guerra, y tiene calefaccion. Resulta bastante comodo vigilar la aparicion de aviones extranjeros desde alli. Pero Eskil sabe que Ludvig prefiere estar solo alli fuera, en la cienaga.

Sospecha que su companero no siempre esta solo en la torre de vigilancia. Los muchachos de Rorby odian a Ludvig, y Eskil cree saber la razon. Las chicas del pueblo estan locas por el.

Ludvig se acerca a la torre. Borra sus huellas en la nieve con el guante, sube y desaparece un minuto. Luego vuelve a bajar.

– Toma -dice, y le alarga a Eskil una botella.

Es aguardiente. El porcentaje de alcohol es bastante alto, porque no se ha congelado; Eskil desenrosca el tapon y bebe un reconfortante trago. Luego mira la botella, que esta medio llena.

– ?Conque ayer estuviste bebiendo en la torre? -pregunta.

– Ayer por la tarde -responde Ludvig.

– ?Regresaste a casa en plena tormenta?

El otro asiente.

– Casi a gatas. Ni siquiera podia verme la mano. Es una suerte que tengamos la cuerda.

Guarda la botella en la torre y luego prosiguen avanzando con dificultad por la nieve hacia Rorby.

Quince minutos despues, encuentran el cuerpo de la chica.

En medio de la nieve, al norte de la cienaga, Eskil ve sobresalir algo que puede ser un rastrojo de abedul. Entorna los ojos y se acerca.

De pronto, ve que se trata de una mano pequena.

Greta Friberg casi habia llegado a Rorby cuando la nieve la atrapo. Al retirar la nieve, aparece el rostro helado con la vista clavada en el cielo y los ojos cubiertos de cristales de hielo.

Eskil no puede dejar de mirarla. Se agacha en silencio.

Ludvig esta detras de el, fumando.

– ?Es ella? -le pregunta Eskil en voz baja.

Su companero sacude la ceniza del cigarrillo y se inclina hacia delante para echar un vistazo.

– Si, es Greta.

– Estuvo contigo, ?verdad? -lo interroga Eskil-. Ayer, en la torre.

– Quiza -responde el otro, y anade-: Tendre que mentirle un poco a Kaminen sobre esto.

Eskil se pone en pie.

– Dime la verdad, Ludvig -le espeta.

Este se encoge de hombros y apaga el cigarrillo.

– Queria irse a casa. Tenia frio y le aterrorizaba pasar la noche conmigo en la torre. Asi que cada uno siguio su camino en plena tormenta.

Eskil lo mira a el y luego al cuerpo en la nieve.

– Tenemos que buscar ayuda. No podemos dejarla aqui.

– Cojamos el trineo -propone Ludvig-. Solo tenemos que ponerla encima. Vamos.

Se da la vuelta y se encamina a la casa. Eskil retrocede despacio para no darle la espalda a la muerta, y luego se apresura a alcanzar a su companero.

Avanzan por la nieve con dificultad y en silencio.

– ?Grabaras el nombre en el establo? -pregunta-. ?Como hicimos con Werner?

Werner era un recluta de diecisiete anos que se cayo de una barca y se ahogo cerca del cabo durante el verano de 1942. Eskil cree que deberian grabar el nombre de Greta a su lado en el altillo del establo. Pero Ludvig niega con la cabeza.

– Apenas la conocia.

– Pero…

– Fue culpa suya -lo interrumpe el otro-. Deberia haberse quedado conmigo en la torre. Yo la habria calentado.

Eskil no dice nada.

– Aunque hay chicas de sobra en los pueblos -prosigue Ludvig, y mira hacia el otro lado de la cienaga-. Lo mejor de las chicas es que nunca se acaban.

Eskil asiente, pero ahora no puede pensar en chicas. Solo piensa en los muertos.

DICIEMBRE

18

Habia comenzado un nuevo mes, el mes de Navidad, y era viernes por la tarde. Joakim habia subido al helado altillo del establo y ahora se hallaba frente a la pared con los nombres de los muertos. En las manos sostenia un martillo y un escoplo recien afilado.

Subia alli una hora antes de ir a buscar a Livia y a Gabriel, cuando el sol se ponia y las sombras se apoderaban del patio. Era una especie de recompensa que se concedia a si mismo cuando el trabajo de la reforma iba bien.

A pesar del frio, sentarse alli arriba en medio del silencio lo tranquilizaba. Le gustaba estudiar los nombres grabados en la pared. Leia una y otra vez el nombre de Katrine como si fuera un mantra.

Al tiempo que se aprendia muchos de los nombres de memoria, la propia pared, con sus nudos y anillos, empezo a resultarle familiar. A la izquierda, en el rincon, una de las vigas del medio de la pared tenia una profunda hendidura que llamo la atencion de Joakim.

Al acercarse, observo que la madera se habia resquebrajado a lo largo de uno de sus anillos. Luego, la fisura se habia agrandado hacia abajo formando una linea diagonal. Al posar la mano en ella, la viga crujio y cedio.

Joakim decidio volver al altillo con las herramientas.

Coloco el escoplo en la hendidura, golpeo con el martillo y vio como el hierro afilado traspasaba la madera.

Apenas necesito una docena de martillazos para que el extremo de la viga saltara. Al hacerlo cayo hacia el interior y el ruido sordo de la caida le indico a Joakim que el suelo de madera proseguia al otro lado de la pared. Pero no alcanzaba a ver lo que habia alli dentro.

Cuando se agacho para mirar por el agujero de unos centimetros de ancho, lo asalto un olor familiar que le obligo a cerrar los ojos y apoyarse contra la pared.

Era el olor de Katrine.

Se puso de rodillas e introdujo la mano izquierda en la abertura. Primero los dedos, luego la muneca y al final todo el brazo. Tanteo sin encontrar nada.

Pero al retirar la mano, sus dedos se toparon con algo blando.

Parecia una tela aspera: como unos pantalones o una chaqueta.

Joakim aparto el brazo enseguida.

En ese momento le llego un ruido sordo procedente del exterior, y vio el reflejo de una luz en las ventanas heladas del establo. Un coche entraba en el jardin.

Lanzo un ultimo vistazo a la abertura de la pared y luego se dirigio a la escalera y bajo del altillo.

En el jardin, la luz del coche lo deslumbro. Oyo una puerta cerrarse.

– ?Hola, Joakim!

Era una voz energica y conocida. Marianne, la directora de la guarderia.

– ?Ha pasado algo? -pregunto.

Le lanzo una mirada desconcertada y luego se levanto la manga izquierda de la chaqueta para mirar el reloj. A la claridad de la luz del coche vio que ya eran las cinco y media.

La guarderia cerraba a las cinco. Se habia olvidado de ir a buscar a Gabriel y a Livia.

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