El gran establo aparecio ante ella. Hizo un ultimo esfuerzo para llegar hasta la pared roja de madera y al fin logro resguardarse del viento. Fue toda una hazana: resoplo y se seco la nieve derretida con la manga del anorak.

Ahora le quedaba por saber quienes estaban en la casa, y en que condiciones.

Se bajo la cremallera del anorak y saco la linterna. Con la pistola en una mano y la linterna en la otra, se mantuvo pegada a la pared del establo, avanzando despacio y mirando antes de doblar la esquina.

Solo vio nieve. Blancas cortinas que caian del tejado y se arremolinaban formando torbellinos por todas partes.

Martin surgio de la oscuridad encorvado. Y se pego a su vez a la pared, a su lado.

– ?Es esta la casa adonde ibamos? -grito.

Ella asintio y tomo aliento.

– ludden -respondio.

La casa se hallaba a una docena de metros del establo. Las luces de la cocina estaban encendidas, pero no se veia a nadie.

Tilda se puso en marcha de nuevo, se alejo del establo y se adentro en el patio totalmente blanco. En algunos lugares la nieve llegaba hasta la cintura. Camino con dificultad a traves de los taludes y continuo hasta la casa, con el arma en alto.

Vio huellas recientes. No hacia mucho, alguien habia pasado por el patio y habia subido por la escalera de piedra. Cuando Tilda alcanzo el porche sin luz, observo la puerta.

La habian forzado.

Avanzo despacio por la escalera. Luego cogio el picaporte, abrio con cuidado y subio el ultimo peldano.

En ese momento, vio un brillo metalico por el resquicio de la puerta. Cerro los ojos, pero no le dio tiempo a esquivarlo ni a alzar el brazo para protegerse.

Apenas llego a pensar «un hacha» antes de que esta le golpeara en pleno rostro.

Un crujido resono en su cabeza, luego noto un ardiente dolor en el hueso de la nariz.

Oyo los gritos de Martin a lo lejos.

Pero entonces ya habia empezado a caerse hacia atras, por la escalera, de vuelta a la nieve.

35

El asesino surgio de entre las sombras de los arboles, se acerco a Ethel y susurro:

– ?Quieres venir conmigo? Si me acompanas y dejas de gritar, te ensenare lo que tengo en el bolsillo. No, no es dinero, es algo mucho mejor. Sigueme hasta el agua y te dare un chute de heroina completamente gratis. Tienes jeringuilla, cuchara y encendedor, ?verdad?

Ethel asintio.

Joakim tenia frio y aparto esas imagenes de su cabeza. Un estampido lo sobresalto.

Volvio a la realidad y miro alrededor. Estaba sentado en el primer banco de la capilla, con el regalo de Navidad de Katrine sobre las rodillas.

?Katrine?

La habitacion estaba a oscuras. La linterna se habia apagado y solo le llegaba la luz de la solitaria bombilla del altillo a traves de las delgadas rendijas de las tablas de la pared.

?Y el estampido? No era un rayo que hubiese caido sino la tormenta, que atronaba a su paso por la costa.

La tormenta de nieve habia alcanzado su punto culminante. Las paredes de piedra de la planta baja resistian impasibles, pero el resto del establo se estremecia. El aire que traspasaba las rendijas aullaba como una sirena en torno a Joakim.

Alzo la vista hacia las vigas del techo y le parecio que vibraban. Los vientos huracanados se abatian como olas negras sobre el establo, y las paredes chirriaban y crujian.

La tormenta estaba destrozando el establo. O eso parecia.

Pero Joakim creyo oir tambien otros ruidos. Un crujido en el interior de la habitacion donde estaba: lentos pasos sobre el suelo de madera. Nerviosos movimientos en la oscuridad. Voces susurrantes.

A su espalda, los bancos habian empezado a ocuparse.

No vio quienes eran los visitantes, pero sintio que el frio de la estancia aumentaba. Eran muchos, y ahora se sentaban.

Joakim escucho en tension, aunque permanecio donde estaba.

Los bancos volvian a estar en silencio.

Sin embargo, alguien mas se acercaba caminando despacio por el pasillo que los separaba. Oyo cautelosos movimientos en la oscuridad, un rumor de pasos de alguien que avanzaba por los bancos, a su espalda.

Por el rabillo del ojo vio que una sombra de palido rostro se habia detenido junto a su banco, y no se movia.

– ?Katrine? -susurro Joakim, sin atreverse a volver la cabeza.

La sombra se sento despacio a su lado.

– Katrine -susurro de nuevo.

Palpo con cuidado en la oscuridad y rozo otra mano con los dedos. Al cogerla la noto rigida y fria.

– Ya estoy aqui -susurro.

No obtuvo respuesta. La figura inclino la cabeza, como si rezara.

Joakim tambien bajo la vista. Miro la chaqueta vaquera a su lado y siguio susurrando:

– Encontre la chaqueta de Ethel. Y la nota de los vecinos. Creo… Katrine, creo que mataste a mi hermana.

Tampoco recibio respuesta.

Invierno de 1962

Asi que alli estabamos, sentados en la casa y mirandonos fijamente, el pescador de anguilas Ragnar Davidsson y yo.

A esas alturas, me sentia agotada. La tormenta de nieve se acercaba y solo habia podido rescatar algunos de los lienzos de Torun, media docena que habian caido a mi lado. Davidsson habia arrojado el resto al mar.

MIRJA RAMBE

Davidsson se llena el vaso de nuevo.

– ?Seguro que no quieres? -me pregunta.

Aprieto los labios, y el da un trago. Luego posa el vaso sobre la mesa y chasca la lengua.

Me mira y parece que lo asalten ideas indecentes, pero de pronto, antes de que le de tiempo a pasar a la accion, siente retortijones. Por lo menos, esa es mi impresion, porque se estremece, se inclina hacia delante y se aprieta las manos contra el estomago.

– ?Joder! -murmura.

Intenta relajarse. Pero luego, de golpe, se pone rigido de nuevo, como si se le hubiera ocurrido algo.

– ?Joder! -repite-. Creo que…

Guarda silencio y me mira de hito en hito, pensando: luego, todo su cuerpo se estremece en una violenta convulsion.

Yo permanezco sentada y nerviosa y lo miro fijamente. Podria preguntarle si se encuentra mal, pero se la respuesta: por fin el veneno ha comenzado a surtir efecto.

– El vaso no contenia aguardiente, Ragnar -digo.

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