– Suelta el cuchillo, Henrik -dijo el hombre-. Asi podremos hablar.
– ?Hablar?
– Estas detenido por robo con violencia -prosiguio la mujer desde el talud de nieve-. Allanamiento… y vandalismo.
Henrik escucho, pero no respondio; estaba demasiado cansado. Dio un paso atras y nego con la cabeza.
– Todo eso… fue obra de Tommy y Freddy -dijo en voz baja.
– ?Que? -pregunto el hombre.
– Fueron los jodidos hermanos -explico Henrik-. Yo solo los acompane. Fue mucho mejor con Mogge, nunca pense…
De pronto, a apenas diez centimetros de su oreja derecha, oyo un ruido. Un sonido breve y agudo que distinguio por encima del viento.
Volvio la cabeza y observo un oscuro agujero irregular en una de las pequenas ventanas del porche.
?Era la tormenta? ?Quiza el viento habia roto la ventana? La segunda idea descabellada que le vino a la cabeza fue que le habian disparado con una pistola, a pesar de que la mujer ya no la sujetaba.
Pero al mirar a lo lejos a traves del torbellino de nieve, hacia el establo, descubrio a alguien mas.
Una figura oscura habia salido por la puerta entornada y se habia detenido con las piernas abiertas sobre la nieve. A la luz del patio, Henrik vio que sostenia una delgada vara entre las manos.
No, no era una vara. Era el fusil, claro. No podia distinguirlo con claridad, pero sabia que se trataba del viejo Mauser.
Un hombre con pasamontanas negro. Tommy. Grito desde el otro lado del patio y luego disparo el fusil que sostenia entre sus manos. Una vez. Dos veces.
En esa ocasion, no se rompio ninguna ventana, aunque el hombre que estaba frente a Henrik hizo una mueca y se desplomo.
37
Tilda vio claramente como disparaban a Martin.
Fue despues de que la golpearan con el hacha. Casi deseo haberse quedado inconsciente entonces, pero su cerebro permanecio despierto y lo registro todo. El dolor, la caida y la pistola, que salio volando de su mano.
Al caer de espaldas, el edredon de nieve la recibio igual que si fuera una suave cama.
Permanecio tumbada. Tenia la nariz rota, sangre caliente le corria junto a la boca y se sentia exhausta tras la caminata en plena tormenta.
«Esta noche ya he cumplido -penso-. Vale por hoy, maldita sea.»
– ?Tilda!
Era Martin quien gritaba, y se inclino sobre ella. Vio que un hombre salia a la escalera del porche y la miraba. Sostenia un gran cuchillo en la mano y grito algo, pero ella no comprendio ni una palabra de lo que dijo.
Todo permanecio tranquilo un instante. Tilda se hundio en una calida somnolencia antes de que aparecieran el malestar y las nauseas. Giro la cabeza a un lado y vomito sobre la nieve.
Tosio, alzo la cabeza e intento espabilarse. Vio a Martin encaminarse hacia el hombre y gritarle que soltara el cuchillo.
Era Henrik Jansson, el ladron de casas que andaba buscando.
– ?Henrik?
Tilda grito su nombre varias veces con brusquedad, y al mismo tiempo intento recordar los motivos por los que se lo buscaba.
No oyo su respuesta; en su lugar, oyo un disparo de fusil.
Procedia del establo, en el extremo opuesto del patio, y sono como una explosion sorda sin eco. La bala dio en el porche y rompio un cristal de la ventana que Henrik tenia a su lado.
Este giro la cabeza y miro el agujero pensativo.
Martin siguio subiendo la escalera hacia el. Se movia con tranquilidad y le hablaba con decision, como buen instructor de policia que era. Henrik retrocedio.
Tilda comprendio que ninguno de los dos habia oido el disparo.
Cuando abrio la boca para prevenirlos, se oyeron nuevas detonaciones.
Vio sacudirse a Martin en la escalera. La parte superior de su cuerpo se retorcio, y se le doblaron las piernas. Se desplomo y cayo sobre la nieve a solo unos metros de ella.
– ?Martin!
Este permanecio tumbado, dandole la espalda, y Tilda se arrastro hacia el agachando la cabeza. Oyo un debil quejido.
– ?Martin?
Respiracion, hemorragia, shock, penso ella. El abecedario. La cancioncilla que se habia inventado para aprender a enfrentarse a las heridas de arma blanca y de fuego.
?Respiracion? Era dificil de ver en la tormenta, pero Martin apenas parecia respirar.
Le dio la vuelta al cuerpo y lo puso de lado, le subio la chaqueta y el jersey ensangrentado y encontro el pequeno orificio de entrada: arriba del todo, en la espalda, justo a la izquierda de la columna vertebral. Parecia profundo y la sangre no dejaba de manar. ?La bala le habria alcanzado la aorta?
No deberia quedarse alli fuera, pero Tilda no podia meterlo en la casa. No tenia tiempo.
Se abrio el bolsillo derecho del pantalon y saco una bolsa con vendas.
– ?Martin? -grito, al tiempo que apretaba la venda tan fuerte como podia contra el orificio de la bala.
No obtuvo respuesta. Tenia los ojos abiertos y no parpadeaba con la nieve: deberia de estar en estado de shock.
Tilda no le encontro el pulso.
Le dio la vuelta y lo dejo de nuevo boca arriba; se inclino sobre el y comenzo a apretarle el torax con ambas manos. Una presion fuerte y una pausa. Luego de nuevo otra presion fuerte.
No sirvio de nada. Parecia que ya no respiraba, y cuando ella lo zarandeo, el cuerpo siguio sin vida. La nieve le caia sobre los ojos abiertos.
– Martin…
Tilda se rindio. Se desplomo junto a el en la nieve y sorbio por la nariz.
Todo habia salido mal. El ni siquiera tendria que haber estado alli; no debia haberla seguido.
De repente, se oyeron dos detonaciones mas desde el establo. Tilda agacho la cabeza.
?Donde estaba su pistola? La habia perdido al caer en la nieve.
La Sig Sauer era de acero negro: era facil de distinguir contra el fondo blanco y comenzo a palpar a su alrededor. Al mismo tiempo, dirigio una mirada cautelosa hacia el establo.
Una figura avanzaba por la nieve. Llevaba puesto un pasamontanas oscuro y sostenia un fusil entre las manos.
El hombre subio a un talud de nieve y al descubrir que Tilda lo miraba, lanzo un grito al viento.
Ella no respondio. Su mano siguio escarbando en la nieve: y de repente se topo con algo duro y pesado. Al principio se le resbalo, pero luego consiguio atraparla.
Saco el arma de la nieve.
Golpeo el canon un par de veces para sacudirle la nieve, quito el seguro y apunto hacia el hombre.
– ?Policia! -grito.
El enmascarado pronuncio unas palabras, pero el viento las disperso.
– Ubba… ubba -parecia decir.
Redujo la marcha e inclino la espalda, pero siguio abriendose paso entre los montones de nieve.
– ?Alto, suelta el arma! -La voz de Tilda se torno aguda y tenue; ella misma oyo lo debil que sonaba, aun asi, continuo-: ?Alto o disparo!
Y despues disparo de verdad, un disparo de advertencia al cielo oscuro. La detonacion sono tan debil como su propia voz.
El hombre se detuvo, aunque no solto el fusil. Se arrodillo entre dos taludes de nieve, a menos de diez metros
