— Es verdad que lo he pensado. Esta guerra ha sido ordenada por Dios, y confieso que he pensado muchas veces aprovecharla para ir hacia El. ?Morir en plena batalla, en plena gloria! ?Que final feliz para una vida fracasada!

— ?Fracasada? ?Oh, Francois! ?Como podeis decir una cosa asi? Cuando…

— ?Silencio! Se lo que valgo, Sylvie, y creo que estoy tan cansado de mi mismo como de los demas.

Con un movimiento vivo, se sento a su lado en el banco y cogio sus manos para obligarla a mirarle de frente.

— Solo hay un ser en el mundo que pueda darme deseos de continuar una existencia que molesta a tanta gente, y ese ser sois vos. Si regreso vivo, ?prometeis casaros conmigo?

Ella tuvo un sobresalto, e intento levantarse y escapar de el; pero la tenia bien sujeta.

— ?Es imposible! ?Sabeis muy bien que es imposible!

— ?Por que? ?Porque mate…?

— No. Por Marie, que me ha rechazado igual que ha rechazado su amor por vos cuando ha sabido que sois el padre de Philippe.

— ?Como lo ha sabido?

— Pero ?no habeis recibido la carta de Perceval? Lo ha sabido por ese maldito Saint-Remy, que habia conseguido introducirse en el entorno de vuestro hermano Mercoeur y que conocio en casa de Madame de Forbin.

— ?Ese miserable estaba alli? ?En Provenza? ?Y yo no le he visto nunca, no lo he sabido, no me lo he encontrado?

— Sin duda se oculto de vos. O bien ha cambiado de aspecto. En cualquier caso, lo que ha sucedido es que Marie me ha arrojado su desprecio al rostro. Si me casara con vos, pondria fin a la debil esperanza que aun guardo de recuperarla algun dia. Estoy convencida de que todavia os ama.

— Pero yo no la amo como ella desearia. No acepte sino porque ella amenazaba matarse delante de mi, y tambien porque vos me lo pediais, pero mi intencion era retrasar mas y mas la boda hasta que ella comprendiera… o que encontrara a otro hombre. Hace meses que rezo por ello.

— Tengo miedo de que se parezca a mi -dijo Sylvie con una sonrisa triste-. Y que incluso se me haya adelantado. Yo tenia cuatro anos cuando nos encontramos, y ella solo tenia dos. Os amara siempre.

— ?Porque vos me amais? ?Que dulce es escucharlo! Volviendo a nuestro matrimonio, se me han ocurrido algunas ideas cuando, en el viaje de Brest a La Rochelle, fondeamos en Belle-Isle… ?Oh, Sylvie, amo ese lugar mas que nunca! Es el unico rincon en el mundo donde puedo ser realmente feliz.

— No me cuesta ningun trabajo creeros.

— Entonces, retenedme aun en este mundo. Aceptad casaros conmigo a mi regreso y, lo juro ante Dios, lo abandonaremos todo para ir alli a vivir juntos. ?Desapareceremos! Y de ese modo nos olvidaran, puesto que nuestra presencia ya no estorbara a nadie.

— ?De verdad? ?Hariamos algo asi?

En su necesidad de convencerla, Francois deslizo sus manos a lo largo de los brazos de su amada. Temia a cada segundo que ella le rechazara, pero Sylvie ya no sentia deseos de resistirse. ?Hacia tanto tiempo! Dejo que el la estrechara contra su pecho.

— Palabra de gentilhombre que es lo que haremos -dijo con toda seriedad-. ?Decid que os casareis conmigo!

— Volved… y sere vuestra…

El apreto mas su abrazo y permanecieron largo rato al borde del estanque, escuchando el ritmo acompasado de sus corazones y mirando el agua inmovil, agitada unicamente de tanto en tanto por el vuelo de algun pajaro pescador. Fue solo en el instante de volver al castillo cuando sus labios se juntaron.

Al amanecer, Beaufort regreso a Paris, donde quedaban aun «algunos detalles por solucionar», llevandose consigo a Ganseville, del que no se separaria hasta emprender el camino hacia el sur, y a Philippe, al que con gusto habria dejado con Sylvie unos dias mas. Pero el joven, desconfiado, estaba resuelto a no perderle de vista.

En cuanto a los de Fontsomme, pasaron mucho tiempo consolando al abate de Resigny, avergonzado por haberse dejado invadir por las grasas hasta el punto de quedar inutilizable, y tanto mas desesperado por ello.

— ?Vaya, si no hay mas problema que ese, senor abate, os haremos adelgazar! Lamy no os servira mas que caldos, pan tostado y agua. Asi estareis en forma para la proxima campana.

El enfermo miro a Perceval con ojos de nino castigado sin postre.

— ?Seria una crueldad! El Senor y la buena comida es todo lo que me queda ahora que Philippe ha crecido demasiado para seguir necesitando un preceptor. Ya no me embarcare…

— ?Y eso os apena? No sabia que fuerais un furibundo marino.

— No…, es verdad que no lo soy, pero ?quien os dara noticias ahora?

No era el unico que lo pensaba. Sylvie veia con aprension el silencio futuro, que le daria la sensacion de que Philippe y Francois habian entrado en un mundo inaccesible…

Los «detalles» que Beaufort pretendia solucionar en Paris pertenecian a la categoria de suaves eufemismos, por la excelente razon de que ni el rey ni Colbert deseaban que la expedicion a la que les forzaba el Papa fuera un exito. No debia indisponerles por largo tiempo con el aliado turco. Empezaron por especificar que Beaufort habria de contentarse con mandar los «veleros», mientras que Vivonne dirigiria las galeras; despues, nombraron jefe de la expedicion al duque de Navailles que, aunque era hombre valeroso, nunca habia dado pruebas de una inteligencia fulgurante; en su matrimonio, quien tomaba las decisiones era la duquesa Suzanne. Incluso se negaron a que participara el gran Turenne, para estar seguros de que el asunto no funcionaria. En cuanto a Vivonne, le rogaron que no empleara un celo excesivo, que se retrasara todo lo posible con sus galeras a lo largo de las costas de Italia, y que no se presentara en Candia mas que cuando fuera absolutamente indispensable para no quedar en ridiculo.

Una nueva injuria para Beaufort era que se le prohibia dejar su barco en ningun caso, y se le daba la orden de esperar con los brazos cruzados mientras se producia el asalto contra los turcos. Esta vez, el duque se enfado y apelo al Papa, que envio de inmediato un correo a Luis XIV: la intencion de Su Santidad era que los verdaderos jefes de la expedicion fueran su primo, el principe Rospigliosi, y el duque de Beaufort: era importante que este, cuya bravura era celebre, pudiera dirigir las tropas en la batalla. La reprimenda obligo a capitular al rey y a su ministro, pero dejaron muy claro que, aunque permitian la expedicion, no pensaban participar en su financiacion. Era condenar a Beaufort a la ruina porque, por supuesto, vendio todo lo que poseia para afrontar los enormes gastos iniciados con la construccion en Tolon del Monarque, la magnifica nave capitana. [30] Esta exigencia insensata, que habria hecho renunciar a otro jefe que no llevara en sus venas la sangre de Godofredo de Bouillon, revelaba para quienes le querian -el primero Duquesne, que se indigno- una segunda intencion: Beaufort «no debia» regresar de Candia, y por tanto sus bienes no habian de serle de ninguna utilidad.

?Fue consciente de ello? Rechazo las objeciones con un irritado encogimiento de hombros: ?no iba a combatir por la fe cristiana como lo habria hecho de haber ingresado en la Orden de Malta? Todas aquellas contingencias miserables no le afectaban. Acepto incluso que los italianos de Rospigliosi le negaran el titulo de alteza, porque su propio principe no tenia derecho a el.

«?Me trae sin cuidado la alteza, y lo demas! Renuncio a todo, salvo a las ocasiones de adquirir gloria.»

Sin embargo el 2 de junio, antes de abandonar Marsella, escribio al rey una larga carta que finalizaba asi:

«Creo que estamos todos contentos los unos de los otros, y que existe una union y amistad completa aqui entre las gentes de mar y de tierra. Todo se hace de comun acuerdo. Nos sentiriamos muy desgraciados de reinar un ambiente distinto. Eso, me parece, puede llenar de respeto y satisfaccion a Vuestra Majestad, de quien solicito la gracia, si asi le place, de considerarme como si fuera su misma persona. Me obligan a ello toda clase de razones, y muy en particular la que no osare decir para no faltar al respeto que le debo. Le suplico que este persuadido de ello, y de que soy, con la mayor sumision, de Vuestra Majestad el muy humilde, muy obediente y muy fiel servidor.

El duque de Beaufort.»

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