Me despertaron la luz, el calor, la nariz tapada, los dolores en la espalda y el cuello. Habia dormido en el suelo, la garganta me quemaba, la lengua estaba pegada al paladar. Tenia una sensacion de nausea y opresion.
Me incorpore apoyandome en los brazos. Francesco y Angelica dormian en la cama, en la parte opuesta de la habitacion. Dormian profundamente y me quede unos minutos observandolos. Francesco compuesto, como siempre. Tendido de espaldas, con los brazos a lo largo del cuerpo, tenia un aire tranquilo. Respiraba por la nariz, silenciosamente.
Angelica estaba acurrucada sobre un costado, con una mano entre la cabeza y la almohada, vuelta hacia Francesco. Me hizo pensar en una nina. Luego me volvio a la memoria lo ocurrido la noche anterior y tuve que apartar la mirada.
No sabia que hacer. Me sentia tan fuera de lugar alli, con aquellos dos que dormian en aquel cuartito caluroso, impregnado de olores que no queria percibir. Pero no podia irme. La sola idea de pasar otra manana dando vueltas sin meta, hundido y solo en el calor torrido, me desasosegaba.
Mientras estaba alli pensando, Francesco abrio los ojos. No se movio. Abrio los ojos y me miro sin decir nada. Por unos instantes pense que se trataba de una forma de sonambulismo o algo parecido. Se sento en el borde de la cama.
– Buenos dias -dijo.
– Hola -conteste.
– ?Hiciste cafe?
Lo mire. Me parecia tan absurda aquella pregunta banal.
– Esta alli, en aquel mueblecito entre la cocina y el fregadero -dijo ligeramente nervioso.
?Que? Iba a preguntarselo cuando me di cuenta de que hablaba del cafe. Ya habia pasado una noche en aquella casa, pense. De modo que fui hacia aquel mueblecito -un horrible objeto verde palido con calcomanias de flores descoloridas-, tome el cafe y la cafetera, lo prepare.
Bebimos en tacitas que habian perdido el asa. Le lleve una a Angelica, que se habia despertado al oir nuestras voces y los ruidos. Cogio la taza con ojos sonolientos y el aire atontado de quien no esta acostumbrado a ciertos gestos.
Yo estaba avergonzado de encontrarme todavia alli con el recuerdo confuso de la noche anterior. Hubiera querido estar lejos. Hubiera querido desaparecer.
Angelica se levanto, completamente desnuda, fue al bano y a traves de la cortina que hacia de puerta se oyo el ruido de su pis. Me parecio que las paredes de aquella habitacion, ya pequena, se cerraban sobre mi.
Nos quedamos el tiempo de fumar un cigarrillo. Cuando Francesco dijo que debiamos irnos, senti un alivio desproporcionado.
– Yo me vuelvo a dormir -dijo Angelica.
– Iremos al bar, esta noche o a lo sumo manana. Tenemos que ver a un amigo -respondio Francesco.
Sentada en el borde de la cama, Angelica nos hizo un gesto desganado con la cabeza, alzando un instante la mano. Parecia que no le importaba nada de lo que hariamos o no hariamos. Tenia aspecto cansado, como de quien hubiese practicado ya otras veces -muchas- aquel ritual de los saludos. La habitacion, con la luz que se filtraba por las cortinas y el calor ya opresor, estaba cargada de una sensacion de derrota.
– Adios -dije en la puerta, en voz baja. Ella no contesto. A traves de la mirilla de la puerta que se cerraba la vi tenderse en la cama y desaparecer.
Nunca mas volvimos a verla.
– Hoy tendria que volver Nicola, o tal vez volvio ya -dijo Francesco mientras bajabamos la escalera.
Salimos al sol violento. Encontramos una cabina telefonica y Francesco lo llamo.
– ?Nicola!
Si, estabamos en Valencia. Ya hacia tres dias, ?donde cono te habias ido? Si, bueno, bueno, como habiamos quedado. Podiamos pasar aquella misma noche. No, no habia problema. Un amigo y socio. Podia quedarse tranquilo. Bueno, iria solo, pero no habia nada de que preocuparse. ?Alguna vez le habia creado problemas? Esta bien, esta bien, hasta luego.
Estaba hablando de mi. ?Por que necesitaba tranquilizar a Nicola?
– Vamos al hotel. Descansamos un poco y te lo explico.
?Que habia que explicar? ?Y de que hablaba? Me lo preguntaba mientras nos arrastrabamos en el calor agobiante, rozando las paredes para atrapar un poco de sombra.
En una panaderia compramos panecillos y cruasanes; pasamos por una charcuteria y compramos queso, jamon y cerveza para comer en el hotel, donde por lo menos el aire era fresco.
Y alli, en el fresco malsano y ruidoso de aquel hotel poco recomendable, en medio de las migas de pan y las latas de cerveza caidas, Francesco me explico que habiamos venido a hacer en Espana.
26
– ?Cocaina?
?Estas loco?, estaba a punto de anadir. Pero me parecio algo banal. Insuficiente para la enormidad de lo que acababa de decirme. Entonces deje aquella palabra sola, colgada de mis estupefactos signos de interrogacion.
– Si. De optima calidad a un precio buenisimo. Podemos tener un kilo a cuarenta millones. Revendida en Bari asi, sin siquiera dividirla en dosis, nos rinde mas del doble. Tengo una persona que la compra toda y rios da noventa, tal vez cien millones.
– ?Y de donde sacaras esos cuarenta millones?
– Los tengo.
– ?Que significa que los tienes? ?Te trajiste cuarenta millones asi, en efectivo, para los pequenos gastos? ?O quieres pagar un kilo de cocaina con un cheque?
– Los tengo en efectivo.
Lo mire por algunos instantes. Tenia el dinero en efectivo. Es decir, habia traido cuarenta millones -por lo menos cuarenta millones- desde Bari, cruzando toda Italia, toda Francia, hasta aquel lugar de la costa levantina de Espana. Es decir que habia partido con la intencion precisa de venir aqui, a Espana, y comprar un kilo de cocaina. Tal vez habia partido solo por ese motivo.
– Ya habias decidido en Bari venir aqui a comprar droga.
Se quedo en silencio una veintena de segundos. Luego se restrego la nariz con el indice y el pulgar y me contesto a su modo. Con una pregunta.
– ?Que problema tienes? Quiero decir: ?cual es tu verdadero problema?
– ?Que quiere decir cual es mi problema? Una hermosa tarde de verano me dices: tomemonos unas vacaciones, partamos manana sin una meta precisa. Yo estoy de acuerdo, hacemos este viaje sin rumbo y cuando estamos aqui descubro que todo estaba organizado. -Me interrumpi porque me resultaba dificil decir las palabras que se me habian formado en la cabeza. Trague-. Descubro que estaba todo organizado para traficar con droga. ?Joder!
– En esto tienes razon. Hice mal en no decirtelo, pero estaba seguro de que no habrias aceptado y no habrias querido partir.
– Puedes jurar que no habria partido.
– Esta bien; me equivoque al no ser sincero contigo. Pero ahora, ?cual es tu problema? Quiero decir: ?te opones a comprar esta mercancia o piensas en los riesgos?
– Obviamente las dos cosas. Pero en resumen, ?te das cuenta de lo que estamos hablando? Hablamos de comprar droga para venderla. Hablamos de un «negocio» que, si nos pillan, nos encierran por un tiempo que no quiero ni siquiera imaginar.
– ?Te opones al consumo de drogas?
– Me opongo a la venta de drogas. Me opongo a hacerlo yo, sea la venta de cocaina o de cualquier otra cosa por el estilo.