«Vaya», penso Tilda. Tambien pidio que verificaran la empresa, Fontaneria Kalmar, pero no parecia haber ninguna registrada con ese nombre.
Apago el motor del coche y se quedo esperando.
– Si, Ragnar practicaba con frecuencia la pesca furtiva en ludden -decia la voz de Gerlof en los auriculares-. A veces se metia en zonas de pesca ajenas, pero el lo negaba, claro…
Despues de cincuenta minutos, el publico empezo a salir. Dos jovenes atleticos, de unos veinticinco anos, se detuvieron junto a la furgoneta negra.
Tilda se quito los auriculares y se enderezo.
Uno de los chicos era mas alto y mas ancho que el otro, pero desde alli no podia verles bien la cara. Cuando entraron en la furgoneta, Tilda entorno los ojos y clavo la mirada en la oscuridad del aparcamiento, y deseo haber llevado unos prismaticos.
?Eran ladrones de casas? Dificil saberlo.
«Son albaniles corrientes, amiguita», oyo la segura voz de Martin resonar en su cabeza, pero lo ignoro.
Los jovenes salieron del aparcamiento. Tilda arranco el coche y metio la primera.
La furgoneta abandono la pista de acceso al hipodromo y entro en la autovia, luego continuo hasta Kalmar. Ella los seguia a unos metros de distancia.
Al fin, llegaron a un edificio alto, a pocas manzanas del hospital. La furgoneta redujo la velocidad y se detuvo junto a la acera. Los dos jovenes se bajaron y desaparecieron por una puerta.
Tilda permanecio sentada y espero. Medio minuto despues, vio encenderse las luces de un par de ventanas del segundo piso.
Anoto la direccion. Si eran los ladrones de casas, por lo menos ahora sabia donde vivian. Por supuesto, lo mejor seria entrar en el apartamento y buscar la mercancia robada, pero lo unico que tenia era el testimonio de la vieja Edla, que aseguraba que la furgoneta de los chicos habia estado en Oland, y no era suficiente.
– He dejado de investigar la muerte de Katrine Westin -dijo Tilda mientras tomaba cafe con Gerlof, dos noches despues.
– El asesinato, querras decir.
– No fue un asesinato.
– Si que lo fue -replico el.
Tilda no dijo nada, solo suspiro y saco su grabadora de la bolsa.
– Podriamos hacer una ultima…
Pero Gerlof la interrumpio:
– Una vez, vi como casi matan a un hombre sin que nadie lo tocara.
– ?Si?
Puso la grabadora sobre la mesa, pero no la encendio.
– Fue en Timmmernabben, unos anos antes de la guerra -prosiguio el-. Dos barcas de carga de piedras navegaban una al lado de la otra, en perfecta armonia. Pero en una de ellas iba un segundo de Byxelkrok y en la otra un grumete de Degerhamn. Se enzarzaron en una pelea por algo, y se chillaban desde la borda. Al final, uno de ellos le escupio al otro… y entonces la situacion se puso seria. Empezaron a tirarse piedras, hasta que el de Degerhamn se subio a la borda para saltar a la otra barca. Pero no llego muy lejos, pues su adversario se enfrento a el con un bichero.
Gerlof hizo una pausa, bebio un poco de cafe y prosiguio:
– Los bicheros de hoy dia son fragiles objetos de plastico, pero aquel era un autentico palo de madera con un gran gancho de hierro en la punta. Asi que, cuando el luchador se subio a la borda, la camisa se le engancho al bichero y se quedo suspendido en el aire. Luego, cayo como una piedra al agua entre las barcas, con la camisa aun prendida en el bichero. Y no podia salir a la superficie, porque el otro lo mantenia debajo del agua. -Miro a Tilda-. Le ocurrio casi lo mismo que a esos pobres a los que ahogaban con palos en la cienaga.
– ?Y sobrevivio?
– Si. Los demas detuvimos la pelea y lo sacamos del agua. Pero sobrevivio de milagro.
Tilda miro la grabadora. Deberia haberla encendido.
Gerlof se agacho y revolvio algo debajo de la mesa.
– Pense en esa pelea cuando pedi ver la ropa de Katrine Westin -dijo-. Y ya la he analizado.
Saco una prenda de vestir de la bolsa de papel. Era un jersey de algodon con capucha.
– El asesino llego a ludden en barca -explico Gerlof-. Atraco junto al muelle de piedra, donde esperaba Katrine Westin…, y ella se quedo alli, lo que indica que debia de confiar en el. Quien fuera, tenia un bichero en las manos, cosa que es normal, ya que se utiliza para atracar. Pero un bichero antiguo, un palo largo con un gancho de hierro, con el que atrapo la capucha del jersey y tiro de la mujer hacia el agua. Luego la retuvo en el fondo hasta que todo termino.
Gerlof extendio el jersey sobre la mesa, y Tilda vio que la capucha estaba rota. Algo afilado habia agujereado el tejido gris.
22
Cuando Joakim miraba de noche por la ventana de la cocina, con frecuencia veia a Rasputin salir a cazar. Pero otras veces le parecia vislumbrar otras figuras negras que se movian alli fuera: en ocasiones a cuatro patas, otras a dos.
?Ethel?
Las primeras veces, se habia apresurado hacia la escalera del porche para ver mejor, pero el patio interior siempre estaba desierto.
Cada noche, las sombras crecian alrededor de ludden, y Joakim sentia que a medida que se aproximaba la Navidad, tambien se acentuaba el desasosiego. El ulular del viento subia y bajaba por los rincones de la casa, y todo el edificio resonaba y crujia.
Si habia alli algun visitante invisible, estaba seguro de que no se trataba de Katrine. Ella aun se mantenia lejos de el.
– Aqui esta la ropa -dijo Gerlof, y le entrego el paquete marron a Westin, sentado al otro lado de la mesa.
– ?Encontro algo?
– Quiza.
– ?Y no quiere contarme nada?
– Dentro de poco -respondio el anciano-. Cuando lo tenga mas claro.
Joakim, por lo que alcanzaba a recordar, nunca antes habia visitado una residencia de ancianos. Sus padres habian vivido en su casa hasta muy mayores y habian muerto en el hospital. Pero ahora estaba alli sentado, tomando cafe en la habitacion de Gerlof Davidsson, en el Hogar Marnas. Un candelabro con dos velas de Adviento encendidas era la unica senal de que la Navidad se acercaba.
De las paredes colgaban una serie de objetos antiguos: placas con nombres de barcos, documentos marinos enmarcados y fotografias en blanco y negro de veleros de dos mastiles.
– Son fotografias de mis barcos -explico Gerlof-. Tuve tres.
– ?Queda alguno?
– Solo uno. Navega para un club nautico en Karlskrona. Los otros dos han desparecido. Uno se incendio, el otro se hundio.
Joakim bajo la vista hacia el paquete con la ropa de Katrine y luego miro por la unica ventana de la habitacion. Ya atardecia.
– Tengo que recoger a mis hijos dentro de una hora -dijo-. ?Podemos hablar un rato?
– Con mucho gusto -dijo el anciano-. Lo unico que tenia anotado en mi agenda para esta tarde era una charla sobre la incontinencia en la sala de reuniones.
Joakim llevaba mucho tiempo queriendo hablar con alguien sobre lo ocurrido ese otono, con alguien que
