– Tambien podemos pedirle que nos recomiende un hotel un poco mejor que esa pocilga adonde hemos ido a parar -dije yo, pero el no me contesto. Evidentemente el hotel estaba bien para el. Angelica volvio con nuestras dos caipirinas.

– ?Como es que estas trabajando en Espana? -le pregunto Francesco.

Ella miro un instante alrededor antes de contestar. Nadie parecia necesitarla en las mesas.

– Hace un ano que no ando bien con los examenes en la universidad. Estudio lenguas pero tuve algunos problemas. Asi que decidi pasar un tiempo en Espana para mejorar mi espanol y tratar de entender lo que quiero hacer. ?Y vosotros?

– Yo estoy en ultimo curso de Filosofia y mi amigo Giorgio de Derecho. En julio terminamos nuestros examenes y decidimos tomarnos un par de semanas para venir a Espana. Y aqui estamos. ?Hasta que hora esta abierto este sitio? -Habia mentido con la acostumbrada naturalidad. Pense que no me importaba en absoluto. Que estaba bien y no me importaba nada de nada.

Angelica miro de nuevo alrededor y vio que en una mesa, en el lado opuesto del jardin, alguien gesticulaba para llamar su atencion. Hablo rapidamente.

– Depende. Las dos, las tres. Depende de las noches. Mientras queda gente estamos abiertos. -Hizo una pausa breve, como si estuviera pensando en lo que iba a decir. Luego hablo con rapidez-. Escuchad, ahora tengo que ir. Si no teneis prisa podeis esperarme, como maximo una hora, y acompanarme a casa. Esta a un cuarto de hora a pie. Asi charlamos tranquilos y tambien os doy algunos consejos acerca de que hacer en Valencia y los alrededores.

Francesco dijo que no teniamos ninguna prisa y que seria un placer esperarla. Entonces ella volvio a trabajar y nosotros nos quedamos en nuestra mesa. Me sentia bien. El aire era calido y yo estaba inmerso en una sensacion de pereza invencible y dulce. Una ausencia de tiempo, de responsabilidad, de liberarme de mi mismo. Un poco era el alcohol -las cervezas primero, las bebidas fuertes despues-, un poco aquella atmosfera de periferia exotica.

Una hora y media y tres caipirinas mas tarde nos fuimos con Angelica. Siempre he aguantado bien el alcohol, de modo que estaba algo atontado, euforico pero despierto. Note que Angelica, ademas de haberse cambiado, se habia soltado el cabello, que era largo y cobrizo. Tambien se habia maquillado.

Bebimos un par de tragos de ron en un bar que estaba cerrando. El propietario era amigo de Angelica y no quiso cobrarnos.

Retomamos el camino. Ahora Angelica y Francesco hablaban entre ellos, y yo, naturalmente, estaba excluido. Entonces decidi caminar unos pasos atras.

Miraba alrededor y debia de tener una sonrisa un poco ausente. Eran las tres pasadas, pero las calles todavia estaban llenas de gente. No solo grupos de gente joven, tambien borrachos, colgados de todo tipo; habia senores ancianos con camisas blancas de manga corta y cuellos dudosos; familias con ninos, abuelos y perros. Tambien cruzamos dos monjas. Vestidas perfectamente con sus habitos, caminaban despacio hablando animadamente. Permaneci mirandolas largamente mientras se alejaban. Para imprimirmelas en la mente y -pense con claridad- para que a la manana siguiente o diez anos despues no me viniera la duda de haberlas sonado.

Todo era inverosimil, irreal, lleno de una sensacion de ebriedad y de leve nostalgia.

Llegamos a casa de Angelica y ella nos pregunto si queriamos subir a tomar algo mas. Pero el significado era si Francesco queria subir. Menti, diciendo que estaba muy cansado y tambien bebido. No lo bastante, pense, para no entender las cosas de la vida. De modo que Francesco y Angelica desaparecieron juntos detras de aquel pequeno portal de madera sucio. Ella se despidio dandome un beso en la mejilla.

Tarde mas de una hora en encontrar el hotel. Entretanto me detuve en otro par de bares y bebi otro par de rones. Cuando me acoste, despues de haber hecho un pis interminable, la cama empezo a girar sobre si misma. O tal vez era la habitacion la que giraba, mientras la cama permanecia quieta. Pense en Galileo. Era el quien habia inventado el metodo de la ciencia moderna. O tal vez era Newton. Oh, todo eso era demasiado agotador, pero debia conseguir recordarlo. Cono, yo aguantaba muy bien el alcohol, todos lo decian. ?Todos quienes? Ademas, ?que queria decir que debia conseguir recordarlo?

Despues, de golpe, todo desaparecio.

23

Me desperto el ruido de un golpe violento que llegaba de fuera. Me levante y me arrastre hasta la ventana. Tenia la boca como llena de cemento. Intente decir alguna palabra -un taco- simplemente para verificar que mi cuerpo funcionaba. Luego abri las persianas y me asome.

Era un choque entre camiones. Dos hombres, cerca del lugar del impacto, gesticulaban y se movian pasando el peso un poco sobre la pierna derecha, un poco sobre la izquierda. En la acera, un grupo de espectadores seguia la escena. Los hombres que discutian eran altos y gordos, con identicas camisetas oscuras de tirantes sobre hombros y barrigas hipertroficas. Se movian y gesticulaban casi ritmicamente, y parecia que estaban siguiendo una especie de coreografia. Toda la escena tenia una sincronia extravagante, una extrana simetria que no conseguia descifrar.

Despues me di cuenta de que los dos camiones eran iguales. El mismo modelo, los mismos colores -blanco y lila- y los mismos escritos en los laterales. Pertenecian a la misma empresa de transportes y los dos hombrones llevaban camisetas de la compania. En ese momento perdi el interes, me encogi de hombros y entre.

Francesco todavia no habia vuelto y decidi hacer tiempo. Banarme, vestirme, bajar a desayunar, fumar un cigarrillo. Eran las nueve pasadas y de ese modo tiraria por lo menos hasta las diez. Despues, si Francesco no aparecia, pensaria que hacer.

No aparecio y empece a sentirme inquieto. La euforia de la noche anterior habia desaparecido y ahora, en el comedor del desayuno de aquel triste hotel, senti crecer la angustia y algo similar al panico. Por unos minutos pense recoger mis cosas e irme solo.

Despues, una vez recuperado un minimo de control, pedi al conserje un mapa de Valencia, deje un mensaje para Francesco y sali.

Hacia mucho calor. La ciudad de aquella manana incandescente era otro lugar, diferente de aquellas calles surrealistas y ligeramente encantadas en las que habia vagabundeado la noche anterior. Todas las tiendas estaban cerradas, en las calles habia poca gente, con cara abatida por el gran calor. Se sentia como una desolacion, de inmovilidad.

Al salir del hotel, Valencia me parecio una mujer hermosa pero no joven, a la que se ve a la manana siguiente de una noche entera de amor. La noche anterior iba bien vestida, maquillada, perfumada. Ahora en cambio acaba de levantarse, tiene los ojos sonolientos, su cabello parece demasiado largo. Lleva una camiseta vieja. Uno quisiera estar en otra parte. Y probablemente ella tambien querria que uno estuviera en otra parte.

Anduve por las calles con una extrana determinacion. Cuanto mas avanzaba el dia, mas aumentaba el calor y mas rapido caminaba yo. Sin sentido, porque no tenia ninguna meta, no conocia la ciudad, ni siquiera habia abierto el mapa y, en resumen, no sabia hacia donde estaba yendo.

Pase ante unos edificios de aspecto decadente y llegue a unos grandes jardines. Una senora anciana, sin que le preguntara nada, me explico que estabamos en el lecho seco de un rio, el Turia. Hacia unos anos que habian desviado el rio y construido un parque en el lecho.

De aquel dia de sol feroz en Valencia conservo un extrano recuerdo sin ruidos. Solo imagenes como en una pelicula muda pero en colores violentos.

Camine muchas horas, me detuve a comer tapas y beber cerveza en un bar que tenia mesas al aire libre, con viejas sombrillas descoloridas; continue caminando durante largo rato, buscando el hotel. Cuando lo encontre, estaba dispuesto a soportar la desolacion que me causaba a cambio del aire acondicionado. Era ruidoso pero funcionaba, mientras fuera habia mas de cuarenta grados.

Cuando le pedi la llave, el conserje me dijo que el otro huesped habia regresado y que estaba en la habitacion. Me senti aliviado.

Llame a la puerta de la habitacion; luego volvi a llamar y solo a la tercera vez oi que la voz de Francesco respondia algo incomprensible un momento antes de abrirme, en calzoncillos y con una camiseta negra.

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