a su dormitorio. Se metio en la cama y permanecio tumbado en la oscuridad con los ojos abiertos.
El lunes por la manana llevo a los ninos a Marnas y luego lijo, pinto y empapelo el penultimo dormitorio que quedaba sin reformar de la planta baja. Mientras trabajaba, estuvo atento a los sonidos de la casa, pero no oyo nada.
Tardo cinco horas, incluido un breve almuerzo, en terminar tres de las paredes. A las dos de la tarde, concluyo el trabajo de la jornada y se preparo un cafe.
Salio al porche con la taza, aspiro el aire frio y vio que el sol ya se habia puesto tras la cabana.
El patio estaba en penumbra, pero pudo ver que la puerta del establo estaba entreabierta. ?No la habia cerrado el viernes, antes de que llegaran los Hesslin?
Se puso la chaqueta y salio fuera.
El establo se encontraba a veinte pasos. Al llegar alli, Joakim abrio la puerta de par en par y se metio dentro. El viejo interruptor negro se hallaba en la pared de su derecha. Al accionarlo, dos pequenas bombillas derramaron una luz amarillenta por el suelo de piedra, las cuadras vacias y los pesebres del forraje.
Todo estaba en silencio. A pesar del frio, no parecia que las ratas se hubieran trasladado alli.
En cada visita que hacia a aquel lugar, descubria cosas nuevas, y ahora le parecio que el suelo parecia recien fregado. El otono anterior, al hablar de los edificios de la finca, Katrine habia mencionado que habia limpiado el establo.
Joakim miro la escalera de madera que conducia al altillo y penso en su ultima visita alli, con Mirja Rambe. Deseaba ver de nuevo la pared que le habia ensenado, el homenaje a los muertos.
Solo una rapida ojeada.
Desde arriba, pudo ver de nuevo los rayos del sol. Daban justo en el tejado de la cabana y entraban por las pequenas ventanas de la fachada sur del establo.
Avanzo despacio, intentando bordear la basura.
Al fin se hallo frente a la pared del fondo. A la luz amarillenta del sol de invierno, los nombres grabados en la madera se tornaron nitidos.
En una viga casi abajo del todo, estaba el nombre y la fecha de Katrine que el habia grabado.
Su Katrine. Joakim leyo el nombre una y otra vez.
Las grietas entre las vigas eran estrechas y negras como el carbon, pero al cambiar de postura le parecio percibir una oscuridad detras de ellas. De pronto se le ocurrio que aquella era la pared exterior del establo.
A pesar de que casi era la hora de ir a buscar a Livia y a Gabriel, salio deprisa al jardin, se aparto unos pasos y conto las ventanitas del piso de arriba. Una, dos, tres, cuatro, cinco. Luego subio de nuevo al altillo.
Alli habia solo cuatro ventanas, debajo del tejado. La ultima debia de estar al otro lado de la pared.
No vio ninguna puerta ni trampilla. Apreto unos cuantos tablones, pero ninguno de ellos cedio.
17
Hola, Karin:
Esta es una carta de alguien que no te desea ningun mal, sino solo abrirte los ojos. En fin, el asunto es el siguiente: Martin te ha estado enganando durante mucho tiempo. Hace mas de tres anos, en la Escuela Superior de Policia de Vaxjo, dio clases a un grupo en el que habia una alumna diez anos mas joven que el. Tras celebrar el final del primer curso, Martin inicio una relacion con ella que ha continuado hasta ahora.
Y que acabo hace apenas unos dias.
Lo se con toda seguridad, pues yo soy esa mujer. Al final no pude aguantar mas sus mentiras, y espero que ahora que sabes la verdad, tu hagas lo mismo.
?Necesitas alguna prueba para estar completamente segura? No entrare en intimidades, pero puedo describir, por ejemplo, la cicatriz de cinco centimetros en su ingle derecha, resultado de una operacion de hernia hace algunos anos. La tenia desde que movio unas piedras en vuestra casa de campo de Orrefors, ?no es cierto?
Y estaras de acuerdo conmigo en que ya que es tan vanidoso y se siente tan orgulloso de poseer un cuerpo tan en forma, deberia depilarse de vez en cuando la espalda, que tiene tan peluda como el culo.
Como ya te he dicho, no quiero hacerle dano a nadie, aunque entiendo que puede resultarte doloroso saber la verdad. Hay tantas mentiras en este mundo y tantos perfidos mentirosos. Pero juntas, tu y yo podemos acabar, por lo menos, con uno de ellos.
Saludos,
«La otra»
Tilda se recosto en la silla y releyo la carta en la pantalla del ordenador por ultima vez.
Eran las ocho menos cuarto de la manana. Habia llegado a la comisaria a las siete para pasar a limpio el borrador que habia garabateado en un papel la noche anterior. La oficina estaba desierta: Hans Majner, naturalmente, nunca llegaba temprano. Si aparecia, lo hacia sobre las diez.
Tilda solo habia visto una vez a Karin Ahlquist. Fue un dia en que Martin se vio obligado a tener a su hijo Anton unas horas en la Escuela de Policia, hasta que ella pudiera pasar a recogerlo. Llego a las cuatro de la tarde al lugar donde realizaban unos ejercicios de trafico. Le sacaba a Tilda una cabeza y tenia el pelo negro y rizado. Recordo como habia sonreido a su marido, orgullosa y enamorada, al despedirse de el ese dia.
Miro la calle desierta a traves de la ventana de la comisaria.
?Se encontraba mejor ahora? ?Realmente le satisfacia vengarse de Martin?
Si.
Estaba cansada, aunque quiza algo menos ahora que la carta estaba lista. Imprimio enseguida una copia.
Mientras cogia un sobre blanco sin distintivos, volvio a sentirse insegura. Martin le habia dicho que Karin trabajaba en la oficina de medio ambiente del ayuntamiento, y Tilda habia pensado enviar alli la carta, para que no acabara en manos de el. Pero el correo del ayuntamiento solia abrirse y catalogarse, asi que opto por escribir en el sobre la direccion particular, con una esmerada letra mayuscula que creyo que Martin no reconoceria. Sin remitente.
Guardo el sobre en el bolso de tela con la grabadora, se puso la chaqueta y la gorra del uniforme y salio de la comisaria.
Habia un buzon amarillo junto al coche de policia. Tilda se detuvo delante, pero no echo la carta.
No la habia cerrado ni tenia sello, y aun no estaba segura del todo de querer enviarla.
Ese dia, le tocaba impartir clase de ciudadania a tres grupos de la escuela despues del almuerzo, pero antes tenia tiempo para darse una vuelta con el coche, controlar el trafico y llamar a algunas puertas en el campo.
Edla Gustafsson vivia cerca de Altorp, en una casita roja con vistas al lapiaz. En su jardin escaseaban los arboles, y la carretera nacional pasaba justo delante de su casa.
Parecia que alli el tiempo se hubiese detenido. Asi era como deberia vivir todo el mundo, penso Tilda, en plena naturaleza, lejos de todos los hombres.
Cogio la mochila y llamo a la puerta. La abrio una mujer robusta.
– Hola, me llamo Tilda…
– Si, si, esta bien -la interrumpio-. Gerlof me dijo que vendrias a verme. Pasa, pasa.
Dos gatos negros desaparecieron en la cocina, pero en cambio Edla Gustafsson parecia contenta con la visita de una pariente de Gerlof. Era una mujer alegre y energica, y apenas escucho la explicacion que le dio Tilda sobre el motivo de su visita. Preparo enseguida cafe y saco unas pastitas de la despensa. De mermelada, de azucar cande, de chocolate; en total, diez clases diferentes en una fuente de plata, que sirvio en el pequeno salon. Al sentarse, Tilda miro de hito en hito la mesa del cafe.
– Nunca habia visto tantas pastas juntas.
– ?No? -pregunto Edla sorprendida-. ?Nunca has estado en una pasteleria?
– Si, claro que si…
