– ?Has visto a alguien mas por aqui? -pregunto-. ?Otros… hombres?
Ella nego con la cabeza.
– Solo los he oido -respondio en voz baja-. Hacian ruido y me han despertado…, no me he atrevido a salir.
– No -dijo Henrik-, tienes que quedarte aqui dentro… ?Donde estan tu mama y tu papa?
– Papa ha ido a ver a mama.
– ?Donde esta tu mama, entonces?
– En el establo.
Antes de que tuviera tiempo de pensar en lo que acababa de decirle la nina, esta lo senalo y pregunto:
– ?Por que tienes un cuchillo?
El bajo la mirada.
– No lo se.
Le resulto extrano verse a si mismo sujetando un gran cuchillo. Parecia peligroso.
– ?Vas a cortar pan?
– No.
Henrik cerro los ojos. Empezaba a recuperar la sensibilidad en los pies y le dolian.
– ?Que vas a hacer? -inquirio la nina.
– No se…, pero tu tienes que quedarte aqui.
– ?Puedo ir al cuarto de Gabriel?
– ?Quien es ese?
– Mi hermano pequeno.
El asintio cansado.
– Si, claro.
La nina salto rapidamente de la cama con el muneco y el jersey entre sus brazos y paso a toda prisa a su lado.
Henrik hizo acopio de sus ultimas fuerzas y se dio la vuelta en el umbral. Oyo que la puerta del dormitorio contiguo al de la nina se cerraba. Giro en sentido contrario, en busca de los hermanos Serelius. ?Habian pasado ya por alli? Seguramente.
Regreso a la parte delantera de la casa por el pasillo.
Presto atencion por si oia otros sonidos aparte del viento, y durante unos segundos le parecio oir unos golpes ritmicos en el piso de arriba: una ventana mal cerrada, quiza. Luego, la casa volvio a quedar en silencio.
En un rincon del recibidor vio un objeto plano y oscuro tirado en el suelo. Henrik se acerco.
Era el tablero de guija, partido por la mitad. El vasito reposaba junto al tablero, aplastado.
Henrik regreso al porche, donde el aire era mas frio. La nieve se pegaba a las ventanas, pero vislumbro movimientos en el patio.
Se agacho en silencio y recogio el hacha de su abuelo del suelo.
Dos sombras se movian alli fuera y se acercaban despacio por la nieve. Vio que uno de ellos llevaba un objeto oscuro en la mano. ?Un arma quiza?
No estaba seguro de que fueran los hermanos, aun asi alzo el hacha.
Cuando se abrio la puerta, ya la habia dejado caer.
34
Tilda avanzaba tambaleandose, de cara a la ventisca. Martin aun se hallaba a su lado, pero ninguno de los dos hablaba. En la tormenta no era posible.
Se encontraban en un labrantio, pero las pocas veces que la joven habia intentado alzar la vista para ver hacia donde se dirigian, los copos se le habian metido en los ojos como chispas candentes.
Habia perdido la gorra, el viento se la habia llevado, y tenia las orejas congeladas.
Le llego un pequeno estimulo; durante un instante, la tormenta transporto el olor a madera quemada. Supuso que provenia de una estufa o chimenea encendida y comprendio que se hallaban cerca de una casa: probablemente de ludden.
Un alargado talud de nieve les corto el paso; era un muro de piedra.
Tilda paso despacio por encima de las piedras cubiertas de nieve, y Martin la siguio. Tras estas, el terreno era mas llano, como si caminaran por un sendero.
De repente, se oyo un crujido un poco mas alla del muro, seguido de un chirrido y un golpe seco.
Algunos minutos despues, vieron un par de bultos blancos y de formas angulosas. Se trataba de dos coches aparcados, medio cubiertos de nieve, que se balanceaban con el viento.
Tilda aparto la nieve del lateral del vehiculo de mayor tamano y lo reconocio al instante. Era la furgoneta oscura con el rotulo «FONTANERIA KALMAR».
Mas alla, junto al muro, vio una barca de plastico sobre un remolque volcado. El viento debia de haberlo levantado y derribado.
La barca seguia atada al soporte de hierro, aunque la lona que la cubria se habia resquebrajado. Se veia una extrana coleccion de articulos tirados por el suelo: altavoces y motosierras junto a antiguos quinques y relojes de pared.
A primera vista, habria dicho que se trataba de mercancia robada.
Martin grito, pero Tilda no lo entendio. Avanzo con dificultad junto a la furgoneta y probo de abrir las puertas. La del conductor estaba cerrada con llave, pero al rodear el vehiculo y tirar de la puerta del copiloto, esta se abrio de golpe con el viento.
Tilda se subio al asiento para tomar aliento.
Martin metio la cabeza en el coche, con nieve en el pelo y en las cejas.
– ?Como estas? -le pregunto.
Ella, que se masajeaba las orejas congeladas, asintio cansada.
– Bien.
El aire del coche aun estaba caliente y al fin pudo respirar con normalidad. Miro en la parte trasera y vio que la furgoneta estaba repleta de cosas, apiladas unas encima de otras. Alli habia desde joyeros y cartones de tabaco hasta cajas de bebidas alcoholicas.
Al darse la vuelta hacia Martin, descubrio que el panel interior de la puerta del copiloto se habia soltado.
Un trozo de plastico sobresalia debajo del mismo: se trataba de un paquete.
– Un escondite -dijo Tilda.
Martin miro. Luego tiro del panel, que se solto y cayo sobre la nieve.
Detras habia un escondite secreto repleto de paquetes.
Martin saco el primero, hizo un corte con la llave del coche y metio el dedo. Chupo el polvo que contenia y dijo:
– Es metanfetamina.
Tilda le creyo: en la Escuela de Policia habia sido su profesor en el tema de drogas. Se guardo un par de paquetes en el anorak.
– Pruebas -explico.
Martin la miro como si quisiera anadir algo mas, pero ella no lo dejo. Desabrocho la funda de la pistola y saco su Sig Sauer.
– Tenemos gamberros por aqui -anuncio.
Luego paso junto a Martin, salio a la tormenta y siguio avanzando por el camino de grava.
Al alejarse del vehiculo y el remolque vislumbro la luz del faro por primera vez: un resplandor circular que a duras penas traspasaba la tormenta.
Casi habian llegado a la casa, cuyas debiles luces centelleaban en las ventanas.
Debian de ser velas. En la rotonda, bajo la nieve, estaba aparcado el coche de Joakim Westin.
Seguramente la familia estaba en casa. En el peor de los casos, los ladrones los tendrian secuestrados. Pero Tilda no quiso pensar en ello.
