Se sento en la cama sin hablar y permanecio un par de minutos con los ojos semicerrados, que parecian mirar algo en el suelo. Se iba desperezando lentamente y tenia el aspecto de alguien que ha hecho un viaje de dos dias en un vagon de carga. Al fin sacudio la cabeza y levanto la mirada hacia mi.

– ?Como fue? -pregunte.

– Menuda zorra, la pequena Angelica. Hace numeros de circo ecuestre. Tal vez en los proximos dias te das una vuelta tu tambien.

Tuve una sensacion indefinida y desagradable al oir aquellas palabras pero Francesco no me dio tiempo a identificarla. Dijo que esa misma noche pasariamos a recoger a Angelica despues del trabajo y partiriamos directamente hacia la playa, al sur. Llegariamos al alba, es decir el momento mas hermoso. Nos banariamos cuando las playas estuvieran todavia desiertas, iriamos a buscar a unos amigos de Angelica que tenian una pension con restaurante y, sobre la marcha decidiriamos si nos quedabamos alli a dormir, teniendo en cuenta que al dia siguiente ella tenia un dia libre en el trabajo.

El programa me gusto y sin embargo Francesco no me estaba pidiendo mi opinion. Me estaba comunicando sus decisiones. Como de costumbre. No pedi explicaciones.

24

Salimos de Valencia a eso de las cuatro de la madrugada. Todavia habia gente en las calles. Despues de recoger a Angelica en el bar pasamos por su casa, donde ella tomo un pequeno equipaje, y emprendimos la marcha.

Yo conducia, Angelica estaba sentada a mi lado, Francesco detras.

Partir a aquella hora de la manana significa ir al encuentro de la gloria desconocida del universo. Saliamos de la ciudad mientras la noche estaba terminando y todos aquellos que la habian poblado volvian a casa. El aire era fresco, de modo que teniamos las ventanillas abiertas y el aire acondicionado apagado. Todavia no habia luz, pero la esperabamos hablando en voz baja.

Me sentia bien. Habia dormido toda la tarde, hasta al anochecer. Y con la oscuridad los malos humores se habian disipado. Me sentia lleno de energia y, de nuevo, dispuesto a todo. Tambien Francesco estaba bien. Inmediatamente antes de salir de la habitacion habia hecho algo extrano.

– ?Eres mi amigo? -habia dicho cuando estaba casi en la puerta. Yo dudaba en responder, no comprendia si estaba bromeando.

– ?Eres mi amigo? -repitio, y habia una nota insolita, algo que sonaba serio y casi desesperado en el modo en que lo dijo.

– ?Que pregunta! ?Claro que soy tu amigo!

El asintio con la cabeza, y se quedo todavia algunos segundos mirandome. Despues me abrazo. Me estrecho con fuerza y yo quede casi inerte, sin saber que hacer.

– Ya es hora de ir, amigo. ?Trajiste las cartas?

Las llevaba y nos fuimos como dos picaros locos e inocentes hacia la noche, el dia y todo lo que nos esperaba. El resto, fuera lo que fuese, no tenia importancia.

Llegamos a Altea cuando el sol todavia no habia salido y el aire tenia la transparencia inmovil de ciertos suenos. En la playa habia solo una senora muy vieja, en pantaloncitos y camiseta, con un perro sin raza enorme, peludo y extrano que corria alrededor de ella. Las olas, pequenas y perezosas, golpeaban delicadamente la orilla.

Los tres nos desvestimos sin decir una palabra. Pocas veces en mi vida me he sentido tan exactamente en mi lugar como aquel amanecer en una playa desconocida de Espana. Entramos en el agua caminando despacio; alrededor, todo tenia un sentido casi sagrado e inminente. De posibilidad infinita.

Estabamos nadando con lentitud mar adentro, algunos metros uno del otro, con la cabeza fuera del agua, cuando de pronto el universo se cubrio de rosa y de gloria.

El sol salio del mar y senti que mis lagrimas se mezclaban con las gotas de agua que me resbalaban por la cara.

Despues de desayunar nos acomodamos con las toallas en la playa, muy cerca del mar. La gente empezaba a llegar.

– ?Por que no sacas las cartas? -me dijo Francesco.

Las saque de mi mochila mientras el se dirigia a Angelica.

– Giorgio es un excelente prestidigitador. -Tenia una expresion perfectamente seria. Estaba jugando. Se burlaba de nosotros dos de distinta manera. Pero aunque lo sabia muy bien, me senti henchido de orgullo por lo que decia.

– Vamos, muestrale algo.

No proteste. No dije que el maestro era el. Le mostre unas cuantas cosas y, al diablo, pense que era bueno. Angelica me miraba con el ceno ligeramente fruncido, la mirada cada vez mas asombrada.

Francesco me pidio que le mostrara el juego de las tres cartas. Sin decir nada, saque la reina de corazones y los dos dieces negros.

– Carta que gana -mostraba la reina-, carta que pierde -mostraba primero uno y despues el otro diez. Sentia que el pulso se me aceleraba, lo que no me habia sucedido mientras realizaba los otros juegos de prestidigitacion. Deposite con suavidad las cartas cubiertas sobre la toalla extendida en la arena.

– ?Donde esta la reina?

Angelica dio la vuelta a una carta y vio que era el diez de treboles.

– Hazlo de nuevo -dijo mirandome de arriba abajo. Una nota de fingida severidad en la voz mientras los ojos reian como los de una nina.

– Esta bien. Carta que gana, carta que pierde. La mano es mas veloz que el ojo. Carta que gana, carta que pierde.

Apoye las cartas. Ella se quedo mirandolas varios segundos. Sabia que era un truco, pero sus ojos decian que la reina era la carta a su derecha. Al fin la senalo. Era el diez de picas. Rehice el juego un monton de veces, con todas las variantes, y ella nunca consiguio acertar. Un par de veces, despues de haberse equivocado, quiso destapar tambien las otras dos cartas para estar segura de que no habia hecho desaparecer la reina de corazones.

– Es increible. Nunca habia visto nada igual. Pensaba que solo pasaba en las peliculas. Joder, lo haces a centimetros de mi cara.

Fue entonces cuando Francesco propuso que nos divirtieramos un poco con esa habilidad mia. Mientras hablaba, me di cuenta de que habia tenido aquella idea desde el principio.

Nos trasladariamos algunos kilometros, hacia otra playa -porque alli, ahora, alguien podria habernos visto-, y entre los tres ganariamos un poco de dinero. Estaba a punto de comentar algo cuando Angelica se me adelanto diciendo que era una idea divertida. Mire a Francesco y el me devolvio la mirada, sonriendo. Las pocas monedas que podriamos sacar de algun incauto de la playa le traian sin cuidado. Queria celebrar esa nueva iniciacion mia. Mia y de Angelica. Habia algo turbio en ese nuevo juego. Era como si nos empujase uno a los brazos del otro, pero pretendiendo estar presente mientras haciamos el amor. Queria llevarnos hacia lo que habia decidido y disfrutar de la escena.

Deje pasar algunos segundos, luego me encogi de hombros y sencillamente dije si con la cabeza. Si en verdad lo quieres asi.

Entonces Francesco nos explico su plan. Nos alejariamos algunos kilometros y aparcariamos cerca de otra playa. Yo iria primero, me instalaria en un punto de paso y empezaria a juguetear con las tres cartas. Ellos me mirarian de lejos. Despues de un cuarto de hora, veinte minutos, Francesco se acercaria y apostaria, es decir, fingiria apostar. Perderia muchas veces, enfadandose de modo evidente y haciendose notar. Luego llegaria Angelica. Entretanto ya tendriamos un poco de publico. Yo la invitaria a jugar. Ella apostaria y ganaria, y perderia y ganaria otra vez. A esas alturas seguramente alguien del publico habria querido apostar.

Angelica me dio un breve curso de espanol para estafadores callejeros.

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