funcionaria que le custodiaba se inclino hacia el y le murmuro algo, que el fingio no oir.

Solinsky observo sin inmutarse aquellas reticencias. Tranquilo, como la cosa mas normal del mundo, abordo su papel. Primero inspiro tan honda y largamente como le fue posible hacerlo sin llamar la atencion. Le habian ensenado que el control de la respiracion es vital en la practica forense. Solo los atletas, los cantantes de opera y los abogados comprenden la trascendencia que tiene respirar bien.

[-Obligale a levantar el culo del asiento, Solinsky, ?vamos!, haz que levante el culo.

– ?Chist!]

– Stoyo Petkanov: comparece usted ante el Tribunal Supremo de la Nacion acusado de los siguientes delitos. Uno, fraude mediando documentos, conforme al articulo 127 (3) del Codigo Penal. Dos, abuso de autoridad en el ejercicio de sus funciones oficiales, conforme al articulo 212 (4) del Codigo Penal. Y tres…

[-Asesinato en masa.

– Genocidio.

– De arruinar al pais.]

– … Prevaricacion, conforme al articulo 332 (8) del Codigo Penal.

[-?Que es prevaricacion?

– Mala gestion.

– Querra decir que gestiono mal los campos de prisioneros…

– O que torturaba a la gente como Dios manda…

– ?Chist, chist!]

– ?Como se declara usted?

Petkanov permanecio exactamente en la misma posicion, solo que ahora se insinuaba en su rostro una leve sonrisa. La funcionarla de prisiones se inclino nuevamente hacia el, pero la detuvo con un chasquido de los dedos.

Solinsky se volvio al presidente del tribunal en demanda de ayuda.

– Responda el acusado a la pregunta -dijo aquel-. ?Como se declara?

Petkanov se limito a erguir un poco mas la cabeza, dedicando la misma expresion desdenosa al estrado de los jueces.

El presidente del tribunal miro hacia el banquillo de la defensa. La abogada del Estado Milanova, una mujer morena de mediana edad, de aspecto severo, se habia puesto ya de pie:

– La defensa ha recibido instrucciones de no alegar nada -anuncio.

Los tres jueces intercambiaron impresiones brevemente, y luego el presidente del tribunal declaro:

– De conformidad con el articulo 465, el tribunal interpreta el silencio como una declaracion de inocencia. Prosiga.

Solinsky empezo de nuevo.

– ?Se llama usted Stoyo Petkanov?

Dio la impresion de que el anterior jefe del Estado meditaba la respuesta unos instantes. Luego, con una tosecilla, como dando a entender que el movimiento que seguiria era por propia iniciativa, se puso en pie. Pero, aun asi, no ofrecio ningun indicio de que fuera a hablar. El fiscal general, por consiguiente, repitio la pregunta:

– ?Se llama usted Stoyo Petkanov?

El acusado no presto la menor atencion al fiscal de brillante traje italiano y, en vez de ello, se volvio al presidente del tribunal.

– Deseo hacer una declaracion previa.

– Responda primero a la pregunta del fiscal general.

El Segundo Lider volvio la mirada a Solinsky, como si advirtiera su presencia por primera vez y le invitara a repetir la pregunta igual que si fuera un escolar.

– ?Se llama usted Stoyo Petkanov?

– Lo sabes perfectamente. Luche junto a tu padre contra los fascistas. Te envie a Italia para que te compraras alli el traje que llevas. Aprobe tu nombramiento de profesor de Derecho. Sabes perfectamente quien soy. Quiero hacer una declaracion.

– A condicion de que sea breve -replico el presidente del tribunal.

Petkanov asintio para si, aprovechando la venia pero haciendo caso omiso de la peticion del juez. Echo un vistazo alrededor de la sala como si acabara de darse cuenta del lugar en que estaba, se acomodo las gafas un poco mas arriba de la nariz, apoyo los punos sobre la superficie acolchada de la barandilla de madera que tenia enfrente y, con el tono de alguien acostumbrado a la correcta organizacion de un evento publico, pregunto:

– ?Que camara me enfoca?

[-?Cabron de mierda! ?Pedir que le escuchen!

– A nosotros no nos la pegas, Stoyo, ya no nos la pegas.

– Espero que te caigas muerto delante de nosotros. En vivo y en directo.

– Tranquilo, Atanas. Tu si que la palmaras si sigues asi.]

– Haga su declaracion.

Petkanov asintio de nuevo, mas como si hubiera consultado consigo mismo que en respuesta a la nueva venia otorgada.

– No reconozco la autoridad de este tribunal. Carece de poder para enjuiciarme. Fui arrestado ilegalmente, confinado ilegalmente, interrogado ilegalmente, y ahora me encuentro ante un tribunal ilegalmente constituido. Sin embargo -y al llegar a este punto se permitio una pausa y una rapida sonrisa, consciente de que aquel «sin embargo» habia evitado que el presidente del tribunal le cortara-, sin embargo, respondere a sus preguntas a condicion de que sean relevantes.

Hizo una nueva pausa, lo suficiente para que el fiscal general dudara de si habia concluido o no su declaracion, y prosiguio luego:

– Y respondere a sus preguntas por una sencilla razon. He estado aqui antes. No precisamente en esta misma sala, por supuesto. Pero hace mas de cincuenta anos, mucho antes de convertirme en el timonel de esta nacion. Ayudaba a organizar en Velpen, con otros camaradas, la lucha antifascista. Protestabamos contra el encarcelamiento de unos ferroviarios. Era una protesta democratica y pacifica pero, naturalmente, fue disuelta a la fuerza por la policia burguesa al servicio de la patronal. Me golpearon, como a todos mis camaradas. Cuando estabamos en la carcel, discutimos de que modo debiamos proceder. Algunos camaradas decian que deberiamos negarnos a responder al tribunal basandonos en que habiamos sido arrestados y encarcelados ilegalmente, y en que la policia estaba amanando pruebas contra nosotros. Pero los convenci de que era mas vital advertir a la nacion acerca de los peligros del fascismo y de los preparativos de guerra que hacian las potencias imperialistas. Y eso es lo que hicimos. Como saben, fuimos condenados a trabajos forzados por nuestra defensa del proletariado.

»Ahora -prosiguio-, miro a mi alrededor y este tribunal me resulta familiar. He estado aqui antes. Y, por lo tanto, una vez mas consiento en responder a sus preguntas, con tal que sean relevantes.

– ?Se llama usted Stoyo Petkanov? -repitio el fiscal, con un enfasis de cansancio, como si no fuera culpa suya que la justicia le obligara a plantear cada pregunta por cuadruplicado.

– Si, en efecto; ya hemos establecido ese punto.

– Asi, puesto que es usted Stoyo Petkanov, recordara sin duda que su condena por el tribunal de Velpen el 21 de octubre de 1935 fue por danos a la propiedad, robo de una barra de hierro, y asalto criminal con el citado objeto robado a un miembro de la policia nacional.

Cuando la camara volvio a enfocar a Petkanov, Atanas dio una profunda chupada a su cigarrillo y exhalo luego el humo haciendolo pasar por entre los labios ahuecados como para pronunciar una «u». El humo fue a dar a la pantalla y se extendio por ella antes de disiparse. Era mejor que escupir, penso Atanas. Te escupo a la cara con humo.

El nombre de Peter Solinsky no habia encabezado la lista de los propuestos para

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