Estabamos a punto de partir.
21
No recuerdo donde he leido que los fantasmas se esconden de dia. Por otra parte, no es una frase particularmente inteligente u original. Pero es verdad. Aquella manana me sentia bien. A pesar de que habia dormido solo una hora o poco mas. A pesar de las calles pobladas de espectros por las que habia circulado durante la noche.
Todo volvia a ser mas sencillo mientras conducia mi BMW a ciento ochenta por hora. Ni siquiera estaba seguro de los significados que habia atribuido a nuestro viaje la noche anterior. Incluso cuando todos aquellos buenos propositos volvieron a mi mente, tuve una sensacion de hastio. No tenia ganas de pensar, lo haria en otro momento. El dia era hermosisimo y ni siquiera demasiado caluroso, ibamos con la musica que hacia estallar la cabina y todo era posible. No estaba alegre sino euforico. Percibia con agudeza, como si mis sentidos se hubieran vuelto mas potentes. Todo era muy elemental y sencillo. Habia algo primitivo en aquel ver los colores mas intensos; en escuchar como si fuera por primera vez canciones que conocia muy bien; en tocar el volante, el pomo de la palanca de cambios, en pisar los pedales.
A eso de las diez nos detuvimos en una gasolinera, tal vez en los Abruzos o quiza ya en las Marcas. Tomamos un capuchino y un pedazo de pastel con crema de limon; y en realidad no se por que este detalle me ha quedado impreso en la memoria con tanta nitidez. Porque recuerdo a la perfeccion mi gesto de recoger entre dos dedos las migas de aquel pastel que habian quedado en el plato donde lo sirvieron. Recuerdo la consistencia de la masa y el sabor de la crema que se mezclaba con el del capuchino.
Antes de seguir telefonee a mis padres, pero ya no me encontraba en el estado de animo de la noche anterior. Hubiera preferido no hacerlo porque hablar con ellos, en ese momento, me habria arrancado aquella sensacion de ligereza. Me habria recordado que tenia -o habria debido tener- responsabilidades. De nuevo me habria obligado a pensar. Cosa que, en realidad, no tenia ninguna intencion de hacer. Pero obviamente debia llamar. No podia desaparecer sin dejar rastro.
Ocurrio lo que esperaba. Incluso peor. ?Habia partido hacia Espana? ?Y por que no habia avisado antes? ?Y con que coche? Solo en aquel momento me vino a la memoria que ellos no sabian que tenia coche. Por eso dije una serie de torpes mentiras y ellos comprendieron que eran mentiras pero sin saber la verdad. Me enfade otra vez por estar en falta y por mi torpeza. Una vez mas dije cosas desagradables. Termine mal, muy mal, con la comunicacion cortada abruptamente de una parte y de la otra, sin siquiera despedirnos.
Como un telon. Que se desplomo con estrepito.
– ?Que me importa! -dije mirando el aparato que devolvia mi tarjeta telefonica. Mire con odio y desprecio a una senora gorda que estaba alli cerca, esperando para telefonear, y que evidentemente lo habia oido todo. Ella aparto la vista, asustada, y yo senti un placer maligno-, ?Que me importa! -dije de nuevo mientras iba hacia el coche.
Todo lo que ocurrio despues lo tengo muy confuso. El ultimo recuerdo nitido que guardo del viaje es aquel pastel de limon y aquel capuchino. Cruzamos Italia y el sur de Francia alternandonos al volante, casi sin parar. Al comienzo del viaje nos habiamos dicho que podiamos hacer lo que quisieramos. Detenernos donde nos pareciera, tal vez en algun lugar maritimo sobre la ruta y quedarnos un dia o dos. En resumen, tomarlo con comodidad, porque estabamos de vacaciones. En el camino quedo claro que era una idea sin sentido. Francesco habia dicho que conocia gente en Valencia.
Valencia se convirtio en nuestra meta. Debiamos ir alli. Entonces he aqui esa secuencia de sol cegador, de crepusculo con una luz rosada que inundaba el universo, de oscuridad y ventanillas abiertas en una gasolinera para media hora de sueno. Un camionero que bajaba de su vehiculo y orinaba en una mata; al terminar eructaba y volvia a subir para dormir un rato. Cigarrillos, sandwiches, cafe, mas cigarrillos, capuchinos, banos de las estaciones de servicio, puestos de frontera, carteles en idiomas que cambian. Luz, penumbra, oscuridad, otra vez luz y esa sensacion de necesidad que nos empujaba a continuar. Musica. Springsteen, Dire Straits, Neil Young. Y algunos casetes de Francesco con canciones metalicas y violentas. Un estrepito hipnotico. Cuanto mas avanzabamos menos hablabamos, como si nos estuvieramos concentrando en una mision que cumplir. Solo que yo no sabia cual era esa mision.
No recuerdo nada de lo que pensaba, si pensaba algo. Y tampoco recuerdo lo que decia Francesco. Avanzabamos, cada vez mas cansados, pero no podiamos detenernos.
Llegamos a Valencia mas o menos al cabo de un dia. Tomamos una habitacion en un hotel de aspecto poco recomendable y nos dormimos sin siquiera desvestirnos.
Afuera el aire era abrasador.
22
Me desperte a eso de las siete de la tarde, humedo de sudor. Francesco ya se habia levantado y se oia el ruido de la ducha. Aquella habitacion era sencillamente absurda. Papel estampado con puertas de caballerizas desde donde asomaban cabezas de caballos, los dos cubrecamas diferentes y un televisor enorme, en blanco y negro, de los anos sesenta. Me quede mirandolo varios minutos, todavia atontado por el cansancio y una sensacion de extraneza. Sentia un olor extrano, desagradable pero familiar. Tarde un poco en comprender que era yo mismo quien lo despedia. No me gusto darme cuenta de que hedia y, apenas salio Francesco, envuelto en una toalla, fui a banarme.
Salimos cerca de las ocho, despues de que los dos recuperaramos un aspecto normal.
Francesco telefoneo a su amigo y oi como hablaba una mezcla de italiano, espanol y frances. Comprendi que un tal Nicolas no estaba en Valencia y que volveria dentro de algunos dias. Francesco no parecio sorprenderse y dijo que telefonearia de nuevo. Habia algo extrano en el tono en que lo dijo.
Nicola era un viejo amigo suyo, me explico Francesco despues de colgar. Era de Bari pero ahora vivia en Espana desde hacia mas de dos anos, viajando continuamente y haciendo varios trabajos. La explicacion termino alli. Yo no tenia especial interes en Nicola. Estaba bien despierto, me sentia bien, tenia hambre y nos encontrabamos en Espana.
Despues de comer -obviamente paella valenciana- con muchas cervezas, fuimos a recorrer la ciudad.
Vagamos por los bares, que estaban todos abiertos y atestados de gente. Fue asi como llegamos a un jardin con mesitas en la penumbra, una gran barra en el medio, mucha gente en las mesas, de pie, sentada en el suelo. El olor a hachis saturaba el aire. Encontramos una mesita libre y nos sentamos. Al contrario del viaje, los dos hablabamos muchisimo. Estabamos euforicos. Hablabamos los dos a la vez, sin escuchar lo que decia el otro. Un rio de palabras sobre nuestra libertad, sobre nuestro vivir rebelde, fuera de reglas hipocritas. Sobre nuestro buscar el sentido de las cosas bajo el viejo barniz de las convenciones. Convenciones que rechazabamos en nombre de una etica inaccesible a la mayoria.
Un aluvion de gilipolleces.
La camarera que vino a la mesa dijo «?hola!», pero un instante despues, al oirnos hablar, se dirigio a nosotros en italiano.
Era de Firenze, mas precisamente de Pontassieve, y se llamaba Angelica. No era guapa, pero tenia un rostro simpatico. Miraba a Francesco. Nos pregunto de donde eramos, dijo que habia estado en Bari solo de pasada hacia Grecia y que le habian recomendado que tuviera cuidado con los carteristas. Nos tomo nota mirando siempre a Francesco y prometio volver enseguida.
– ?Que te parece? -me pregunto Francesco.
– Graciosa. Es decir, simpatica. Tiene algo, aunque no es guapa. De todos modos te miraba.
Movio la cabeza, como diciendo que obviamente se habia dado cuenta.
– Hagamonos amigos, esperemos que termine de trabajar y salgamos juntos. Asi tendremos un apoyo en Valencia hasta que regrese Nicola.