Solinsky.

– Ahora no esta usted en el tribunal. No tiene espectadores. Solo un soldado en el papel de sordomudo.

– ?Libertad! -repitio enfaticamente Petkanov-. La libertad consiste en someterse a la voluntad de la mayoria.

Solinsky no respondio en seguida. Habia oido aquella frase antes, y le habia aterrado. Finalmente murmuro:

– ?De verdad cree usted eso?

– Cualquier otra cosa que llameis libertad es solo el privilegio de una elite social.

– ?Como las tiendas especiales para los miembros del Partido? ?Se ajustan a la voluntad de la mayoria?

Petkanov tiro el periodico sobre la mesa.

– Todos los periodistas son unos cabrones. Puestos a elegir, prefiero los mios.

Al fiscal general aquellas entrevistas le resultaban frustrantes, pero utiles. Necesitaba estudiar a su oponente, comprenderle, descubrir la forma de predecir sus reacciones mas imprevisibles. Por eso prosiguio, en un tono de pedante racionalidad:

– Bueno…, siempre hay diferencias de categoria, ya sabe. Tal vez deberia usted leer los editoriales de Tiempos Libres sobre su juicio. No adoptan la postura mas obvia.

– Puedo ahorrarme ese trabajo y echarme yo mismo un cubo de mierda sobre la cabeza.

– No quiere esforzarse en comprender, ?verdad?

– Mira, Solinsky, no tienes ni idea de lo que me aburre esta discusion. Consideramos todos los aspectos hace decadas, y llegamos a las conclusiones correctas. Hasta tu padre estuvo de acuerdo, despues de dar vueltas como un trompo durante varios meses. Por cierto: ?le has saludado de mi parte?

– ?No significa nada para usted el concepto de «prensa libre»?

Petkanov bostezo teatralmente, como si el fiscal general estuviera defendiendo la hipotesis de una tierra plana.

– Es una contradiccion -replico-. Todos los periodicos pertenecen a algun partido, a algun interes. Ya sea a los capitalistas o al pueblo. Me sorprende que no lo hayas notado.

– Pero hay periodicos cuyos propietarios son los mismos periodistas que los escriben.

– Que representan al peor partido de todos: el del egoismo. Una pura expresion del individualismo burgues.

– E incluso hay periodistas, aunque le sorprenda saberlo, que cambian de opinion sobre los temas. Que tienen la libertad de sacar sus propias conclusiones, de estudiarlas, de reconsiderarlas y de modificar sus puntos de vista.

– Cabrones chaqueteros, querras decir -corrigio Petkanov-. Cabrones neuroticos.

Habia habido una revolucion; de eso no cabia duda. Pero jamas se empleaba esta palabra, ni matizada con adjetivos como «de terciopelo» o «pacifica». El pais tenia pleno sentido de la historia, pero a la vez se mostraba muy cauteloso con la retorica. Las grandes expectativas de los ultimos anos rechazaban ser traducidas en palabras altisonantes. Por eso, en vez de hablar de revolucion, el pueblo hablaba de cambio, y la historia reciente se dividia ahora en tres sencillas partes: antes del cambio, durante el cambio, y despues del cambio. No habia mas que mirar lo que habia ocurrido a lo largo de la historia: reforma, contrarreforma, revolucion, contrarrevolucion, fascismo, antifascismo, comunismo, anticomunismo… Como por alguna ley fisica, los grandes movimientos parecian provocar una fuerza igual y de signo opuesto. Asi que la gente hablaba cautamente de cambio, y esta leve evasiva les hacia sentirse algo mas seguros: resultaba dificil imaginar algo llamado contracambio o anticambio y, por lo mismo, parecia tambien evitable la realidad correspondiente a ese nombre.

Entre tanto, despacio, discretamente, en toda la ciudad se iban derribando monumentos. Ya antes, por supuesto, habia habido remociones parciales. En cierto momento, a una insinuacion de Moscu, habian desaparecido todos los Stalin de bronce. Se los habian llevado de sus pedestales de noche, para depositarlos en un solar abandonado proximo al apartadero de la estacion central donde los alinearon contra un alto muro como si estuvieran esperando al peloton de fusilamiento. Durante unas pocas semanas mantuvieron dos soldados de guardia, hasta que se vio claramente que no existia ningun deseo popular de profanar las efigies. Levantaron, pues, a su alrededor una cerca de alambre de espino y dejaron que se defendieran por si mismas; ya se encargarian de mantenerlas despiertas toda la noche los silbidos y resoplidos de los buenos trenes. Cada primavera, las ortigas crecian mas altas, y las enredaderas trepaban dando una vuelta mas por las botas y las piernas del Senor de la Guerra. No faltaron intrusos que, en alguna ocasion, se colaron en el solar provistos de cincel y martillo, decididos a encaramarse a una de las estatuas mas pequenas para llevarse medio bigote de recuerdo; pero la borrachera o la mala calidad del cincel los hicieron fracasar siempre. Las estatuas permanecieron, pues, junto al apartadero de clasificacion, brillando bajo la lluvia e invictas como un recuerdo.

Pero Stalin tenia compania. La de Brezhnev, que en vida gusto de adoptar poses de bronce y de granito, y que ahora continuaba felizmente su existencia en forma de estatua. La de Lenin, con su gorra de obrero y el brazo en alto, enardecido, aferrando en sus dedos el sagrado texto. Y junto a el, el Primer Lider de la nacion que, como simbolo perenne de lealtad y sumision politica, media cosa de un metro menos que los gigantes de la Union Sovietica. Ahora, pues, venian a unirse a ellos las efigies de Stoyo Petkanov, que lo representaban de diversa guisa: como caudillo partisano, con sandalias de piel de cerdo y bluson campesino: como comandante militar, con las estalinistas botas hasta las rodillas.y entorchados de general; como estadista mundial, enfundado en un terno con chaqueta cruzada y luciendo en el ojal la Orden de Lenin. Esta intima y selecta comparsa, algunos de cuyos mas recientes representantes aparecian brutalmente mutilados por la accion torpe de alguna grua, se apinaba en permanente exilio, discutiendo en silencio de politica.

Recientemente se habia hablado de enviar a Alyosha a hacerles compania. A Alyosha, que durante casi cuatro decadas habia permanecido erguido en aquella loma hacia el norte, con su bayoneta centelleando fraternalmente. Habia sido una donacion del pueblo sovietico; de ahi que hubiera surgido una corriente de opinion favorable a devolverselo a los donantes. Que se vuelva a Kiev, o a Kalinin, o a donde sea: despues de tanto tiempo debe de sentir anoranza de su tierra, y su gran madre de bronce debe de estar echandole mucho de menos.

Pero los gestos simbolicos pueden resultar caros. Habia costado bastante poco sacar de su mausoleo el embalsamado cuerpo del Primer Lider, en una noche ya olvidada cuando solo una de cada seis farolas iluminaba la plaza. Pero… ?repatriar a Alyosha…? Costaria miles de dolares americanos, un dinero que estaria mejor empleado en comprar petroleo o en corregir las fugas radiactivas del reactor nuclear de la provincia oriental. Por eso preferian algunos un destierro local menos duro: facturarlo al apartadero de la estacion central en compania de sus jefes metalicos. Alli los dominara a todos, porque era la estatua mas alta del pais. Y la idea de que aquellos vanidosos lideres se sentirian incomodos por la llegada de tan enorme companero podria ser una pequena y barata venganza…

Otros pensaban que Alyosha debia permanecer en su colina. Al fin y al cabo, era un hecho indiscutible que el ejercito sovietico habia liberado al pais de los fascistas, y que soldados rusos habian muerto y hablan sido enterrados alli. Sin olvidar que entonces, y durante bastante tiempo despues, muchos habian sentido gratitud hacia Alyosha y sus camaradas. ?Por que no dejarlo donde estaba? Uno no tiene que estar de acuerdo con todos y cada uno de los monumentos. Ya a nadie se le ocurre destruir las Piramides por un sentimiento retrospectivo de culpabilidad respecto a los sufrimientos de los esclavos egipcios.

Una manana, a las nueve y media, Peter Solinsky se hallaba de pie junto a la mesa de su despacho, dirigiendo un silencioso interrogatorio a un angulo de la estanteria situada a unos cuatro

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