oscura, y un bolso mas pequeno, y quiza vestia vaqueros y una camiseta de color claro.
No, no recordaba a que hora exacta habian salido de los trulli, tampoco cuando habian llegado a la estacion, momento en el que se despidio de Manuela. Pero debian de haber salido algo despues de las 4.00, asi que debian haber llegado a la estacion a eso de las 4.30.
No, no sabia a que hora exacta salia el tren que iba a coger Manuela. Probablemente, poco despues de la hora de llegada a Ostuni, pero era solo una suposicion, no recordaba que hubieran hablado de ello.
No, no tenia nada mas que anadir.
Leido, confirmado y firmado.
Despues de aquella declaracion venian las de los tres amigos -dos chicas y un chico- con los que Manuela habia ido a los trulli. Las tres eran sucintas y venian a decir mas o menos lo mismo. La idea inicial era volver a Bari el domingo por la noche. Pero surgio la posibilidad de celebrar una fiesta y los tres decidieron quedarse hasta el lunes. Manuela, en cambio, prefirio regresar el domingo y seguir con el plan inicial. Dijo que no habia ningun problema, porque iban a llevarla en coche a Ostuni y alli cogeria el tren.
Fin.
A continuacion venia la declaracion del taquillero del que ya me habia hablado Fornelli. El que habia reconocido a Manuela pero no recordaba a que hora se habia presentado delante de su ventanilla para sacar el billete.
Los carabinieri habian comprobado el horario de los trenes que salian de Ostuni. Manuela podia haber cogido un eurostar, un espresso o dos regionali, entre las 17.02 y las 18.58.
Los carabinieri habian hecho su trabajo escrupulosamente y habian tomado declaracion a los revisores de todos los trenes: una decena de declaraciones, todas iguales y casi todas inutiles.
A todos los revisores les habian ensenado la foto de la joven y todos habian dicho que no recordaban haberla visto jamas.
Solo uno, el del tren de las 18.50, habia dicho que le sonaba la cara de Manuela. Le parecia haberla visto, pero no estaba seguro de si habia sido el domingo por la tarde o en cualquier otro momento.
A continuacion venian las declaraciones de los chicos que habian pasado el fin de semana en los trulli. Ninguna de ellas tenia la mas minima utilidad. Lo unico que me llamo la atencion fue que los carabinieri habian preguntado a todos los jovenes si se habia consumido drogas durante ese fin de semana. Todos habian dicho que no y ninguno les habia sabido -o querido- decir si Manuela consumia algo, aunque fuera de forma ocasional.
Luego venian las declaraciones de dos amigas de Manuela que estudiaban en Roma, como ella. Nicoletta Abbrescia -la joven que compartia el piso con Manuela- y Caterina Pontrandolfi.
Los carabinieri tambien les habian preguntado acerca de la droga. Las dos habian admitido que Manuela se fumaba un porro de vez en cuando, pero nada mas. Entre los pliegues de la jerga burocratica se adivinaba que las chicas se habian sentido incomodas y que, quiza, habian contestado con algo de reticencia, pero probablemente era algo normal, los interlocutores no dejaban de ser carabinieri.
La parte mas interesante de sus declaraciones era la relativa a un tal Michele Cantalupi, el ultimo novio de Manuela. Las dos coincidian en describir una relacion dificil, marcada por peleas frecuentes, y que se habia acabado de forma borrascosa, con episodios de violencia verbal e incluso fisica.
Los carabinieri referian que en los dias inmediatamente posteriores a la desaparicion de Manuela no habia sido posible localizar a Cantalupi. Segun sus padres estaba de vacaciones, en el extranjero. La respuesta habia dejado perplejos a los inspectores (en el informe se leia que la actitud de los familiares les habia parecido evasiva), quienes habian pedido autorizacion para ver el listado de llamadas del movil de Cantalupi y del de Manuela, ademas de los datos de la tarjeta del cajero automatico de esta ultima. Querian averiguar cuales habian sido los ultimos contactos de la joven, los ultimos de Cantalupi y, sobre todo, si era verdad que Cantalupi estaba en el extranjero desde hacia varios dias.
Una semana despues, en un nuevo, extenso informe, los carabinieri referian el resultado de sus ulteriores investigaciones. En primer lugar, habian tomado declaracion a Michele Cantalupi, que mientras tanto habia regresado del extranjero. Cantalupi confirmaba que habia sido novio de Manuela durante casi un ano; confirmaba que la relacion habia tenido un final borrascoso, pero puntualizaba que todo habia terminado muchos meses antes de la desaparicion de la joven, es mas, en los ultimos tiempos sus relaciones habian mejorado mucho. La relacion se habia acabado por diversos motivos y habia sido ella la que habia tomado la decision de cortar. Si, habian tenido varias peleas, algunas incluso violentas. Si, a veces estas se habian producido delante de los amigos. No, nunca llegaron a la violencia fisica. Tomaba nota de que una amiga de Manuela habia declarado que una vez, delante de ella, llegaron a las manos. Si, hubo una bofetada, pero fue Manuela la que se la dio a el, no el a ella. Si, el le habia dado un empujon y ella reacciono dandole un guantazo. Ahi habia acabado la cosa, fue la unica vez en que se produjo entre ellos algo parecido al maltrato. No, el no tenia otra novia. No, no sabia si Manuela tenia en Roma otra historia con alguien. Si, se lo habia preguntado pero ella le habia contestado que eso no era asunto suyo. Si, volvieron a verse, se tomaron juntos un cafe, charlaron. En el centro de Bari, a primeros de agosto. No, no hubo ningun problema, es mas, se despidieron con toda normalidad el uno del otro.
La declaracion me dejo perplejo. Entre las lineas de la prosa policial se percibia el esfuerzo de Cantalupi por hacer pasar su historia con Manuela por una historia tranquila y normal cuando, probablemente, muy tranquila no debia haber sido, a juzgar por lo que contaban las amigas de Manuela.
Por otra parte, el listado de llamadas parecia confirmar que Michele Cantalupi se encontraba en el extranjero cuando desaparecio la joven. En primer lugar, el telefono del joven se habia registrado en celdas extranjeras durante aquellos dias, asi que era cierto que se encontraba fuera del territorio nacional. En segundo lugar, no habia ningun contacto -ni aquel domingo ni en los dias precedentes- entre la joven y su ex novio.
La actividad del movil de Manuela era escasa. Los listados eran los correspondientes a la semana anterior a su desaparicion: pocas llamadas, pocos SMS, todos dirigidos a amigas o a su madre. Ningun numero pertenecia a alguien fuera de su circulo habitual de amistades; no habia nada anormal, salvo, quiza, la escasa actividad. Pero el dato, en si, era insignificante.
El domingo, Manuela habia recibido solo dos llamadas e intercambiado algunos mensajes: una vez mas, con su madre y con una amiga. La ultima senal de vida del telefono era un SMS dirigido a su madre, por la tarde. Luego, nada. El aparato habia muerto del todo.
La amiga habia prestado declaracion ante los carabinieri pero no habia suministrado informacion de interes alguno. Habia hablado con Manuela para despedirse, en vista de que ella tenia que volver a Roma y que en los dias anteriores no habian conseguido encontrar un hueco para verse. No tenia ni idea de que era lo que tenia que hacer esa noche, de como pensaba ir a Roma y, como es logico, de que podia haberle pasado.
El cajero automatico tampoco habia proporcionado ningun elemento util, dado que la ultima cantidad se habia retirado en Bari, el viernes que precedio a la desaparicion de la joven.
En los dias siguientes se habian difundido, en la prensa local y en el programa de television ?Quien la ha visto?, algunas fotos de Manuela, y se habia dado la descripcion de la ropa que, probablemente, llevaba esa tarde. Algunas de esas fotos figuraban en el dosier. Las observe durante un buen rato, buscando un secreto o, al menos, una idea. Como es logico, no encontre nada y la unica brillante conclusion a la que consegui llegar fue que Manuela era -o habia sido- una chica muy guapa.
Despues de la publicacion de las fotos, tal y como me habia dicho Fornelli, y como siempre ocurre en estos casos, habian aparecido numerosos personajes -casi todos ellos por encima del nivel minimo exigido para la reclusion en un hospital psiquiatrico- que habian llamado por telefono para informar que habian visto presuntamente a la chica.
El contenido de la tercera parte del dosier se resentia de la publicacion de aquellas fotos y de sus efectos sobre desequilibrados de todo tipo. Habia como una decena de declaraciones, procedentes de los cuarteles de carabinieri de media Italia. Todas ellas de personas que afirmaban, con mayor o menor seguridad, y segun el grado de deterioro de su estado de salud mental, que habian visto a Manuela.
Estaba el mitomano profesional del que me habia hablado Fornelli, el que habia visto a la joven haciendo la calle en las afueras de Foggia; la senora que se habia fijado en ella mientras daba vueltas, con aire ausente, por los pasillos de un hipermercado en Bolonia; y habia un tipo que juraba haber visto a Manuela en Brescia, entre dos sujetos de aspecto equivoco, que hablaban algun idioma del este y que la habian metido de un empujon en un coche que arranco al instante, haciendo chirriar los neumaticos.
Los carabinieri afirmaban que ninguna de esas declaraciones parecia minimamente fiable. Y mientras las leia pense que nunca habia estado tan de acuerdo con un informe policial.