Aparecio un revisor empujando un carrito por el pasillo, en el que llevaba
Chen espero dos o tres minutos antes de sacar el huevo, y a continuacion echo el paquete de condimentos en la sopa. Le parecio que los fideos instantaneos tenian un sabor bastante aceptable. Las motas verdes que flotaban en la sopa recordaban remotamente a la cebolleta picada. Era igual que en sus anos de estudiante, con la diferencia de que entonces los fideos instantaneos no venian en recipientes de plastico.
La pareja que tenia enfrente saco una fiambrera de acero inoxidable con ternera frita y pescado ahumado, asi como cucharas y palillos envueltos en papel. Iban muy bien preparados para el viaje. La mujer empezo a pelar una naranja y a metersela en la boca a su marido, gajo a gajo.
Chen se acabo el huevo, pensando que deberia haber comprado un par de bollos de la marca «Los Perros no se Iran». Despues se sorprendio de haber pensado algo asi. No habia perdido el apetito, ni siquiera durante un viaje como ese. Rebusco en el bolsillo un cigarrillo pero no lo saco. El ambiente del tren ya estaba bastante cargado.
La muchacha que viajaba a su lado empezo a leer su libro sin comer nada. Debia de sentirse incomoda sentada durante tanto tiempo en la misma postura, asi que se quito las zapatillas de sendas patadas y apoyo un pie descalzo en el borde del asiento que tenia delante. La muchacha marcaba algunos parrafos con un boligrafo y tamborileaba con los dedos sobre el asiento.
Era muy joven, pero parecia bastante seria. Tal vez la forma en que leia reflejaba la forma en que se enfrentaba al mundo. Chen intento estirar las piernas sin molestar a sus companeros de viaje, pero no fue nada facil, y a punto estuvo de verter el cuenco con fideos sobre la mesa. La mujer que tenia enfrente lo fulmino con la mirada.
Le volvio a la memoria lo que habia leido sobre el tren especial de Mao. El coche cama estaba equipado con todas las comodidades, la cama especial tenia una tabla de madera en lugar de colchon, y en el viajaban tambien esas revisoras y enfermeras tan guapas que lo trataban a cuerpo de rey…
Chen se masajeaba las sienes con los ojos entrecerrados, tratando de evitar un ataque de migrana, cuando sono su movil. Era otra vez el subinspector Yu.
– Un momento -le dijo Chen.
El inspector jefe se disculpo y salio con dificultad al pasillo. Para su sorpresa, varias personas viajaban de pie apoyadas contra la puerta. Al parecer, eran los pasajeros que no habian encontrado asiento. A su espalda vio un lavabo con el letrero de «libre», se metio en el apresuradamente y cerro la puerta con el pestillo tras de si.
– A ver, digame lo que ha encontrado -dijo Chen, abriendo una ventanita. El aire del lavabo estaba muy cargado y alli dentro apestaba.
– He ido al comite vecinal. Hong no era policia de barrio en aquella epoca, pero hablo con Huang Dexing, su predecesor. Llego una escuadra enviada desde Pekin. El Gobierno municipal llamo a Huang y le ordeno que cooperara en todo lo que le pidieran. Parecia una mision confidencial. Los miembros de la escuadra registraron las habitaciones de Tan y de Qian, y quisieron hablar con sus allegados.
– ?Encontraron algo?
– No. Huang ayudo a confeccionar una lista de personas a las que interrogar, pero la lista no llego a usarse. Tan murio, y Qian a punto estuvo de morir tambien. Paso varios dias desvariando, tumbada en una cama de hospital. Y la escuadra abandono la investigacion y volvio a Pekin.
Ahora el lavabo del tren parecia un horno, aunque hacia rato que el sol se habia puesto.
– Huang intento recordar los nombres de la lista, pero no lo consiguio -siguio explicando Yu-. Todo aquello paso hace muchos anos, y no se conservan los expedientes en ninguna parte. Segun recordaba Huang, la lista incluia nombres del circulo en el que se movia Qian antes del inicio de la Revolucion Cultural, y del instituto de secundaria en el que estudio Tan. Una de esas personas fue vista con el poco antes de que intentara huir a Hong Kong, y otra venia tambien de una «familia negra». Segui investigando y pregunte en el instituto de secundaria El Gran Paso Adelante. Hable con un profesor jubilado que habia dado clase a Tan. Segun me dijo, uno de los mejores amigos de Tan era Xie…
– ?Que sabe acerca de Xie, subinspector Yu?
– Bueno, el Viejo Cazador siguio a Jiao hasta la Mansion Xie. Asi que debe de estar relacionado con el caso, supongo.
Pese a su advertencia, el subinspector Yu habia actuado por su cuenta, algo que Chen tendria que haber previsto. Sin embargo, los datos que su eficiente companero acababa de obtener podrian ser cruciales; ahora sabian que Xie era culpable, como minimo, de ocultar informacion.
– La informacion sobre Xie es importante. Pero recuerde, ni usted ni el Viejo Cazador deben acercarse a el. Ya estoy de regreso a Shanghai. Tenemos que hablar de Xie antes de que alguien de ningun paso. ?Ha descubierto algo mas sobre la muerte de Song?
El picaporte comenzo a vibrar. Alguien que esperaba fuera se estaba impacientando.
– Nada, pero tengo el nombre de su sustituto, Liu, y su numero de movil, jefe.
– Estupendo. -Chen copio el numero en su movil-. Lo llamare cuando llegue a Shanghai.
Chen decidio llamar a Liu, pese a que el picaporte no dejaba de moverse. Una llamada corta.
– Liu, soy Chen Cao.
?Ah, inspector jefe Chen! ?Donde se ha metido?
– Estoy en un tren de regreso a Shanghai. Reunase conmigo en la estacion hacia las siete de la manana -dijo Chen sin responder a la pregunta de Liu. Y luego anadio-: He estado enfermo.
Tras colgar, Chen salio finalmente del lavabo. Un giganton de barba poblada le dirigio una mirada furibunda, entro apresuradamente en el cubiculo y cerro dando un portazo.
Por la rendija de la puerta entraba una agradable corriente de aire. Pero Chen tuvo que volver a su asiento, abriendose paso entre los demas pasajeros. Una mujer corpulenta de mediana edad se habia sentado en el suelo con las piernas estiradas. Su hijita estaba sentada en una postura similar, con la espalda apoyada contra la de su madre. Chen tuvo que pasar con cuidado, levantando mucho los pies.
Cuando consiguio llegar a su asiento, le sorprendio encontrar a una anciana sentada alli, con la mejilla apoyada sobre la mesita. La mujer, de entre setenta y ochenta anos, llevaba un vestido de tela negra tejida a mano y tenia el cabello plateado, muy brillante. Posiblemente era uno de los pasajeros que habian subido al tren en Tianjin, y habia ocupado su asiento mientras Chen hablaba por telefono.
– No me entendia -musito la chica en tono de disculpa. Tal vez habia tratado de impedir que la anciana ocupara el asiento de Chen, sin conseguirlo.
– Llame al revisor -sugirio el hombre que se sentaba enfrente-. Esto va contra las normas.
Se suponia que el revisor sacaria a rastras a la mujer vestida de negro, la cual farfullo unas palabras ininteligibles pero continuo alli sentada sin moverse, como una estatua.
– Le sera dificil aguantar de pie durante toda la noche -apunto un pasajero desde el otro lado del pasillo.
– Pues no le quedara mas remedio -repuso el revisor, empezando a empujar a la anciana-. Las normas son las normas. Hay una litera disponible. Una litera superior. Alguien puede ocuparla pagando un suplemento.
– Una litera -repitio Chen. Tal vez quedo libre cuando algun pasajero se habia apeado en Tianjin-. Yo pagare el suplemento.
– Son doscientos yuanes -dijo el revisor-. Es mucho mas comoda que los asientos. Eso le solucionara el problema a un «bolsillos llenos» como usted. No lleva mucho equipaje, ?verdad?
– No, no llevo mucho equipaje, pero puede acompanar a la anciana a la litera, yo ya estoy bien en este asiento. Aqui tiene los doscientos yuanes.
La pareja situada enfrente miro a Chen con asombro mientras este sacaba dos billetes de cien yuanes. La anciana resulto no ser tan dura de oido y se levanto sin que tuvieran que repetirselo. El revisor, aliviado porque se habia solucionado el problema, se la llevo sin anadir mas.
– No hay mucha gente dispuesta a seguir el ejemplo del camarada Lei Feng -comento el hombre que se sentaba al otro lado del pasillo-. Ya no estamos en la epoca de Mao.
Chen volvio a sentarse en su asiento junto a la ventanilla sin decir nada. Si recibia otra llamada, no le seria