– Se ha ido corriendo en direccion al bosque -explico Tilda-. Ha desaparecido…, pero por lo menos ahora no tiene el fusil.
Joakim se levanto.
– Tengo que ir a ver a mis hijos -dijo, y se encamino a la puerta-. ?Te apanas un rato sola?
Ella asintio, aunque permanecio sentada en el suelo, con la cabeza entre las piernas.
– Si vas por el porche encontraras a mas gente. Dos hombres.
– ?Mas heridos? -inquirio el.
Tilda bajo la vista.
– Uno esta herido…, el otro muerto.
Joakim no pregunto nada mas. Cuando la miro por ultima vez, la joven habia sacado su movil y comenzaba a marcar un numero.
El salio a las ondulantes dunas de nieve del patio interior y se encogio para protegerse de la tormenta. luden no se veia tan grande esa noche: la casa parecia encogerse como una manada de perros asustados en la nevasca. El viento arrancaba las tejas de la cubierta, que salian volando y desaparecian en la oscuridad.
Joakim entro por el porche y abrio la puerta. Un hombre yacia alli tirado. ?Muerto? No, solo dormia profundamente.
La tormenta sacudia los cristales de las ventanas delanteras y la masilla y los marcos que los sujetaban crujian, pero todavia resistian.
Entro en la casa, pero de repente se detuvo en el recibidor.
Oyo unos crujidos en el pasillo y una respiracion ronca.
Ethel estaba dentro.
Se hallaba delante de las puertas de las habitaciones de los ninos; habia ido a buscar a su hija. Ethel se llevaria a Livia.
Joakim no se atrevia a acercarse. Inclino la cabeza y cerro los ojos.
«Confia en mi», penso.
Luego abrio los ojos y siguio hacia el interior de la casa.
El pasillo estaba desierto.
41
Tilda guardaria un vago recuerdo de que mas tarde, esa noche, la ayudaron a subir la escalera de piedra del porche. Fuera aun hacia frio, pero noto que el viento amainaba. Era Joakim Westin quien la acompanaba, y la ayudaba a recorrer un sendero recien despejado de nieve. Altas paredes blancas se alzaban a su alrededor.
– ?Has llamado para pedir ayuda? -pregunto el.
Ella asintio.
– Vendran tan pronto como puedan…, pero no se cuando.
Pasaron junto a un talud de nieve del que sobresalia algo oscuro. Era una chaqueta de cuero.
– ?Quien es? -inquirio Joakim.
– Se llamaba Martin Ahlquist -contesto Tilda.
Cerro los ojos. Le harian muchas preguntas sobre esa noche: sobre lo que habia salido mal, lo que habia hecho bien y que deberia mejorar: aunque la mayoria de las preguntas se las haria ella a si misma. Pero en aquel momento no tenia fuerzas para pensar.
La casa estaba en silencio. Joakim la guio por los pasillos hasta llegar a una gran habitacion, donde vio un colchon en el suelo con la cama hecha. Habia tambien una chimenea encendida y la temperatura era agradable; se tumbo y se relajo. Le dolia la nariz y aun la tenia taponada con sangre: no podia respirar con la boca cerrada.
El viento ululaba alrededor de la casa, pero Tilda por fin cerro los ojos.
Durmio profundamente, aunque se desperto de vez en cuando a causa de un palpitante dolor de cabeza y las imagenes del cuerpo de Martin sobre la nieve; y tambien al sentir un repentino miedo a encontrarse de vuelta en la penumbra del establo, donde palidos brazos de largos dedos intentaban atraparla. Le costo mucho relajarse.
En algun momento, antes del amanecer, una sombra se inclino sobre ella, sobresaltandola.
– ?Tilda?
Era Joakim Westin, que siguio hablandole despacio y claro, como si se dirigiera a una nina pequena:
– Tilda, tus colegas han llamado…, llegaran dentro de un rato.
– Bien -respondio ella.
Su voz sonaba espesa y pastosa a traves de la nariz rota. Cerro los ojos y pregunto:
– ?Y Henrik?
– ?Quien?
– Henrik Jansson. El que estaba tumbado en el porche -explico-. ?Como esta?
– Bastante bien -contesto Joakim-. Le he cambiado el vendaje.
– ?Y Tommy? ?Esta aqui?
– Ha desaparecido… La policia lo buscara cuando llegue.
Tilda asintio y volvio a dormirse.
En algun momento, mas tarde, la despertaron un zumbido y voces susurrantes, pero no tuvo fuerzas para reaccionar.
Entonces oyo de nuevo la voz de Joakim:
– Los coches no pueden llegar, Tilda… Han tenido que tomar prestado un vehiculo oruga del ejercito.
Poco despues, la habitacion se lleno de voces y movimiento, y la ayudaron a salir de la cama sin demasiada delicadeza.
De pronto, el aire calido habia desaparecido y de nuevo se encontraba fuera, en el frio, pero ahora ya casi no hacia viento. Camino por una senda despejada de nieve, flanqueda por blancos muros.
«Navidad», penso.
Una puerta se cerro, otra se abrio, la colocaron sobre una camilla bajo una debil bombilla y por fin pudo descansar.
Todo quedo en silencio.
Se encontraba en el vehiculo oruga y vio un cuerpo en el suelo, metido en una bolsa de plastico. No se movia.
Luego, alguien tosio a su lado. Tilda alzo la cabeza y vio a otra persona tumbada, con una manta gris sobre las piernas, a solo un metro de distancia. Se movia debilmente.
Era un hombre y yacia boca arriba, con la cabeza vuelta, pero reconocio la ropa.
– Henrik -dijo.
El no le contesto.
– ?Henrik! -grito, a pesar de sentir una punzada en las costillas.
– ?Que? -dijo el hombre, y giro la cabeza.
Entonces ella vio al fin su rostro: Henrik Jansson, acuchillador de parquet y ladron. Parecia un chico cualquiera de veinticinco anos, aunque cansado y con el semblante blanco como la tiza. Tilda tomo aliento.
– Henrik, tu jodida hacha me ha destrozado la nariz.
El guardo silencio. Ella le pregunto:
– ?Que mas has hecho?
Siguio sin responder.
– El otono pasado ocurrio una muerte por aqui, en el cabo -continuo-. Una mujer se ahogo.
Sintio que Henrik se movia.
– Hay gente que oyo una barca el dia que murio -dijo Tilda-. ?Era la tuya?
De pronto abrio los ojos.
– La mia no -respondio en voz baja.
– ?La tuya no? -replico Tilda-. ?Entonces era otra barca?
