de Shanghai, con un sabor muy acre que siempre le habia gustado. Un momento inoportuno para caer en la tentacion, a la que Chen trato de resistirse.

Con todo, acabo torciendo por la bocacalle, al final de la cual tomaria un atajo hasta la estacion del metro. Ya habia hecho este recorrido antes. Ademas, esta era una zona mas tranquila, lo que le permitia concentrarse.

Si algo le habia llamado la atencion aquella manana, fue la extraordinaria preocupacion que Jiao habia mostrado de nuevo por Xie. Se trataba de una relacion mas intensa de lo habitual entre alumna y profesor, pero Chen no supo ver el motivo oculto que tanto Song como el propio Chen sospecharon en un principio.

A continuacion, el inspector jefe paso junto a una verja de hierro forjado que cerraba la entrada a un callejon. Frente a la verja aguardaba un hombre que fumaba agazapado, vestido con una camisa negra de manga corta al estilo chino. El hombre le lanzo una mirada a Chen desde debajo de un sombrero de lona blanca calado hasta las orejas, que le protegia la cara del sol. Era una imagen bastante frecuente en una ciudad en la que tantas personas habian perdido su trabajo en anos recientes. Chen percibio de nuevo el olor del tofu fermentado, aquel olor acre que tanto le gustaba…

Entonces oyo pasos que se le acercaban por detras. Mirando de reojo, Chen vio que el hombre del sombrero

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