siete.

Volvi a casa, donde estaba solo desde hacia varios dias. Mis padres habian ido a la finca rural de unos amigos, en la region de Ostuni. Ante todo busque el numero de telefono de aquellos amigos. Queria hablar con ellos. De pronto sentia la necesidad de hablarles; me parecia que el hielo que habia caido entre nosotros desde aquel domingo se habia derretido. Queria avisarles de que me iba por unas breves vacaciones, una semana o un poco mas. Lo necesitaba, y cuando regresara me pondria a estudiar de nuevo. Lamentaba mi comportamiento de los ultimos meses. Habia sido un periodo dificil, pero ahora habia terminado. Por un instante pense en contarles lo que en verdad me habia ocurrido en aquellos meses. Luego me dije que por el momento no era lo mejor. Tal vez mas adelante. Al marcar el numero me sentia un poco emocionado, aunque aliviado. Me sentia bien. Todo andaria mejor.

El telefono sono largo rato, nadie respondio.

Probablemente se habian entretenido en el mar. A mi madre le gustaba quedarse leyendo en la playa cuando el gentio desaparecia, hasta la puesta de sol. Le gustaba banarse ya bien entrada la tarde o por la manana temprano. A mi padre no, pero se adaptaba.

Me quede un poco mal y me dije que volveria a llamar mas tarde, despues de haber preparado una mochila con las cosas que llevaria.

No fue una operacion rapida.

Cogia una camisa de mi armario y la apoyaba en la mesa del cuarto de estar. No se por que habia decidido usar aquella mesa, lejos de mi habitacion, como plano de apoyo para preparar el equipaje. Cogia otras dos camisas. Luego otras dos y volvia a poner en su lugar una de las que ya habia elegido. Caminando de mi habitacion al cuarto de estar me preguntaba cuales y cuantos pantalones deberia llevar. Dos debian bastar. Tejanos ligeros y pantalones caqui. Ademas del que llevaba puesto, naturalmente. Un sueter de algodon. ?O mejor uno de lana? ?O los dos? ?Al diablo!, en Espana hace calor; basta con un suetercito de algodon. ?Pero cual? ?Y una americana? Si se presentara la ocasion de ir a un restaurante elegante o a un casino, la americana iba a ser necesaria. Pero no podia ponerla en la mochila. Entonces seria mejor una maleta. Pero se las habian llevado sus padres. Fuera la americana. Ademas, que idea idiota la de ir a un casino. ?Para que? Aunque tambien podia colgar la americana en el coche. Dos pares de zapatos. O uno solo, ya que tengo un par puesto. Diez calzoncillos para no tener que lavar nada. No, de todas maneras tendre que lavar porque no creo que volvamos en diez dias. ?Entonces llevo una caja de detergente? No digas tonterias, si te hace falta lo compras alla o usas el jabon del hotel para lavar la ropa. ?Y calcetines? En general no se usan calcetines en verano. Cinco pares bastaran. ?Bastaran? ?Es mejor poner debajo los pantalones, luego las camisas y las camisetas y despues calzoncillos y calcetines? ?O es mas comodo lo contrario?

Una hora despues habia puesto poca ropa en la mochila, en la mesa habia un monton de prendas y yo estaba exhausto. Y me sentia estupido. Me encontraba de pie ante la mesa sin saber que hacer.

Entonces me dije que me estaba volviendo gilipollas. Tome al azar lo que tenia a mano y lo coloque en la mochila hasta que estuvo casi llena. Antes de cerrarla, anadi una decena de casetes y dos barajas nuevas de cartas francesas.

Ahora no sabia que hacer. Intente llamar de nuevo a mis padres, pero una vez mas el telefono sono en el vacio. Comi atun en lata con un panecillo gomoso del dia anterior. Bebi una cerveza. Fui a sentarme a la terraza con un libro y no consegui leer mas de media pagina. Pense en acostarme; enseguida me di cuenta de que era una pesima idea. No tenia sueno y todavia hacia mucho calor. Me revolveria entre las sabanas humedas y pegajosas; la idea me provoco una especie de asfixia en el alma.

Entonces sali. No habia nadie caminando y la calle desierta tenia algo de inquietante y casi siniestro. Como a veces pueden ser siniestros los lugares demasiado familiares con solo mirar a su alrededor en vez de transitarlos como de costumbre.

?Cuando habian apuntalado aquel portal con dos maderas? El edificio era inestable pero antes no me habia dado cuenta. ?Y donde estaba la vieja que vivia un poco mas abajo, a ni siquiera cien metros de casa? Solia estar sentada fuera, tomando el fresco. Sin embargo, aquella noche, o quien sabe cuando, habia desaparecido y su casa estaba cerrada. Parecia un ojo ciego y atemorizador.

Senti un escalofrio desagradable que partia de la nuca y recorria todo mi cuerpo. No consegui controlar el impulso de mirar hacia atras. No habia nadie, pero eso no me tranquilizo. Hubiera querido que mis padres estuvieran en casa. ?Por que no contestaban el telefono? Tuve el presentimiento de que habia ocurrido algo o que, tal vez, estuviese ocurriendo algo justo en aquel momento. Recordaria aquella noche durante anos, mis gestos tontos y aquel sentimiento de catastrofe inminente. Un accidente de trafico. Un infarto. Todo hecho pedazos justo cuando habia decidido volver la hoja. Me pregunte cual habia sido exactamente la ultima vez que habia visto a mis padres. No consegui recordarlo, aunque habia sido solo algunos dias atras. En cambio recordaba la ultima vez que habiamos hablado -discutido- y no me gusto. Pense que si le hubiera ocurrido algo malo a mi madre y a mi padre, o aun a uno solo de los dos, habria pasado el resto de mi vida con un sentimiento de culpa insoportable. Tuve ganas de llorar y durante un par de minutos considere la posibilidad de coger el coche y conducir hasta Ostuni. Renuncie no por lo absurdo de la idea sino solo porque ignoraba donde se encontraba con exactitud aquella granja y, en resumen, no sabia adonde ir.

Hacia por lo menos un cuarto de hora que caminaba cuando encontre a un hombre de unos cuarenta anos que llevaba a pasear un perrito sin raza muy feo y gordo. El hombre, en cambio, era flaquisimo y vestia una camisa blanca de manga larga con el cuello y los punos abotonados. Tenia una cara sin expresion. Al cruzarnos, percibi el olor denso de su sudor.

Me pregunte como habria sido aquel hombre veinte anos atras, mas o menos a mi edad. ?Que esperaba del futuro? ?Habia tenido suenos? ?Habia imaginado que podria terminar caminando con un triste chucho, con una camisa toda abotonada, en una noche de agosto, entre casas anonimas y coches aparcados en la acera? ?Cuando se habia dado cuenta de como estaban las cosas? ?Se habia dado cuenta? Y mi cara, ?como seria dentro de veinte anos?

Oi el ruido de un coche sin tubo de escape que venia de la calle Manzoni mientras yo estaba en la calle Putignani.

Me dije: si conduce un hombre, todo andara bien con respecto al viaje y todo lo demas. Llegamos a la esquina al mismo tiempo. Contuve la respiracion. El vehiculo, una camioneta Fiat Duna, doblo lentamente por la calle Putignani.

Al volante vi a una senora gorda, en camiseta, con el cabello recogido y una cara extenuada por el calor. Conducia echada hacia delante, como si de un momento a otro fuera a caerse sobre el volante.

Mientras el Duna se alejaba hacia el centro de la ciudad hice un esfuerzo para sonreir y dije en voz alta: a la mierda con tus estupidas profecias, Giorgio Cipriani.

No habia nadie que me escuchara.

Cuando regrese a casa era demasiado tarde para llamar a mis padres. Lo haria a la manana siguiente desde un area de servicio. Fui a la cama tras dejar la ventana abierta de par en par para aliviar el calor.

Di muchas vueltas sin conseguir dormirme. El sueno vino cuando por las rendijas de la persiana se filtraba la luz del alba, y sone.

Estaba yendo en coche por una especie de autopista, en un paisaje desierto, gris y triste como ciertas mananas de invierno. Conducia con una sensacion de angustia, con la impresion de que se me estaba escapando algo muy importante. Luego veia a lo lejos objetos que venian hacia mi -contra mi- cada vez mas veloces. Entonces lo comprendia. Aquellos objetos eran automoviles y yo iba contra direccion.

?Como habia podido ocurrir? ?Como habia hecho para llegar a esa situacion? Ademas, aquella autopista no era muy ancha. Al contrario, se estrechaba cada vez mas mientras los vehiculos se acercaban. No queria morir: todavia tenia mucho que hacer. No podia sucederme a mi. Esas cosas les ocurren a los demas. La carretera se habia vuelto estrecha, ya no era una autopista. Era muy angosta. Mis movimientos eran lentos, cada vez mas lentos y yo tenia cada vez mas miedo. Y aquella sirena lacerante que se acercaba.

No queria morir.

Porque, tal vez, despues no habia nada.

El despertador sonaba sin parar y abri los ojos. Durante algunos segundos me quede recostado mirando mis zapatos junto a la cama, todavia en equilibrio entre un mundo y otro.

Media hora despues estaba bajo la casa de Francesco, llamando por el portero electronico.

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