conociera ludden. El sacerdote de la iglesia de Marnas era inflexible en sus opiniones y Mirja Rambe pensaba demasiado en si misma. Tras la visita de Gerlof Davidsson a la casa, durante la cual este habia demostrado ser un oyente excepcional, penso haber encontrado a la persona ideal. Una especie de confesor.
– No se lo pregunte cuando nos vimos, pero… ?cree usted en los fantasmas?
El anciano nego con la cabeza.
– Ni creo ni dejo de creer -contesto-. Yo colecciono historias de fantasmas, pero no pretendo demostrar nada con ellas. Y, ademas, hay muchas teorias sobre las apariciones… Que tienen que ver con los materiales de las casas viejas o con radiaciones electromagneticas.
– O que son manchas en la cornea -apunto Joakim.
– En efecto -dijo Gerlof. Guardo silencio unos segundos antes de proseguir-: Claro que podria contarte una historia sobre la que nunca he escrito en ningun libro de cultura popular, aunque es la unica experiencia sobrenatural que he tenido.
Joakim lo escuchaba atentamente.
– Consegui mi primer barco cuando tenia diecisiete anos -comenzo Gerlof-. Habia empezado a trabajar en el mar un par de anos antes, y habia ahorrado dinero; mi padre me ayudo con una parte. Sabia perfectamente que barco queria comprar: se trataba de un velero de un mastil con motor que se llamaba
– Barato, ?no? -comento Joakim.
– Si, era un buen precio para la epoca -asintio el anciano, y prosiguio-: La noche en que tenia que entregarle el dinero de la compra a Marten, me di un paseo por el puerto para echarle un vistazo a la embarcacion. Era abril, hacia poco que el estrecho aun estaba helado, el sol se ponia y el puerto estaba desierto. La unica persona a la vista era el viejo Gerhard. Se paseaba por la cubierta del
Gerlof guardo silencio y miro los barcos de la pared.
– A las siete, fui en bicicleta hasta la casa de los Marten, al norte de Borgholm -prosiguio-. Para mi sorpresa, al llegar encontre que estaban de luto. La mujer de Marten tenia los ojos arrasados de lagrimas. Resultaba que Gerhard Marten habia muerto. Habia firmado el contrato de compraventa la tarde anterior y luego, por la manana temprano, habia bajado a la playa con su escopeta y se habia disparado en la sien.
– ?Por la manana? -repitio Joakim.
– Aquella misma manana, si. Asi que, cuando me lo encontre en el puerto, llevaba muerto un dia entero. No puedo explicarlo, pero se que esa tarde lo vi. Incluso nos dimos la mano.
– Asi que vio un espectro -dijo Joakim.
Gerlof lo miro.
– Quiza. Pero eso no demuestra nada. Por lo menos, no prueba que haya vida despues de la muerte.
Joakim se removio en la silla y bajo la vista al paquete de ropa.
– Me preocupa mi hija Livia -comenzo-. Tiene seis anos y habla en suenos. Siempre lo ha hecho, pero desde que murio mi mujer ha empezado a sonar con ella.
– ?Y eso es tan extrano? -pregunto Gerlof-. Yo mismo sueno a veces con mi mujer fallecida, y lleva muerta muchos anos.
– Si, pero siempre se le repite el mismo sueno. Livia suena que su madre regresa a ludden, pero no encuentra la casa.
El anciano escuchaba en silencio.
– A veces tambien suena con Ethel -prosiguio Joakim-. Eso es lo que mas me preocupa.
– ?Quien es? -pregunto Gerlof.
– Ethel era mi hermana. Tenia tres anos mas que yo. -Suspiro-. En cierta manera, esa es mi propia historia de fantasmas.
– Puedes contarmela si quieres -dijo Gerlof en voz baja.
Joakim asintio, cansado. Habia llegado la hora de hacerlo.
– Ethel era drogadicta -dijo-. Murio hace un ano, una noche de invierno, cerca de nuestra casa…, dos semanas antes de Navidad.
– Lo siento.
– Gracias -respondio el en voz baja, y continuo-: Le menti cuando nos vimos la otra vez, cuando me pregunto por que habiamos vendido la casa de Bromma y nos mudamos aqui. En gran parte se debio a lo que le sucedio a mi hermana. Al morir Ethel, no quisimos seguir viviendo en Estocolmo.
Guardo silencio de nuevo. Deseaba y no deseaba hablar de ello. En realidad, no queria recordar a Ethel ni su muerte. Tampoco la larga depresion de Katrine.
– Pero ?la echas de menos? -pregunto Gerlof.
Joakim recapacito.
– Un poco. -Eso habia sonado terrible, asi que anadio-: La echo de menos como era antes… antes de las drogas. Ethel hablaba mucho, siempre tenia infinidad de planes. Queria abrir una peluqueria, queria ser profesora de musica, pero despues de un tiempo uno se cansaba de escucharla, pues ninguno de sus planes incluia acabar con las drogas. Era como ver a una persona en una casa ardiendo planeando celebrar una fiesta entre las llamas.
– ?Como empezo todo? -pregunto Gerlof, y sono casi como una disculpa-. Conozco tan poco ese mundo…
– Para Ethel comenzo con el hachis -dijo Joakim-. Chocolate, como se lo llamaba. Fumar en fiestas y conciertos era estar en la onda. Y durante su adolescencia, la vida fue una fiesta para Ethel; tocaba el piano y la guitarra y tambien me enseno a tocar a mi.
Sonrio para si mismo.
– Suena como si la quisieras -observo Gerlof.
– Si, Ethel era alegre y divertida -contesto el-. Tambien era guapa, y muy popular entre los chicos. Se pasaba el dia de fiesta, y con las anfetaminas podia seguir de marcha mas tiempo. Perdio por lo menos diez kilos, a pesar de que ya era delgada. Desaparecia cada vez mas tiempo. Luego, nuestro padre murio de cancer, y creo que fue entonces cuando empezo con la heroina… fumaba heroina marron. Su risa se volvio mas dura y ronca.
Bebio un sorbo de cafe y continuo:
– Nadie que fume heroina se considera a si mismo drogadicto de verdad. Creen que no son yonquis. Pero tarde o temprano se pasan a la aguja, que es mas barata, pues se necesita menos heroina por dosis. Pero hay que conseguir por lo menos mil quinientos pavos al dia para droga. Eso es mucho dinero, sobre todo si no se tiene. Asi que hay que robar. Se puede coger el dinero de la madre anciana, o robarle las joyas que heredo.
Joakim miro el candelabro de Adviento y anadio:
– En Nochebuena, cuando ibamos a comer jamon cocido y albondigas a casa de mi madre, siempre habia un asiento vacio. Ethel habia prometido que iria, como de costumbre, pero andaba por la ciudad buscando droga. Para ella los dias consistian en eso, era su rutina. Y las rutinas son muy dificiles de cambiar, no importa lo horribles que sean.
Estaba en plena confesion, y no tenia ni idea de si Gerlof seguia escuchandolo.
– Asi que sabes que todo se ha ido a la mierda y que tu hermana esta por ahi, reuniendo dinero para droga, y su asistente social nunca llama…, pero sigues con tu trabajo de profesor por las mananas y cenas con la familia, y reformas la casa por las tardes, e intentas no pensar ni sentir demasiado. -Bajo la vista-. Y procuras olvidar, o bien procuras encontrarla. Mi padre salia mucho por las noches a buscarla antes de ponerse enfermo. Yo tambien lo hice. Por calles, plazas, estaciones de metro y en urgencias psiquiatricas… Aprendiamos deprisa los sitios que frecuentaba.
Guardo silencio. En sus recuerdos habia regresado a la capital, y ahora se encontraba entre mendigos y yonquis, entre todos los solitarios y muertos vivientes que andan de caza por la noche.
– Tuvo que ser dificil -observo Gerlof en voz baja.
– Si…, pero no salia todas las noches. Podria haber salido a buscarla mas a menudo.
