el cargo de fiscal general. Su experiencia era predominantemente academica y solo relativa en Derecho penal. Pero despues de su primera entrevista comprendio que le habia ido bien. Otros candidatos mas calificados que el habian jugado a politicos, habian sugerido condiciones; algunos, tras consultar a sus respectivas familias, habian descubierto la existencia de compromisos previos. Pero Solinsky se presento aspirando abiertamente al puesto; aporto ideas concretas acerca del planteamiento de los cargos, y se atrevio a sugerir que sus anos de militancia en el Partido tal vez podrian suponer cierta ventaja a la hora de pillar a Petkanov. «Manden a un zorro para cazar a un lobo», habia citado, y el ministro sonrio. En aquel flaco profesor de ojos inquietos habia visto el pragmatismo y la agresividad que creia necesarios para un fiscal general.

El nombramiento no fue una sorpresa para Peter. Toda su vida, al examinarla, le parecia componerse de largos periodos de cautela seguidos de momentos de determinacion, e incluso de temeridad, en los cuales lograba lo que queria. Habia sido un muchacho respetuoso, buen estudiante; la obediencia a los deseos de sus padres le llevo incluso a prometerse, cuando cumplio los veinte anos, con Pavlina, la hija de sus vecinos. Pero a los tres meses la dejo plantada por Maria, e insistio en casarse con ella inmediatamente, con tan repentino celo y obstinacion, que sus padres no pudieron menos que mirar de soslayo la tripa de la chica. Y se desconcertaron mucho cuando los meses siguientes no confirmaron sus sospechas.

Despues de esto, durante muchos anos, habia sido un miembro leal del Partido y un buen marido… ?Odebia decir un buen miembro del Partido y un marido leal? En ocasiones, estas dos virtudes parecian confusamente proximas en su mente. Luego, una noche, habia anunciado que se habia afiliado al Partido Verde, en un momento en que, como Maria subrayo agudamente, militaban en el muy pocos profesores de Derecho casados con hijas de heroes de la lucha contra el fascismo. Peor aun, Peter no se habia limitado a asistir a hurtadillas a unos pocos mitines: habia devuelto su carnet del Partido junto con una carta abiertamente provocativa que pocos anos antes habria dado pie a que se presentaran en su domicilio, a horas intempestivas, unos hombres con cazadoras de cuero.

Y ahora, en opinion de su mujer, estaba dejandose llevar nuevamente por su vanidad. Sus colegas se limitaron a ver en su nombramiento un envidiable ascenso profesional, revelador de que el cortes y cerrado abogado alentaba un secreto afan por el estrellato televisivo. Pero esa gente veia solo la vida externa de Solinsky, y tendia a suponer que su existencia interior debia de estar igualmente bien ordenada. En realidad, oscilaba constantemente entre distintos niveles de ansiedad, y sus intermitentes arranques de determinacion ayudaban a aliviar la tortura y la presion que le angustiaban interiormente. Si las naciones pueden comportarse como los individuos, el era un individuo que se comportaba como una nacion: soportando decadas de nerviosa sumision y estallando luego en una revuelta, ansioso de una retorica fresca y de una renovada imagen de si mismo.

Al asumir la acusacion del anterior jefe del Estado, Peter Solinsky se estaba embarcando en su forma mas publica de autodefinicion. Para los comentaristas de la prensa y de la television representaba el nuevo orden contra el viejo, el futuro contra el pasado, la virtud contra el vicio; y el mismo, cuando hablaba a los medios de comunicacion, solia aludir a la conciencia nacional, al deber moral, a su proposito de rescatar la flor de la verdad de entre las garras de la mentira. Pero en el fondo de su corazon albergaba sentimientos que no se atrevia a examinar muy de cerca. Tenian que ver con la limpieza, personal mas que simbolica; con el hecho de saber que su padre se estaba muriendo, y con el deseo de alcanzar por la fuerza una madurez personal que el simple paso del tiempo no le estaba dando.

Hubo necesidad de un gran debate publico para llegar a la conclusion de que era conveniente el nombramiento de un fiscal general. Muchos se habian pronunciado en contra de un juicio. ?Acaso no era mejor para el pais hacer borron y cuenta nueva del pasado y centrar todas las energias en la reconstruccion? Seria tambien lo mas prudente -anadian-, porque nadie podia afirmar que Petkanov fuera el unico culpable en el pais. ?Hasta que nivel de la escala de la Nomenklatura, del Partido, de la policia, secreta o no, de los informadores civiles, de la judicatura y del ejercito deberia extenderse la culpabilidad? Si debia hacerse justicia -opinaban algunos-, tendria que ser una justicia plena, un cabal ajuste de cuentas, puesto que el castigo selecto de unos pocos, y no digamos ya de un solo individuo, era obviamente una injusticia. Mas aun: ?hasta que punto podia distinguirse la «plena justicia» de la pura y simple venganza?

Otros preconizaban lo que definian como un «juicio moral»; pero, puesto que ninguna nacion en la historia del mundo habia montado un juicio de este tipo antes, no estaba claro en que podria consistir ni que clase de pruebas deberian ser aducidas en el. Ademas, ?quien tenia derecho a juzgar moralmente? La mera irrogacion de ese derecho, ?no implicaba una conciencia erronea y ensoberbecida de la propia capacidad? A buen seguro, Dios era el unico capaz de presidir un juicio moral. Los humanos harian mejor preocupandose de quien robo que y a quien se lo robo.

Todas las soluciones eran malas, pero la peor de todas era no hacer nada y, para colmo, hacerlo despacio. Debian actuar, como fuera, pero rapidamente. En consecuencia, un Comite Parlamentario al efecto nombro una Oficina Especial de Investigacion, en el buen entendimiento de que, si bien todas las investigaciones que se le encomendaran deberian efectuarse con una diligencia y una exhaustividad mayores de lo habitual, el sumario contra Stoyo Petkanov tendria que quedar listo para ser presentado ante el tribunal a principios de enero. Hubo gran insistencia en que se siguieran los procedimientos juridicos correctos. Habian pasado ya los dias en que la fiscalia elaboraba una gran acusacion generica, susceptible de ser interpretada por el tribunal como comprensiva de cualquier comportamiento que el Estado quisiera castigar. La Oficina Especial de Investigacion recibio instrucciones de determinar exactamente que habia hecho Petkanov que infringiera sus propias leyes, de reunir pruebas dignas de credito y de decidir entonces los cargos. Esto suponia un cambio radical de la actitud tradicional.

La Oficina Especial advirtio en seguida que era dificil obtener pruebas claras de actos delictivos. Poco se habia escrito; la mayor parte de lo escrito se habia destruido; y quienes lo habian destruido sufrian comprensibles ataques de amnesia. El caracter unitario del Estado que acababa de colapsarse planteaba un problema todavia mas amplio. El articulo 1 de la Constitucion de 1971 habia institucionalizado el liderazgo del Partido. Desde aquel momento, Partido y Estado se confundieron, y habia dejado de existir cualquier separacion clara entre organizacion politica y sistema legislativo. En principio, lo que se consideraba politicamente necesario era, por definicion, legal.

Tras un tenaz trabajo, la Oficina Especial acopio suficientes pruebas como para recomendar que se fuera adelante con tres cargos. El primero, fraude mediando documentos, se referia a la percepcion indebida de derechos de autor por parte del anterior presidente por sus escritos y discursos. El segundo, abuso de autoridad en el ejercicio de sus funciones, abarcaba una extensa relacion de prebendas que se decian dadas y recibidas por el anterior presidente, y contribuia a demostrar la amplitud de la corrupcion bajo el sistema comunista. El tercero, prevaricacion, concernia al pago de beneficios sociales indebidos al anterior presidente del Comite de Proteccion del Medio Ambiente. La Oficina Especial sentia a este respecto cierto apuro, porque la otra persona implicada era una figura marginal y actualmente delicada de salud; pero se convino que dos acusaciones solamente eran insuficientes para tan historico juicio. La Oficina Especial recomendo tambien que, puesto que las circunstancias del caso eran excepcionales, se permitiera a la acusacion presentar pruebas que eventualmente fueran halladas a mitad de juicio, y anadir nuevos cargos en caso necesario durante el proceso. A pesar de las muchas criticas, hubo consenso en adoptar estas salvedades.

Puesto que Petkanov declino cooperar con las abogadas Milanova y Zlatarova, designadas por el Estado para su defensa, se decidio que las habituales normas de cortesia profesional entre el ministerio fiscal y la defensa se harian extensivas al propio acusado en persona. Asi, cuando el tribunal aplazaba la sesion, Peter Solinsky se encaminaba al sexto piso del Ministerio de Justicia (antigua Oficina de Seguridad del Estado) para entregar a Petkanov los cinco diarios de difusion nacional y los dejaba sobre su mesa. Cada manana Petkanov tomaba del monton el matutino Verdad, portavoz del Partido Socialista (anteriormente Comunista), y ni siquiera tocaba La Nacion, El Pueblo, Libertad y Tiempos Libres.

– ?No le interesa conocer las opiniones del Diablo? -le pregunto en broma Solinsky cierta tarde, al encontrar a Petkanov abismado en la lectura del evangelio del Partido.

– ?El Diablo?

– Los periodistas de nuestra prensa libre.

– Libre… ?libre! ?Que mania teneis con esa palabra! ?Es que os pone dura la polla? Pues nada, hombre: ?libertad, libertad! Y veamos si se te abulta la bragueta,

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