previo aviso y sin dejar rastro?
?Es posible que haya desaparecido por su propia voluntad y que tenga tan poco corazon como para dejar a su familia presa de la angustia y la desesperacion? No, no es posible, me dije.
En ese caso, si no habia desaparecido por su propia voluntad, las posibilidades eran dos. O alguien la habia secuestrado -pero, ?por que?- o alguien la habia asesinado, intencionada o accidentalmente, y habia hecho desaparecer su cuerpo.
Una secuencia de intuiciones fulgurantes, pense. Los senores de Ferraro y mi colega, Fornelli, habian hecho bien en acudir al nuevo Auguste Dupin.
La cuestion fundamental, sin embargo, era otra: ?que podia hacer yo en todo aquello? Aun admitiendo que al leer el dosier descubriese algun fallo, algun punto sin cubrir en las investigaciones, ?cual seria el siguiente paso? Pese a lo que habia hablado con Fornelli, la idea de contratar a un detective privado ni siquiera se me pasaba por la cabeza. Los debe haber, sin duda, y eficacisimos, pero yo no habia tenido la suerte de encontrarme con ninguno. Mis dos unicas experiencias con agencias de investigadores privados habian sido catastroficas y me habia jurado a mi mismo no repetirla jamas.
Por otro lado, la idea de que me pusiese yo a investigar carecia totalmente de sentido, aunque me resultase peligrosamente seductora.
La unica posibilidad seria, en caso de que consiguiese vislumbrar un punto de partida plausible, radicaba en acudir al fiscal y -con mucho tacto, porque los fiscales son gente susceptible- sugerirle que profundizase en este o en aquel punto antes de archivar definitivamente el caso.
El asesor llego justo cuando mas inmerso estaba en estas especulaciones, de las que me aparto, afortunadamente, dado que tenia que ocuparme de el y de sus problemas legales.
Parecia bastante nervioso. Era profesor de instituto, aquella era la primera vez que ocupaba un cargo en la administracion y tambien la primera vez en la que se enfrentaba a una acusacion penal. No estaba acostumbrado a algo asi y tenia miedo de que fueran a arrestarlo de un momento a otro.
Le dije que me explicara por encima el asunto, le eche un vistazo a las diligencias procesales y a algun que otro documento mas que me habia traido y, al final, le dije que podia quedarse tranquilo porque no parecia que hubiese nada realmente serio en su contra.
El parecio tener sus dudas al respecto, pero, en cualquier caso, se mostro aliviado. Me dio las gracias y nos despedimos, acordando que yo iria al fiscal a decirle que mi cliente estaba totalmente a su disposicion para presentarse y dejar clara su postura.
Uno tras otro, mis colaboradores -como detesto esa palabra- pasaron a despedirse de mi antes de irse del bufete. Una ceremonia que siempre me hace sentir como un viejo agilipollado.
Cuando me quede solo llame al tele-japones que habia abierto a unas pocas manzanas del bufete e hice un pedido totalmente desproporcionado de sushi, sashimi, temaki, uramaki y ensalada de soja. Tras unos segundos de duda, cuando la telefonista me pregunto si queria algo para beber pedi tambien una botella de vino blanco muy fria.
Cubiertos y vasos para dos, es obvio, dijo la joven.
Para dos, si, obviamente, respondi.
8
Tres cuartos de hora mas tarde estaba limpiando mi mesa de trabajo de un caos informe de vasitos de papel, botellas, cubiertos, servilletas y cajitas de carton. Cuando termine me servi otro vaso de Gewurztraminer, cerre la botella con el tapon de plastico -odio los tapones de plastico, pero reconozco que desde que hicieron su aparicion no he vuelto a beber vino al corcho- y la guarde en la nevera. Lo hice todo muy despacio y con mucho cuidado. Siempre lo hago todo asi cuando estoy a punto de iniciar una tarea nueva que me produce ansiedad. Intento por todos los medios retrasar el momento en el que no voy a tener mas remedio que ponerme a ello, y la verdad es que en eso soy muy creativo.
Tendencia patologica a la procrastinacion, lo llaman.
Segun parece, se trata de una conducta tipica en los sujetos inseguros, con baja autoestima, que posponen continuamente el momento de ocuparse de asuntos desagradables para evitar enfrentarse a sus propias debilidades, sus miedos y limitaciones. Lei algo asi hojeando un libro titulado: No dejes nada para manana. Empieza a vivir hoy. Era un manual de autoayuda que explicaba analiticamente las causas del fenomeno e indicaba, en casi doscientas paginas llenas de ejercicios delirantes, como -cito textualmente- «desembarazarse de esta enfermedad de la voluntad y vivir una existencia plena, productiva y sin frustraciones».
Pense que tampoco es que tuviera muchas ganas de llevar una existencia excesivamente productiva, que los manuales para cambiar de vida me producian urticaria y que, en resumidas cuentas, una cierta dosis de frustraciones no me desagradaba. En vista de eso, volvi a colocar el manual en la estanteria de la que lo habia cogido -me encontraba en una libreria, leyendo de gorra, como de costumbre-, compre un libro de Alan Bennett y me fui a casa.
Tras haber hecho desaparecer toda posible huella de mi cena japonesa, tras beber otro poco de vino, tras abrir de nuevo el correo electronico para comprobar, una vez mas, que no tenia mensajes, supe que habia llegado el momento.
Decidi leer el dosier del caso siguiendo el orden cronologico en el que se habian desarrollado las investigaciones. Desde el momento en el que se habian producido los hechos hacia adelante. Por lo general, nunca hago las cosas asi.
Si tengo que examinar un caso en el que se ha dictado una medida cautelar y mi cliente esta en la carcel o en arresto domiciliario, lo primero que hago es leer la orden del juez, es decir, el ultimo auto del procedimiento. Conociendo al juez que la ha redactado puedo hacerme enseguida una idea y saber si se trata de algo serio o no. Despues leo el resto de los autos, hacia atras, desde el mas reciente hasta el mas antiguo. Si recibo el encargo despues de la sentencia de primera instancia hago tambien lo mismo, es decir, leo primero la sentencia que tengo que impugnar y, luego, el resto.
En el caso del dosier por la desaparicion de Manuela Ferraro, sin embargo, pense que era mejor recorrer los pasos que se habian seguido en la investigacion e intentar intuir algo de la historia que habia detras.
El dosier era de los que se conocen como modelo 44: son en los que se procede contra desconocidos. En la cubierta estaba impreso el nombre de la ofendida, la fecha de su desaparicion y el nombre del delito. Articulo 605 del Codigo Penal, secuestro de persona. El unico delito que se puede suponer cuando una persona desaparece y se carece de datos que permitan hacer conjeturas mas precisas.
El auto primero del dosier era el informe de los carabinieri -firmado por el maresciallo Navarra, un suboficial por el que sentia gran aprecio-, en el que se comunicaba a la fiscalia la denuncia de los padres y se recogian las primeras declaraciones que se habian tomado en el curso de la investigacion.
Comence por la declaracion de la joven que habia acompanado a Manuela a la estacion de tren. Anita Salvemini -asi se llamaba- tambien habia sido huesped de los trulli en los que Manuela habia pasado el fin de semana. La habia llevado en coche a la estacion porque ella tenia que ir a Ostuni para ver a unos amigos, pero las dos chicas no se conocian hasta ese momento.
En los veinte minutos que duraba el breve trayecto entre los trulli y la estacion solo habian hablado de cosas intrascendentes. Manuela le habia contado que estudiaba Derecho en Roma y que tenia intencion de regresar alli, en tren, esa misma noche o a la manana siguiente.
No, no sabia si Manuela habia quedado con alguien en la estacion de Bari, menos aun si Manuela se veia con alguien con frecuencia, si tenia novio, etcetera.
No, no le parecio que Manuela estuviese preocupada. Por otro lado, tampoco la habia observado con atencion por el simple hecho de que ella -Anita- era la que conducia y tenia que estar atenta a la carretera.
No, no recordaba que entre el trayecto entre los trulli y la estacion de Ostuni Manuela hubiese hecho o recibido llamadas. Si, quiza, habia sacado el movil del bolso en un momento dado. Si, quiza, habia recibido un SMS, o quiza lo habia enviado, pero Anita no lo sabia con seguridad.
No, no recordaba con precision como iba vestida Manuela esa tarde. Seguramente llevaba una bolsa grande,