La tranquilidad reinaba en la habitacion.

– ?Volvera mama ahora? -pregunto Livia.

– Quiza -contesto Joakim.

Casi habian dejado de hablar de Katrine, pero el sabia que, sobre todo Livia, la echaban de menos. Para los ninos no existe la frontera entre lo posible y lo imposible como sucede con los adultos. ?Quiza todo era cuestion de echarla de menos lo suficiente?

– Ya veremos que pasa -dijo, y miro el monton de regalos.

Seria maravilloso poder ver a Katrine una ultima vez. Poder hablar y despedirse de verdad.

En la television habian pronosticado tormenta y nieve en Oland y Gotland durante la Navidad, pero dos dias antes por la manana Joakim miro por la ventana y solo vio delgadas capas de nubes en el cielo. El sol brillaba, estaban a seis grados bajo cero y apenas soplaba viento.

Luego vio el nido al otro lado de la ventana de la cocina y penso que, pese a todo, se acercaba la tormenta.

El nido estaba desierto. Las bolas de sebo y los montones de grano seguian alli, pero no habia nadie picoteando.

Rasputin salto sobre la encimera y se puso a observar junto a Joakim el nido abandonado.

El prado junto a la playa, a los pies de la casa, estaba igual de vacio, y no se veian cisnes ni patos marinos en el agua. Quiza se habian resguardado en el bosque. Las aves no necesitan mirar el pronostico del tiempo para saber cuando se acerca un temporal; lo sienten en el aire.

El dia antes de Navidad, Joakim dejo que Livia y Gabriel durmieran hasta las ocho y media. Le habria gustado que hubiese guarderia para poder quedarse solo en la casa, pero tenian dos semanas de vacaciones, le gustase o no.

– ?Mama va a venir hoy? -pregunto Livia al levantarse de la cama.

– No lo se -respondio Joakim.

Pero el ambiente en la casa era distinto. Los ninos tambien parecian sentirlo. Habia una tensa expectacion en todas las habitaciones pintadas de blanco.

Despues del desayuno saco las velas. Las habia comprado en una tienda de Borgholm, a pesar de que, en realidad, las velas de Navidad habia que hacerlas a mano. Eso habian hecho antiguamente en la cocina de la casa despues de que los ninos trenzaran los pabilos, asi adquirian un aire personal. Pero aquellas velas de fabrica eran todas igual de largas y ardian con un brillo constante en las ventanas, sobre la mesa y en las aranas.

Velas para los muertos.

Los tres ingirieron un ligero almuerzo en la cocina a media manana, mientras los rayos del sol incidian en el tejado de la cabana. Pronto anocheceria.

Despues de comer, Joakim vistio a los ninos con gruesas chaquetas y se los llevo a dar un paseo cerca del mar. Miro de reojo la puerta cerrada del establo al pasar, pero no comento nada.

Bajaron a la playa en silencio. Unos delgados cirros flotaban aun sobre el cabo. Sin embargo, un frente tormentoso se empezaba a formar en el horizonte semejante a una cortina de plomo.

En la playa, habia una fina capa de hielo; de cerca era blanca por la escarcha, pero mas alla era dura y azulada. Los ninos tiraron pequenas piedras y trozos de hielo que rebotaban y se deslizaban por la brillante superficie, que no oponia resistencia, y se alejaba hacia las negras grietas.

– ?Teneis frio? -les pregunto Joakim al cabo de un rato.

Gabriel tenia la nariz roja y asintio en silencio.

– Entonces volveremos a casa -dijo.

Aquel era el dia mas corto del ano: eran apenas las dos y media, pero cuando regresaron a la casa el cielo tenia el color anil del atardecer de una noche de verano. A Joakim le parecio sentir en la nuca el aliento de la tormenta de nieve que se aproximaba.

Una vez dentro, encendieron de nuevo las velas. Por la noche, el brillo de la casa se veria desde la carretera, quiza hasta desde la cienaga.

Esa noche, cuando Livia y Gabriel se durmieron y todo quedo en silencio, Joakim se puso el anorak y salio fuera con una linterna en la mano.

Se dirigia al establo. Las ultimas semanas a duras penas habia conseguido mantenerse alejado de alli unos pocos dias seguidos.

El cielo se veia despejado, y la delgada capa de nieve del patio se habia vuelto dura y seca con el frio. Los cristales de hielo crujian bajo sus botas.

Se detuvo junto a la puerta del establo y miro alrededor. Unas sombras oscuras se cernian a lo lejos, y resultaba facil imaginarse que habia alguien alli. Una mujer delgada de rostro ajado que lo observaba con mirada sombria…

– Ethel, mantente alejada -murmuro Joakim para si, y abrio la pesada puerta.

Entro y escucho esperando oir los maullidos de Rasputin, el cazador de ratones, pero todo estaba en silencio.

Esa noche, Joakim no se dirigio enseguida a la escalera del altillo. Primero se dio una vuelta por la planta baja, por los pesebres y las cuadras, donde una vez estuvieron las vacas en fila rumiando durante el invierno.

En la pared de la fachada opuesta habia colgada una herradura oxidada.

Joakim se acerco y la observo. Los extremos apuntaban hacia arriba, seguramente para que la suerte de la casa no se agotara.

Las bombillas del techo apenas iluminaban esa esquina, asi que encendio la linterna. Cuando enfoco el techo de madera, dedujo que se encontraba justo debajo de la habitacion oculta del altillo. Luego bajo la linterna.

Alguien habia barrido el suelo de piedra del establo. No todo, aunque si una larga franja a lo largo de la pared. Por lo menos alli no habia excrementos secos ni montones de heno viejo.

Solo podia haber sido Katrine.

En la esquina derecha de la pared, viejas redes de pesca y gruesos cabos colgaban de una hilera de clavos. Algunas de las cuerdas llegaban hasta el suelo, como una cortina. Pero tras esta, la pared parecia desaparecer.

Joakim dio un paso adelante y alumbro con la linterna; las sombras junto a la pared se desvanecieron y descubrio una oquedad a ras del suelo. Faltaba todo un trozo de la pared de madera, y cuando Joakim aparto la cortina de redes y cuerdas con olor a brea vio que las baldosas continuaban tras ellas.

La cavidad apenas le llegaba a Joakim a las rodillas, pero tenia por lo menos un par de metros de ancho.

Desperto su curiosidad y se agacho para intentar ver lo que habia al otro lado. Lo que vio fue mas tierra aplanada y pelusas.

Al final, se tumbo boca abajo y comenzo a reptar. Se arrastro con la linterna por debajo de los tablones de madera. Paso a duras penas bajo la pared y acabo junto a un muro de piedra caliza. Estaba helado: debia de ser el muro exterior. El espacio alli era de unos pocos metros de ancho. Aparto algunas telas de arana y consiguio ponerse en pie.

A la luz de la linterna vio que se hallaba en un estrecho espacio entre dos paredes: la interior de madera, bajo la cual se habia arrastrado, y la del lado oeste del establo. Un par de metros mas alla, una vieja escalera de madera casi vertical conducia a lo alto internandose en la oscuridad.

Alguien habia estado alli antes que el. Daba la impresion de que ese alguien se habia movido y habia dejado senderos sobre el polvo centenario.

?Habia sido Katrine? Mirja le habia dicho que no sabia de ninguna habitacion secreta en la finca.

La escalera frente a el se elevaba casi en vertical. Joakim ilumino hacia arriba y vio que terminaba en un orificio cuadrado. Alli la oscuridad era total, pero esa vez tampoco vacilo. Empezo a subir.

Finalmente, llego al borde de la abertura, donde se acababa la escalera.

El lugar tenia el suelo de madera y a la izquierda vio una pared de tablones sin pintar. La reconocio al instante, y supo que habia subido a la habitacion secreta en el altillo del heno.

Movio la linterna a su alrededor.

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