supuesto, pero si no te portas bien, te ocurrira eso. No nos obligues a hacerlo.

Tecnicamente, estoy cometiendo una extorsion.

Esas palabras se formaron en mi mente de manera independiente de mi voluntad. Las oi y, al mismo tiempo, las vi escritas en letras de imprenta, como en un documento. O en un expediente.

Por algunos segundos permanecimos alli, quietos.

– Vamos a tomar ese cafe -dijo Piero al fin-. Asi nos sentamos a una mesita, hacemos esos pagares y despues cada uno se va a su casa.

El abogado Gino intento una ultima, debil objecion.

– Pero ?donde encontramos pagares a esta hora? Esta todo cerrado.

– Yo los traje, no te preocupes -dijo Piero, tocando su obsceno bolso inflado. Un profesional, no habia nada que decir.

Fuimos hasta un bar y nos sentamos a una mesita en el fondo del local, casi en la trastienda. Yo tenia una especie de mareo, una nausea indefinible. Cuando llego el cafe no consegui beberlo. Piero saco su cajetilla de cigarrillos y los ofrecio. Gino dijo que no, gracias, si no le molestaba fumaria de los suyos. Piero, con la voz de siempre, repitio que cogiera uno de los de el. Entonces Gino lo tomo. Y yo tambien, pero despues de encenderlo deje que se consumiera sin fumarlo.

El abogado Gino firmo los pagares, tal vez diez, tal vez doce. Escribia con la cabeza baja; yo miraba aquellos trozos de papel y la mano que se movia componiendo aquella grafia elegante con una afectacion penosa. Mis ojos estaban clavados en aquella mano palida, en aquel boligrafo de dos liras, en la superficie verdosa de aquella mesita vulgar.

Cuando todo termino, me levante, tome los pagares, los enrolle y me los puse en el bolsillo del pantalon. Luego me quede sin moverme, sin saber que hacer ni que decir. Se me ocurrian solo frases ridiculas del tipo gracias, hasta la vista. O: espero encontrarlo en una ocasion mejor, lo siento, pero los negocios son negocios y de todos modos las deudas deben ser pagadas. En todas esas frases imaginadas lo trataba de usted. Como habria ocurrido si nos hubiesemos conocido en otras circunstancias. Yo y aquel senor de la edad de mi padre.

Estaba por darle la mano, expresarle una cobarde solidaridad, cuando hablo mi companero. Mi complice.

– Vamos. -Tenia el tono impaciente de quien piensa que los aficionados no deberian hacer trabajos de profesionales. O tal vez me imagine aquel tono y el simplemente queria irse. Dude aun unos instantes, luego me di la vuelta y fui hacia la salida sin decir nada.

Al llegar a la puerta me volvi. En el fondo del bar, Gino estaba sentado en el mismo lugar donde lo habiamos dejado. Tenia la cabeza apoyada en una mano, el codo en la mesa, el otro brazo abandonado a lo largo del cuerpo. Parecia observar algo, con un vago interes.

Pero alli donde se concentraba su mirada, solo habia una pared desconchada.

17

Aquella noche, las cuarenta gotas de novalgina no habian funcionado. El dolor de cabeza se habia atenuado, pero permaneceria aquella sombra sorda y opresora sobre el ojo y la sien. Aquella sensacion bien conocida que, de un momento a otro, podia transformarse en un dolor palpitante e insoportable.

– Senor teniente, ?puedo entrar?

– Adelante, Cardinale. -Le indico que se sentara, cogio la cajetilla de cigarrillos, pensando en ese mismo momento que no habria debido fumar con la amenaza del dolor de cabeza, y le ofrecio uno. Aquel rehuso con educacion.

– No, gracias, senor teniente. Lo he dejado.

– Ah, si, ya me lo habia dicho. ?De que queria hablarme?

– Relei los expedientes de todos los casos del… maniaco que estamos buscando.

Chiti se saco el cigarrillo de los labios sin haberlo encendido. Se inclino imperceptiblemente hacia el suboficial.

– ?Si?

– Senor teniente, creo que lo mas importante no es donde ocurrieron los hechos, es decir, las agresiones. Segun mi parecer lo mas importante es de donde venian las victimas.

– ?Que quiere decir?

– Las jovenes volvian todas de locales nocturnos, cafes, discotecas. Dos de ellas trabajaban en esos lugares como camareras; cuatro, incluida la de hace dos dias, eran clientas habituales.

– ?Como sabe que volvian de locales nocturnos?

– Esta escrito en los expedientes.

Claro. Estaba escrito en los expedientes y el no se habia dado cuenta. Los habia leido y releido buscando puntos de semejanza en el modus operandi, en las imprecisas y practicamente inexistentes descripciones del agresor. No habia hecho caso a lo ocurrido antes. Sintio una punzada de envidia por el otro, que habia sido mas astuto que el.

– Siga.

– Creo que el violador frecuenta estos locales. Mira alrededor, elige la victima, tal vez entre las jovenes que no tienen acompanante (se ven esos grupos de mujeres solas), luego cuando sale la sigue y… en fin, hace sus cosas.

– ?Y las jovenes que trabajan en los locales?

– Es lo mismo, senor teniente. Va al bar, tal vez tarde, mira a la camarera o a la que atiende la barra. Se sienta, bebe, espera. Cuando llega la hora de cerrar, sale. Sigue a la joven si ella no tiene alguno que la acompane o que vaya a buscarla…

– …y podria tambien ser que haya ido varias veces al local para elegir la presa, estudiar sus costumbres. Claro. Claro.

En ese momento prendio el cigarrillo, desafiando el dolor de cabeza. Permanecio algunos instantes rumiando aquella idea, oscilando entre la admiracion por Cardinale, la envidia por no haberla tenido el y el esfuerzo de sacar a la luz todos los puntos de partida posibles. La ligera y creciente excitacion que proporcionaba una pista, o por lo menos una hipotesis valida que por fin aparecia en el horizonte plomizo de aquella investigacion.

– ?Las chicas dijeron de que locales volvian?

– Algunas si, otras no. Habria que volver a preguntarles a todas. Para ver si notaron a alguien la noche del hecho, o las noches precedentes. Un hombre solo, por ejemplo.

– Claro. Les preguntaremos, incluso empezaremos por la ultima y sus amigas. Anteayer dijo que eran cuatro. Vamos a buscarlas enseguida. Son las que tienen el recuerdo mas fresco.

Apago el cigarrillo, fumado solo hasta la mitad.

– ?Excelente, Cardinale! ?Excelente! Convoquemoslas hoy mismo. Primero Caterina como-se-llame y despues de ella preguntamos a sus amigas. Excelente.

Cono, excelente, repitio para si encendiendo otro cigarrillo cuando el suboficial ya habia salido.

El dolor de cabeza habia pasado.

18

Caterina como-se-llame no recordaba nada mas de aquella noche. No habia reparado en nadie en especial en aquel bar. Si, era un lugar al que ella y sus amigas iban a menudo. No, ni siquiera las noches de las semanas precedentes habian notado nada particular. No, no sabria decir si en los dias anteriores la habian seguido.

Dos de las amigas dijeron practicamente lo mismo.

Con la cuarta no parecia ir mejor. Guapa, pechos grandes, una expresion de malicia afectada, pero no muy inteligente. Cardinale y Pellegrini, que estaban con el teniente tomando declaracion, se la comian con los ojos.

– Entonces, senorita…

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