Alli, en efecto, se encontraba la princesa. Sin preocuparse de la lluvia, contemplaba con una sonrisa extasiada las evoluciones de Lauzun, del que no era un secreto para nadie que se habia enamorado con locura en el curso del magnifico desfile en el que el rey habia entregado al joven su baston de mando. Todo el mundo se reia con disimulo de la princesa, pero algo menos desde que habia empezado a correr un rumor inquietante: ella estaba empenada en casarse y convertir asi a aquel cachorro de la Gascuna en duque de Montpensier, primo del rey y dueno de la mayor fortuna del reino. Al ver que llevaba a una mujer a la grupa de su caballo, fruncio el entrecejo, pero se tranquilizo al reconocer a Marie, a la que recibio con calor.
— ?Ya estais aqui, pequena! ?Ha ido todo bien? ?Como sigue vuestra madre?
— Me temo que bastante mal, y ha faltado poco para que no la encontrara: estaba a punto de marchar. Debe de haber partido con el caballero de Raguenel, poco despues que yo, para volver a su finca de Conflans.
— ?Como! ?Ya? Pero si el nuevo duque aun no ha sido investido…
— Desde el momento en que recibio la orden del rey, decidio marcharse. No quiere esperar a que la echen…
— ?Es abominable! -dijo Lauzun, que se entretenia en dedicar miradas dulces a su princesa-. ?Pobre encantadora duquesa, que mal trago ver como ese vejestorio sucede a su hijo desaparecido! A proposito, me han dicho que el rey pretende que os caseis con el.
— Si. De ese modo, por derogacion especial, le seria transmitido el titulo por linea femenina.
— ?Y vais a aceptar?
— No hay mas remedio…
— ?Ocupaos de vuestras cosas, Lauzun! -corto Mademoiselle-. Os necesitan. Yo acompanare a Marie a ver a Madame. ?Nos veremos mas tarde!
Cuando las dos mujeres llegaron al alojamiento asignado al duque y la duquesa de Orleans, la voz agria y furibunda de Monsieur resonaba hasta en las vigas del techo. Una vez mas, el principe se dedicaba a su ocupacion preferida desde el arresto de su amado favorito: hacer una escena a su mujer. El tema habria sido de una monotonia ridicula si Madame no sufriera tanto: «?No ireis a Inglaterra a ver a vuestro hermano si el rey no me devuelve al caballero de Lorraine!» Siempre la misma cantinela…
Cuando Mademoiselle y su joven acompanante entraron en la estancia, Madame, palida, con los rasgos tensos y los ojos cerrados, estaba tendida sobre una otomana y se esforzaba por no oir los aullidos de su esposo, que iba y venia por la habitacion como un oso enjaulado, sin detenerse mas que para amenazar con el puno a su mujer. Marie se precipito hacia su ama, mientras Mademoiselle se esforzaba sin mucho exito en calmar a Monsieur, que le dijo, furioso:
— La verdad, no se por que Madame esta empenada en cruzar la Mancha. ?Miradla! Esta medio muerta, y es seguro que no vivira mucho. Ademas, me han predicho que me casare varias veces…
— ?Oh, primo! -protesto la princesa-. ?Esas cosas no se dicen! ?Os traeran mala suerte!
— ?Es precisamente lo que deseo! -respondio Monsieur, feroz.
Aquello podia haber continuado durante buena parte de la noche, siguiendo la costumbre adoptada por el principe, de no haber aparecido de pronto el rey. Capto la escena de una ojeada, y desdenando las reverencias con que lo saludaban, se dirigio a la otomana en la que Madame se esforzaba en incorporarse.
— No os movais, hermana. He venido a rogaros silencio, hermano. ?Solo se os oye a vos!
— Con o sin vuestro permiso, gritare, Sire, gritare hasta que se me haga justicia. ?Y aqui estoy en mi casa!
— Al pedir que se os haga justicia, ?quereis decir que se os devuelva a un amigo un poco demasiado querido, y que os empuja a la rebelion? En ese caso, hermano, he venido a deciros lo siguiente: no solo vais a dejar a Madame reunirse con el rey Carlos II en Dover, sino que permitireis que se quede alli mas de tres dias, porque la mision que le he confiado es de tanta importancia que resulta imposible cumplirla en un lapso tan breve. Me parecen necesarios por lo menos quince dias, e incluso… ?diecisiete? ?Que pensais?
— ?Nunca! Si se me presiona, ni siquiera la dejare partir.
— Muy bien. En ese caso escuchad: el caballero de Lorraine, preso hasta ahora en Lyon en la fortaleza de Pierre-Encize, acaba de ser transferido a Marsella, al castillo de If, que tiene un clima muy malsano. Ademas he ordenado que le quiten a su criado y que se le prohiba todo genero de correspondencia…
El soplo del espanto apago de golpe la colera de Monsieur, que se echo a llorar.
— No habreis hecho tal cosa, Sire…
— ?Y hare cosas peores si me forzais a ello! Sabed, hermano, que no permitire a nadie interponerse en mi politica. Necesito que Francia e Inglaterra se aproximen. Por eso no me apiadare de nadie, y menos de vos, que sois un principe frances. Y si el caballero de Lorraine me molesta demasiado…
— ?No, Sire, hermano! Os lo suplico: no le hagais sufrir mas. Yo no… no puedo soportar la idea. ?El castillo de If, Dios mio!
— Unicamente de vos depende que salga de alli, libre para viajar a Italia… y para seguir escribiendoos cartas.
Bajo la mirada terrible de su hermano, Monsieur arrio su pabellon, aterrorizado ante la idea de no volver a ver nunca al hombre al que tanto amaba.
— Soy el humilde servidor de Vuestra Majestad -suspiro, y se inclino antes de abandonar la sala como si le persiguiera el diablo.
Luis XIV le vio salir y esbozo una sonrisa indefinible, y luego volvio junto a su cunada y le tomo la mano para llevarsela a los labios.
— Ahora todo ira bien, hermana. ?Animaos y no penseis mas que en la alegria que os aguarda!… Ah, Mademoiselle de Fontsomme, ?estais aqui?
— A las ordenes de Vuestra Majestad -dijo la joven con una reverencia.
— ?Eso nos complace! Naturalmente, sereis una de las cinco senoritas que acompanaran a Madame a Dover. A la vuelta, el senor de Saint-Remy sera presentado a la corte y anunciaremos vuestro compromiso. Solamente entonces sera investido de sus nuevos titulos y nombres.
— Como el rey disponga.
— Me gusta vuestra obediencia. Bien es verdad que habeis sido bien educada… En recompensa, vuestra madre la duquesa viuda sera autorizada a residir en Paris cuando asi lo desee, en vuestra casa o en la del caballero de Raguenel.
El termino de duquesa viuda aplicado a su madre le parecio comico, tan mal sentaba a una mujer aun bella y cuya juventud parecia eterna. Pero no dejo de dar las gracias, al pensar que Sylvie seria sin duda feliz de volver a la Rue des Tournelles, aunque no a ningun otro lugar, y sobre todo no al
Cuando el
Tiene veintiocho anos y se llama Anthony, lord Selton; es pariente de Carlos II, muy rico, y la seduccion misma. Tan moreno como rubio era Beaufort, pero con sus mismos ojos chispeantes, hay en su estela muchos corazones femeninos destrozados, de los que no se preocupa porque experimenta la misma sed de absoluto que los caballeros de antano. Cuando ve a Marie, sabe que ha encontrado lo que buscaba desde siempre, y Marie, por su parte, siente conmoverse su corazon mas que nunca: un verdadero flechazo deja a ambos jovenes clavados, hasta el punto de despertar la curiosidad divertida de quienes les rodean, sobre todo de Madame, a quien haria feliz librar a Marie de un matrimonio odioso dejandola en Inglaterra. Y durante todo el tiempo que va a durar la estancia de la princesa en el espacio forzosamente reducido de Dover, un tanto abarrotado -Monsieur ha cedido en lo referente al tiempo de estancia pero se ha empenado en el lugar, porque no quiere conceder a su mujer la gloria de un recibimiento fastuoso en Londres-, Anthony Selton y Marie de Fontsomme se veran sin mas interrupcion que las horas dedicadas al sueno.