metros de el. Era su forma de prepararse para la tarea diaria. Estaba a mitad de una pregunta que violentaba un tanto las normas legales, porque tenia menos de pregunta que de hipotesis sobre los hechos, con una implicita denuncia moral, cuando sono irritantemente el telefono para anunciar la llegada de un visitante. Solinsky dio un momento de respiro a la estanteria, que estaba trasudando y enjugandose el ceno en actitud culpable, y dirigio su atencion a Georgi Ganin, comandante en jefe de las Fuerzas Patrioticas de Seguridad (antiguo Departamento de Seguridad Interior).

Ganin vestia ahora de paisano, para dar a entender que su trabajo era una ocupacion civil, en absoluto amenazadora. Pero hacia solamente un par de anos, en el dia en que fue catapultado a la fama, llevaba su corpulenta humanidad embutida en un uniforme de teniente, y las insignias de sus hombreras le proclamaban miembro de la Comandancia Militar Provincial del Noroeste. Habia sido enviado con una veintena de soldados para controlar la que confiadamente fue descrita como una manifestacion sin importancia en Sliven, la capital regional.

Y en verdad era poco nutrida: trescientos Verdes locales y unos cuantos de la oposicion reunidos en una plaza adoquinada y en pendiente, que pateaban el suelo y batian palmas mas para entrar en calor que por cualquier otro motivo. Frente a las oficinas del Partido se alzaba una ancha barricada de nieve sucia que en circunstancias normales hubiera bastado como proteccion. Pero se conjugaron dos factores para hacer aquella ocasion diferente. El primero fue la intervencion del Comando Devinski, una organizacion estudiantil que aun no habia merecido la apertura de un dossier por parte de Seguridad. Esto no era nada del otro jueves, porque en los ultimos tiempos resultaba dificil obtener informacion sobre la actitud de los estudiantes y, por otra parte, el tal Comando Devinski estaba catalogado hasta la fecha como una asociacion literaria, llamada asi en memoria de Ivan Devinski, un poeta de la region que, a pesar de sus tendencias decadentistas y formalistas, se habia comportado como un patriota y habia muerto heroicamente durante la invasion fascista de 1941. El segundo factor fue la presencia casual de un equipo de la television sueca: su coche, alquilado, habia sufrido una averia el dia anterior y ahora se veian retenidos en la ciudad sin otra cosa que filmar que un reportaje sobre una aburrida manifestacion provinciana.

Pero, si los servicios de seguridad hubieran investigado al Comando Devinski, habrian podido averiguar que el poeta destaco en tiempos por su ironia y su talante provocador; y que en 1929, un «leal soneto» suyo titulado «Gracias, Majestad» le habia valido tres anos de inmediato destierro en Paris. Los componentes del comando estudiantil se identificaban a si mismos tocandose con las boinas rojas del uniforme de los jovenes pioneros, con la diferencia de que, como estos eran chavales de diez anos, para encasquetarse los del comando aquellas boinas no tenian mas solucion que estirarlas comicamente o sujetarselas en plan de guasa a la coronilla con un pasador para el pelo prestado por alguna amiga. Los demas manifestantes, al igual que las fuerzas de seguridad, jamas habian oido hablar del Comando Devinski y mostraban su irritacion por la presencia de aquellos gamberros, que tomaban por comunistas infiltrados. Sus sospechas se vieron confirmadas cuando los del comando desplegaron una pancarta en la que se leia: NOSOTROS, ESTUDIANTES, OBREROS Y CAMPESINOS LEALES, DAMOS NUESTRO APOYO AL GOBIERNO.

Abriendose camino a empellones hasta el frente de la manifestacion, los del comando se situaron junto a la barricada de nieve sucia y empezaron a corear: ?QUE VIVA, QUE VIVA EL PARTIDO! ?QUE VIVA, QUE VIVA EL GOBIERNO! ?QUE VIVA, QUE VIVA EL PARTIDO! ?QUE VIVA, QUE VIVA EL GOBIERNO! ?QUEREMOS A STOYO PETKANOV! ?QUE VIVA, QUE VIVA EL PARTIDO!

Al cabo de un par de minutos se abrieron las cristaleras del balcon central, y aparecio en el el jefe local del Partido, deseoso de presenciar con sus propios ojos semejante manifestacion de apoyo, tan insolita en aquellas fechas contrarrevolucionarias. Y al punto los estudiantes ampliaron su repertorio de canticos. Con los punos patrioticamente alzados, aquella leal tropa de boinas rojas aclamo al sonriente capitoste de Sliven:

«?QUE BUENOS SOIS, QUE NOS SUBIS LOS PRECIOS!»

«?QUE BUENOS SOIS, QUE NOS IMPONEIS EL RACIONAMIENTO!»

«?DADNOS IDEOLOGIA EN VEZ DE PAN!»

Los estudiantes estaban bien entrenados y tenian un chorro de voz. Con los punos golpeando una y otra vez el aire y sin la menor duda, empalmaban una consigna con otra:

«?GRACIAS POR SUBIRNOS LOS PRECIOS!»

«?MAS MEDIOS PARA LA POLICIA DE SEGURIDAD!»

«?VIVA EL PARTIDO!»

«?VIVA STOYO PETKANOV!»

«?VIVA EL RACIONAMIENTO DE COMESTIBLES!»

«?DADNOS IDEOLOGIA EN VEZ DE PAN!»

De repente, como si se hubieran puesto de acuerdo en silencio, el resto de los manifestantes decidieron sumarse, y el grito de «?VIVA EL RACIONAMIENTO DE COMESTIBLES!» empezo a resonar furiosamente en toda la plaza. El jefe local del Partido cerro las cristaleras y la manifestacion adquirio de subito una punta de histerismo cuya peligrosidad era obvia para Ganin. Sus hombres estaban formados a un lado del edificio y ahora atrajeron la atencion de los miembros del Comando Devinski. Por tres veces el peloton de estudiantes avanzo unas decenas de metros hacia donde se hallaban los soldados, cantando:

«?GRACIAS POR VUESTRAS BALAS!»

«?GRACIAS POR CONVERTIRNOS EN MARTIRES!»

«?GRACIAS POR VUESTRAS BALAS!»

«?GRACIAS POR CONVERTIRNOS EN MARTIRES!»

No paso inadvertido que los Verdes y los demas grupos de la oposicion prefirieron no corear estas consignas, aguardando a que el comando volviera a sumarseles en su anterior demanda de subidas de precios y racionamiento de comestibles. Para entonces, el equipo de la television sueca estaba ya en posicion y filmando.

En aquel momento se acerco a Ganin un individuo desconocido con abrigo de cuero, que habia salido apresuradamente por una puerta lateral de la sede del Partido. Tras identificarse con un nombre y su rango en los servicios de seguridad, le transmitio ordenes directas del jefe local del Partido: debia hacer fuego por encima de las cabezas de los manifestantes y, si aun asi no lograba dispersarlos, disparar a sus pies. Una vez comunicado el mensaje, el hombre volvio a entrar en el edificio, pero no sin que antes fuera advertida su presencia por los estudiantes. «?DEJAD QUE NOS ALISTEMOS EN LAS FUERZAS DE SEGURIDAD!», rugieron, y luego, otra vez: «?GRACIAS POR VUESTRAS BALAS! ?DEJAD QUE NOS ALISTEMOS EN LAS FUERZAS DE SEGURIDAD!»

Ganin hizo avanzar a sus hombres una veintena de' metros. Los del comando se acercaron a su encuentro. El teniente trato de aparentar seguridad cuando ordeno a los soldados apuntar sus armas por encima de las cabezas de la multitud, pero habia varias cosas que le preocupaban. En primer lugar, la fuente de la que emanaban las ordenes recibidas. En segundo, el temor a que hubiera en su peloton algun idiota que decidiera por su cuenta apuntar mas abajo. Y, finalmente, el saber que cada soldado disponia de un unico cargador para su arma: tambien en el ejercito habia motivos para gritar un ?VIVAN LOS RACIONAMIENTOS!

Con el brazo alzado para detener el avance de sus hombres, Ganin se aproximo al comando. Al mismo tiempo, del grupo de estudiantes se destaco un joven que lucia dos boinas de pionero rojo tapandole las orejas. La television sueca filmo el decisivo encuentro de ambos: el barbudo estudiante con rojas orejeras y el fornido y rubicundo oficial del ejercito, cuyos resoplidos se convertian en una nube de vaho ante su cara por efecto del frio reinante. El camara se atrevio a acercarse todavia mas, pero su tecnico de sonido se acordo de pronto de que tenia familia aguardandole en Karlstad. Este rasgo de prudencia le vino de perlas al joven teniente: de haberse grabado la conversacion que siguio, tal vez no hubiera tenido luego una carrera tan meteorica.

– ?Van ustedes a matarnos a todos, camarada oficial?

– Vayanse. Si se dispersan, no dispararemos.

– Pero ?es que esto nos gusta! Hoy no tenemos clase. Estabamos disfrutando muchisimo en este intercambio de puntos de vista con el jefe del Partido Krumov. Deberia usted preguntarle a ese fiel oficial de seguridad por que cono ha decidido su estimado jefe poner fin a una discusion tan provechosa.

Ganin tuvo que hacer un esfuerzo para no sonreir.

– Les ordeno que se dispersen.

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