Solia comenzar una hora despues de la medianoche, y por muy profundamente que Joakim durmiera, enseguida se despertaba.
Esa noche, el gato Rasputin tambien se desperto con los gritos de Livia. Salto a una ventana y observo fijamente la oscuridad, como si viera algun movimiento fuera.
– ?Papa?
«Al menos es un avance», penso Joakim mientras se dirigia al dormitorio de su hija. Ya no llamaba a Katrine.
Ese jueves por la noche, se sento en el borde de la cama de Livia y le acaricio la espalda. La nina no se desperto, sino que se volvio hacia la pared y poco a poco se fue relajando.
El permanecio sentado y espero a que empezara a hablar. Lo hizo tras algunos minutos, con voz tranquila y algo monotona.
– ?Papa?
– ?Si? -respondio en voz baja-. ?Ves a alguien, Livia?
Seguia dandole la espalda.
– A mama -dijo.
Ahora estaba mas preparado. Pero aun no sabia si su hija dormia de verdad o solo se hallaba en una especie de sopor, de duermevela. Sentia la misma inseguridad al plantearse si aquella conversacion era realmente beneficiosa para ella. O para el.
– ?Donde esta? -pregunto el-. ?Donde esta mama?
Joakim vio que sacaba la mano derecha del edredon y gesticulaba debilmente. Volvio la cabeza, pero no vio nada entre las sombras.
Miro de nuevo a su hija.
– ?Puede Katrine…? ?Mama quiere decirme algo?
No hubo respuesta. Cuando sus preguntas eran demasiado largas, casi nunca contestaba.
– ?Donde esta? -pregunto otra vez-. ?Donde esta mama, Livia?
De nuevo, ninguna respuesta.
Joakim recapacito, y luego pregunto despacio:
– ?Que hacia mama en el faro? ?Por que fue al mar?
– Queria… recibir.
– ?Recibir que?
– La verdad.
– ?La verdad? ?De quien?
La nina guardo silencio.
– ?Donde esta mama ahora? -inquirio.
– Cerca.
– ?Esta… esta en casa?
Livia guardo silencio. Joakim sintio que Katrine no estaba alli. Se mantenia a distancia.
– ?Puedes hablar con ella ahora? -pregunto-. ?Nos oye?
– Mira.
– ?Nos ve?
– Quiza.
Joakim contuvo la respiracion. Buscaba las preguntas correctas.
– ?Que ves ahora, Livia? -prosiguio.
– Hay alguien en la playa…, junto a los faros.
– Tiene que ser mama. ?Tiene…?
– No -contesto su hija-. Ethel.
– ?Que?
– Es Ethel.
Joakim se quedo de piedra.
– No -susurro-. No puede ser ella.
– Si.
– No, Livia.
Habia alzado la voz, casi gritado.
– Si. Ethel quiere hablar.
Joakim seguia sentado en la cama, sin poder moverse.
– Yo…, no quiero hablar -dijo-. Con ella, no.
– Ella quiere…
– No -la interrumpio Joakim. Su corazon latia desbocado, tenia la boca seca-. Ethel no puede estar aqui.
Livia guardo silencio de nuevo.
– Ethel esta en otro lugar -insistio el-. No puede estar aqui.
Ya no podia respirar, lo unico que deseaba era escapar de la habitacion. Pero continuaba sentado en el borde de la cama de su hija, rigido y aterrorizado. Y su mirada se desviaba una y otra vez hacia la puerta entornada.
La casa estaba en silencio.
Ahora Livia yacia inmovil bajo el edredon, aun de espaldas a Joakim. Oyo su debil respiracion.
Al fin, consiguio levantarse de la cama y se obligo a salir a la penumbra del pasillo.
Fuera, la noche era luminosa; la luna llena se habia abierto camino entre las nubes y brillaba en las ventanas recien pintadas. Pero Joakim no queria mirar a traves de ellas por miedo a ver el demacrado rostro de una mujer observandolo con ojos llenos de odio.
Mantuvo la vista fija en el suelo y continuo hasta el recibidor; vio que la puerta que daba al porche no estaba cerrada con llave. ?Por que nunca se acordaba de cerrar con llave antes de acostarse?
De ahora en adelante lo haria.
Se acerco deprisa y giro la llave, lanzando una rapida mirada a las sombras del patio.
Luego se dio la vuelta y regreso a la cama de puntillas. Saco el suave camison de Katrine de debajo de la almohada y lo estrecho con fuerza.
Despues de esa noche, Joakim decidio no volver a preguntarle a Livia por sus suenos. No deseaba incitarla a hablar nunca mas, y ademas empezaba a temer sus respuestas.
El viernes por la manana, despues de llevar a los ninos a Marnas y antes de proseguir con las reformas de la planta baja, hizo algo que le parecio tan ridiculo como importante. Paseo por la casa hablandole a su difunta hermana mayor.
Fue a la cocina y se quedo de pie junto a la mesa.
– Ethel -dijo-, no puedes quedarte aqui.
Deberia haberle parecido una accion estupida por su parte, pero lo unico que Joakim sintio fue pena y una intensa sensacion de soledad. Luego salio al jardin, parpadeo a causa del viento frio que soplaba del mar y dijo en voz baja:
– Ethel…, perdona, pero no eres bienvenida aqui.
Por fin, se dirigio al establo, abrio la pesada puerta y desde el umbral susurro:
– Ethel, vete de aqui.
No esperaba respuesta de su hermana muerta, y tampoco la obtuvo. Pero se sintio mejor, un poco mejor: como si pudiera mantenerla a distancia.
El sabado de esa semana recibieron la visita de Lisa y Michael Hesslin, sus antiguos vecinos de Estocolmo. Telefonearon unos dias antes y preguntaron si podian quedarse en Oland de camino a Dinamarca. Joakim se alegro: tanto a Katrine como a el les habia gustado tenerlos de vecinos.
– Joakim -dijo Lisa tras aparcar el coche y entrar en el recibidor. Le dio un largo abrazo-. Teniamos tantas ganas de ver como… ?Estas cansado?
– Un poco -contesto el, y la abrazo a su vez.
– Pareces cansado. Tienes que dormir mas.
