Este recuerdo deberia haberme puesto melancolico pero, en cambio, me produjo una ligera, inexplicable excitacion, como si de repente el pasado no fuese pasado sino que formase parte de una especie de presente dilatado, simultaneo y acogedor. En aquel bar, mientras esperaba a un traficante de cocaina, me parecio, durante un instante, intuir el misterio sincronico del tiempo y de la memoria.
Luego, el traficante de cocaina llego y aquel insolito encantamiento se desvanecio tal y como habia aparecido.
Pedimos dos capuchinos, y esperamos a que el camarero nos los llevase y desapareciese en el piso de abajo, dejandonos solos. Solo entonces empezamos a hablar.
– ?Y bien, Damiano?
– He estado haciendo preguntas por ahi y puede que haya dado con algo.
– Dime.
– Hay un chico, un chaval gay, que trapichea por las discotecas. En realidad es un hibrido entre camello y consumidor: la vende, sobre todo, para financiarse su consumo personal. Me ha dicho que conocia a un tal Michele que casi siempre tiene coca. Me ha dicho que a veces le ha comprado pequenas cantidades y que otras, en cambio, se las ha pasado el. Es algo que ocurre entre pequenos traficantes: se la intercambian, cuando uno tiene le da al otro y viceversa.
– ?Por que has pensado que puede tratarse del Michele que nos interesa?
– Usted me ha dicho que el tal Michele es un tipo muy guapo, ?no?
– Es lo que me han dicho de el.
– Mi amigo gay me ha dicho que este Michele esta bueno que te cagas. Palabras textuales.
– Y supongo que no sabra su apellido.
– No, pero con ensenarle una foto…
Justo. Con ensenarle una foto seria suficiente, asi que tenia que dejarme de chapuzas y encontrar la forma de hacerme con una. Es decir, tenia que llamar a Fornelli. O, quiza, Caterina tendria alguna. Esto me hizo recordar que tenia que llamarla de todas formas para ponernos de acuerdo para el dia siguiente.
– ?Abogado?
– ?Si?
– Este chico no tendra problemas por lo que le estoy contando, ?no?
– ?Te refieres a tu amigo gay?
– Bueno, no es que sea mi amigo, pero si, me refiero a el.
– No te preocupes, Damiano. Lo unico que me interesa es intentar descubrir que le ha ocurrido a Manuela. Tu y yo ni siquiera hemos hablado, en lo que a mi respecta.
Quintavalle parecio aliviado.
– Perdone si le he dicho eso, abogado, pero es que…
Lo interrumpi con un gesto de la mano. Obviamente, entendia de sobra su preocupacion, para alguien con su trabajo solo el hecho de ir por ahi haciendo preguntas ya era peligroso. Le di las gracias, le dije que intentaria localizar una foto de Michele y que ya volveria a llamarle. Luego nos fuimos los dos a nuestros respectivos trabajos, mas o menos honrados.
Llame a Caterina de camino hacia el bufete, le dije que habia hecho dos reservas para manana, en el avion de las once, y que me pasaria a recogerla en coche a eso de las nueve y media. Le pregunte si la direccion era la misma que figuraba en el informe de los carabinieri y ella me dijo que si, que era esa, pero que podiamos quedar delante del Petruzzelli para mayor comodidad. Senti una enorme sensacion de alivio al pensar que no tenia que pasar por su casa, arriesgandome a que su madre o su padre -quiza mas o menos de mi edad- me viesen, se enterasen de que su hija se veia con un salido de mediana edad y decidiesen intervenir con llaves inglesas, bates de beisbol o instrumentos analogos.
Recorde lo de la foto de Michele cuando estabamos a punto de colgar.
– Una cosa, Caterina.
– ?Si?
– No tendras por casualidad una foto de Michele Cantalupi, ?no?
Tardo un rato en contestarme, y, si el silencio pudiese tener entonaciones, el suyo lo habria definido un gran signo de interrogacion.
– ?Para que la necesitas? -dijo por fin.
– Necesito que la vea una persona. Es mejor no hablarlo por telefono, manana te lo explico. ?Crees que podras encontrar alguna?
– Mirare, pero no creo que tenga ninguna.
– De acuerdo, hasta manana entonces.
– Hasta manana.
25
Nada mas llegar al bufete, los asuntos pendientes me abdujeron como en una pelicula de ciencia-ficcion. Una criatura gelatinosa y viscosa me aspiro hasta su interior y me tuvo alli encerrado hasta el anochecer, cuando por fin se aburrio y me dejo libre, en las condiciones fisicas y morales de un semi-digerido. Entre otras cosas, en vista de que el viaje a Roma del dia siguiente era un compromiso no programado, tuve que reorganizar la agenda, disponer quien me sustituiria en los juzgados y cambiar varias citas de fecha.
Cuando llegue a casa, exhausto, le di solo algunos punetazos a Mister Saco, para expresarle mi amistad, pero no consegui entrenar como es debido. Gaste mas agua de la necesaria en darme una larguisima ducha caliente, con la puerta del bano abierta de par en par y Bruce Springsteen a todo volumen, y a eso de las once estaba otra vez en la calle, en mi bicicleta. Llevaba mi vieja cazadora de cuero negra, vaqueros descoloridos, zapatillas de deporte y, en definitiva, tenia el aspecto de lo que era: un senor que habia pasado holgadamente de los cuarenta, que se viste como un jovencito, y que se cree que asi le toma el pelo al tiempo.
Me dije que lo sabia de sobra y que me importaba un bledo. Aunque era consciente del mecanismo, el asunto me ponia de buen humor de todos modos.
Cuando entre en el Chelsea reconoci a bastantes clientes habituales, ellos me reconocieron a mi y alguno esbozo un gesto de saludo. Era el tipo raro que, aunque no era gay, venia con frecuencia el solo, a comer, beber, y escuchar la musica. Tuve una sensacion de familiaridad que me gusto mucho, como si, de alguna forma, ese lugar se hubiera vuelto mio. Una sensacion protectora.
Eche un vistazo alrededor pero Nadia no estaba. Me senti un poco mal por eso y estuve a punto de preguntar por ella a la de la barra, pero su expresion, tan cordial como un cabezazo en la nariz, me disuadio de ello.
Asi pues, me sente, comi un plato de orecchiette con chantarelas y me tome un vaso de primitivo, logrando concentrarme exclusivamente en la comida y la bebida.
Nadia llego justo cuando yo ya me iba.
– Hola, Guido -dijo alegremente -. He tenido que ir al cumpleanos de una amiga. Una chica muy maja, pero con los amigos mas aburridos del mundo. Habia un catering alucinante, con timbales de pasta al horno en moldes de estano. Un colega tuyo, uno con caspa y su buena curva de la felicidad, me ha tirado los tejos. ?Te vas ya?
– Bueno, si, son las doce y media.
Me di cuenta de que mi tono de voz acusaba un ligero resentimiento, como si el que ella no estuviera alli cuando yo habia llegado hubiese sido una deliberada falta de cortesia hacia mi persona. Ella, por suerte, no se dio cuenta.
– Ya, siempre se me olvida que los demas trabajan por la manana y que tienen que levantarse temprano.
– En realidad, manana puedo levantarme mas tarde. Voy a Roma, por un tema de trabajo, y el avion sale a las once.
– Entonces quedate un poco, anda… Tengo que recuperarme de la fiesta. Te dare para que pruebes