– Rossella.

– Ah, si, Rossella. Por favor, ?puede darnos sus datos completos?

Ella los dio y luego Chiti quiso oir por cuarta vez que habia ocurrido aquella noche. Caterina y Daniela se habian ido antes porque al dia siguiente tenian clase. Ella y Cristina se habian quedado un poco mas bebiendo y charlando.

– Bien, Rossella. Ahora quisiera que se detuviera en lo que ocurrio antes. Quiero decir antes de que sus amigas se fueran. ?Le llamo la atencion alguien en el local? ?Un hombre, un chico solo con un aspecto… digamos, diferente? ?Tal vez alguno al que habia visto en el mismo lugar, otra noche?

Rossella meneo la cabeza y estaba a punto de contestar: No, nadie. Y asi aquella idea podia irse al diablo y estaban otra vez en el punto de partida. Pero despues dejo de menear la cabeza y parecio concentrarse, como si se le hubiera ocurrido algo.

– En un momento dado llego uno… pero despues de todo no puede ser el.

– ?Que quiere decir? ?Quien llego?

– Hacia poco que estabamos sentadas cuando ese… entro y se sento ante la barra. Diez minutos y se marcho. Pero no puede ser el.

– ?Por que? ?Que quiere decir?

Rossella lo miro directamente a los ojos, meneo de nuevo la cabeza. Hubo una pausa de recelo.

– Era guapo. No puede ser un violador. Uno asi puede tener a todas las que quiera. No puede haber seguido a Caterina…

Era imposible que uno tan guapo pudiera haber violado a una como Caterina. Probablemente la joven queria decir algo asi, pero Giorgio la interrumpio.

– ?Lo habia visto antes?

– No. Seguro que no. Si lo hubiera visto antes lo recordaria con seguridad. Pero le repito que…

– Si lo viese, ?podria reconocerlo?

Claro que podria reconocerlo. Del modo en que lo dijo estaba claro que le habria gustado mucho conocer a aquel sujeto, mas que simplemente reconocerlo.

Chiti se lo hizo describir -un metro ochenta, ojos claros, cabello oscuro-, tomo nota y despues le mostro el album preparado con las fotos de todos los sujetos fichados. Aunque no confiaba demasiado en que aquella especie de Alain Delon estuviese entre los maniacos catalogados.

En efecto, no estaba. La joven hojeo con velocidad y con una mueca de disgusto aquel muestrario de rostros inquietantes; de lineas deformadas por una naturaleza desfavorable, estropeados por sus propias voces interiores o, simple y llanamente, por los golpes recibidos antes de ser fotografiados y fichados. Despues de cerrar el album lo alejo con un gesto involuntario y decidido, meneando la cabeza. Chiti permanecio unos instantes inmovil, despues rompio el silencio.

– Escuche, Rossella, usted ha dicho que recuerda bien a ese muchacho. ?Podria hacernos una descripcion con nuestro dibujante para ver si conseguimos hacer un retrato robot?

– Si. Pero es imposible que…

– Si, lo entiendo. Usted dice que es muy dificil que pueda tratarse del que buscamos. Muy probablemente tenga razon, pero nuestro deber es no omitir ninguna hipotesis.

Mientras hablaba, Chiti pensaba en otra cosa. Sentia una extrana excitacion y, si hubiera debido traducirla en palabras, esas palabras habrian sido: puede ser el, puede ser el; no se por que pero concuerda perfectamente con algo; no se con que, pero concuerda. Perfectamente.

– Pellegrini, por favor, que venga enseguida… ?como se llama el dibujante, ese cabo con bigotes?

– Se llama Nitti, senor teniente. Pero no esta.

– ?Que significa no esta? ?Adonde fue?

– Esta en convalecencia, senor teniente. Tuvo un accidente de moto y se rompio un brazo. Justo el que usa para escribir y dibujar.

Pausa. Silencio.

– Tal vez podamos pedir a la jefatura que nos presten uno -prosiguio Pellegrini-. Tienen por lo menos dos y seguramente…

– ?Que dice? Llamamos a la jefatura, les decimos que nos den un dibujante para resolver el caso del maniaco de las porterias y enseguida nos contestan que si. Encantados, amigos carabinieri, aqui esta nuestro tecnico. Gratis. Y despues nos vamos y no tenemos ningun interes en inmiscuirnos en su investigacion. ?Que le parece, responderan asi?

Pellegrini se encogio de hombros, apretando los labios. Una expresion del tipo: «Era una idea como cualquier otra, teniendo en cuenta que estamos en un callejon sin salida».

Pero Chiti estaba pensando otra cosa. Un poco absurda, tal vez. O tal vez no.

Algo que no le resultaba facil de decir a sus hombres, reunidos en aquella habitacion.

?Por que? Se pregunto. Porque se avergonzaba un poco de decir ante sus suboficiales que sabia dibujar y que intentaria hacer un retrato del violador.

De modo que sencillamente no lo dijo; lo puso en practica.

– Cardinale, por favor, traigame unas hojas en blanco, un lapiz y una goma de borrar.

El suboficial lo miro en silencio, pero frunciendo el ceno y entrecerrando apenas los ojos. Lo que faltaba. Como quien no ha entendido bien.

– ?Y bien? ?Piensa ir?

El otro se levanto de un salto y fue. Volvio algunos minutos despues con hojas, lapiz, goma, sacapuntas.

– Ahora por favor salgan y dejenme solo con la senorita.

No anadio nada para no dar explicaciones Los dos salieron sin decir una palabra y sin siquiera mirarse.

El y la chica se quedaron alli por lo menos una hora. Cuando volvieron Pellegrini y Cardinale habia un retrato sobre el escritorio.

Pellegrini no pudo contenerse.

– Pero ?lo hizo usted, senor teniente?

Chiti no respondio y permanecio largamente en silencio, yendo con la mirada del dibujo a los rostros de sus suboficiales y al de la chica.

– La senorita Rossella dice que se parece al tipo que vio hace dos noches en el local…

Ella miro alrededor, iba a decir algo, despues solo hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

Despues Chiti le dijo que le agradecia su colaboracion, que podia firmar la declaracion y volver a su casa; que si volvian a necesitarla la llamarian. El mismo la acompano por los pasillos y las escaleras de la comisaria hasta la salida.

Cuando volvio a su despacho los dos estaban de pie ante el escritorio. Dejaron de hablar a su llegada.

– ?Asi pues?

Silencio. El mismo de antes.

– ?Asi pues? Creo que tenemos algo con lo que empezar.

Todavia silencio. Los dos se limitaron a asentir.

Chiti iba a preguntar cual era el problema. Porque habia claramente un problema. Pero sin saber muy bien por que, se contuvo y les mando hacer unas cuantas fotocopias del dibujo. Cuando regresaron, dijo que deberian mostrar las fotocopias a todas las chicas, que habia que volver a tomarles declaracion acerca de lo ocurrido; pedirles que explicaran en que locales habian estado las noches de las agresiones; verificar si, aparte de las camareras, habian ido a esos locales en los dias anteriores. Dijo todo eso hablando con demasiada rapidez, deseando que lo dejaran solo lo antes posible.

– ?Cuando empezamos, senor teniente?

– Hace diez minutos. Gracias, eso es todo.

Luego les hizo el gesto de que se retiraran, con la mano. Menos amable que de costumbre, en realidad nada amable. Los dos se sobresaltaron, saludaron y salieron. El se quedo alli, sentado ante el escritorio.

Solo, por fin, con el dibujo original. Por fin pudo mirarlo con calma.

Lo miro durante un largo rato, mientras la tension crecia en todos los musculos de su cuerpo.

?Que habian visto alli sus hombres? ?Y que veia el?

?El rostro de un criminal psicopata sin nombre o algo extranamente similar a un autorretrato? Cuanto mas miraba aquella hoja, mas le parecia estar frente a un espejo de papel.

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