– Tambien podrias haber dejado de hacerlo.
Joakim asintio con tristeza. Quedaba una cosa mas que contar de Ethel, la mas dificil.
– El comienzo del fin tuvo lugar hace dos anos -dijo-. Ethel habia pasado el invierno en un centro de rehabilitacion, y todo habia ido bien. Cuando llego alli, pesaba menos de cuarenta y cinco kilos, tenia el cuerpo lleno de cardenales y las mejillas completamente hundidas. Pero al regresar a Estocolmo se la veia mucho mas sana; llevaba casi tres meses sin probar las drogas y habia ganado peso, asi que Katrine y yo la dejamos instalarse en la habitacion de invitados. Y funciono bien. No dejamos que cuidara de Gabriel, aunque por las tardes jugaba mucho con Livia, se sentian a gusto la una con la otra.
Recordo que, entonces, Katrine y el comenzaron a tener de nuevo esperanzas. Empezaron a confiar en Ethel. No tanto como para invitar a amigos a cenar cuando ella estaba en casa, pero si se iban a dar largos paseos por la tarde mientras Ethel se quedaba cuidando a Livia y Gabriel. Y siempre fue todo bien.
– Una tarde de marzo, mi mujer y yo fuimos al cine -prosiguio-. Al regresar a casa despues de un par de horas, la encontramos a oscuras y desierta. Gabriel estaba solo dormido en la cuna, con el panal empapado. Ethel se habia largado y se habia llevado dos cosas: mi movil y a Livia.
Guardo silencio y cerro los ojos.
– Sabia adonde habia ido -dijo-: Habia sentido el deseo y habia cogido el metro para ir al centro a comprar heroina. Ya lo habia hecho antes muchas veces. Compraba una dosis por quinientos pavos, se la inyectaba en algun lavabo y tenia para unas horas, hasta que el deseo volvia… El problema esa vez fue que se habia llevado a Livia.
Joakim revivio esa noche: un helado recuerdo del panico creciente. Se habia subido al coche a toda prisa y habia conducido hasta los alrededores de la estacion central. Ya lo habia hecho antes, solo o con Katrine. Pero entonces solo les preocupaba lo que hubiese podido pasarle a Ethel.
Esa vez estaba aterrado por Livia.
– Al fin encontre a mi hermana -dijo, y miro a Gerlof-. Estaba en el oscuro cementerio de Klara. Se habia acurrucado en un panteon y se habia quedado frita. Livia estaba sentada a su lado, con ropa insuficiente; estaba helada y apatica. Llame a una ambulancia y me encargue de que Ethel entrara otra vez en un centro de desintoxicacion. Luego regrese a Bromma con Livia.
Guardo silencio.
– Katrine me obligo a elegir -continuo en voz baja-. Y yo elegi a mi familia.
– Hiciste bien -opino Gerlof.
El asintio, aunque le habria gustado haber podido ahorrarse esa eleccion.
– Despues de esa noche, le prohibi a Ethel que viniera a casa, pero siguio intentandolo. No la dejabamos entrar, y aun asi, por las tardes, dos o tres veces por semana, se apostaba junto a la verja, con su gastada chaqueta vaquera y la vista fija en Appelvillan. A veces abria nuestras cartas para ver si en los sobres habia dinero o cheques. Y en alguna ocasion la acompanaba un chico…, otro esqueleto que se quedaba temblando junto a ella.
Hizo una pausa y penso que aquel era uno de los ultimos recuerdos que tenia de su hermana: de pie junto a la verja del jardin, con el rostro cadaverico y el pelo enmaranado.
– Ethel solia gritarnos -explico-. Le gritaba cosas a Katrine. A veces tambien a mi, pero sobre todo a ella. Vociferaba y vociferaba hasta que los vecinos descorrian las cortinas y yo tenia que salir y darle dinero.
– ?Servia de algo?
– Si…, funcionaba un tiempo, pero claro, cuando se lo gastaba volvia a por mas. Era un circulo vicioso. Katrine y yo nos sentiamos… acosados. A veces, me despertaba en mitad de la noche y oia gritar a Ethel desde la verja, pero cuando miraba fuera, la calle estaba desierta.
– ?Estaba Livia en casa cuando tu hermana iba por alli?
– Si, a menudo.
– ?Oia sus gritos?
– Eso creo. No ha hablado nunca de ello, pero seguro que la oia.
Joakim cerro los ojos.
– Fueron unos meses negros…, una epoca terrible. Y Katrine empezo a desear que Ethel se muriera. Me lo decia por las noches, en la cama. Tarde o temprano Ethel tomaria una sobredosis. Cuanto antes mejor. Creo que ambos lo deseabamos.
– ?Y ocurrio?
– Si. Una noche, el telefono sono a las once y media. Cuando llamaban tan tarde sabiamos que se trataba de Ethel; siempre era asi.
De eso hacia un ano, penso, pero parecian diez.
Fue Ingrid, su madre, quien le comunico la noticia de la muerte. Habian encontrado a su hermana ahogada en Bromma, justo al lado de su casa.
Katrine la habia oido esa misma tarde. Como de costumbre, Ethel habia estado gritando desde la verja, luego los gritos habian cesado.
Cuando Katrine miro por la ventana, habia desaparecido.
– Mi hermana fue hasta el paseo de la playa -prosiguio Joakim-. Se sento en un cobertizo de barcos, se inyecto una dosis, y luego bajo tambaleandose al agua helada. Ese fue su final.
– ?Tu no estabas en casa esa tarde? -pregunto Gerlof.
– Llegue despues. Livia y yo estabamos en una fiesta de cumpleanos.
– Probablemente fue lo mejor para ella.
– Si. Y durante un tiempo confiamos en que todo se calmaria -dijo Joakim-. Pero yo seguia despertandome por las noches y creia oir gritar a Ethel en la calle. Y Katrine perdio la alegria de vivir. A esas alturas, Appelvillan ya estaba reformada, y habia quedado preciosa, pero mi mujer no se sentia tranquila alli. Asi que el invierno pasado empezamos a hablar de mudarnos al campo; al sur, quiza a alguna casa de Oland. Y al final lo hicimos.
Guardo silencio y miro el reloj. Las cuatro y veinte. Le parecio que habia hablado mas durante aquella ultima hora que en todo el otono.
– Tengo que ir a buscar a mis hijos -dijo en voz baja.
– ?Te pregunto alguien como te sentias respecto a lo ocurrido? -inquirio Gerlof.
– ?A mi? -se extrano Joakim, y se levanto-. Yo estaba muy bien.
– No lo creo.
– No. Pero en mi familia nunca hemos hablado de nuestros sentimientos. Y, en realidad, tampoco hablamos nunca del problema de Ethel. -Miro a Gerlof-. Uno no le va contando a la gente que tiene una hermana drogadicta. Katrine fue la primera…, se podria decir que yo la meti en aquello.
El anciano permanecia sentado en silencio y parecia meditar.
– ?Que queria Ethel? -pregunto al fin-. ?Por que iba todo el tiempo a vuestra casa? ?Era solo por el dinero?
Joakim se puso la chaqueta sin responder.
– No era solo eso -dijo finalmente-. Tambien queria que le entregaramos a su hija.
– ?A su hija?
Joakim titubeo. Tambien resultaba dificil hablar de aquello, pero al fin lo hizo:
– No tenia padre…, habia muerto de una sobredosis. Katrine y yo eramos los padrinos de Livia y asuntos sociales nos concedieron la custodia hace cuatro anos. La adoptamos el ano pasado… Ahora Livia es nuestra.
– Pero es la hija de Ethel, ?verdad? -dijo Gerlof.
– No. Ya no.
23
Al informar sobre la furgoneta negra a la central en Borgholm Tilda la habia descrito como un vehiculo «interesante» que se debia vigilar. Pero Oland era grande y el numero de coches patrulla reducido.
?Y lo que le habia dicho Gerlof sobre un asesino con un bichero en ludden? Eso era algo de lo que no habia
