Tal vez presa de un impreciso remordimiento, Luis XIV le envio una suma de dinero que Beaufort distribuyo de inmediato entre los pobres de Marsella.
El 4 de junio por la manana, la flota partio del puerto de Lacydon, en Marsella, bajo un sol radiante que arrancaba destellos del oro y el azul de que estaba pintado el
Acaparaba el sol, poblaba el mar por si solo, y detras de el los restantes trece navios, pese a su hermosura, parecian desaparecer. De pie en el puente junto al caballero de La Fayette, que era su segundo en el mando y su amigo, [31] Beaufort no se volvio ni una sola vez a contemplar la tierra que dejaba a sus espaldas mientras tronaban los canones del fuerte Saint-Jean. No le conmovian las aclamaciones de la muchedumbre que se agolpaba en la orilla. Miraba el Mediterraneo inmenso y azul abrirse bajo su espolon como una mujer seducida. El mar llenaba su mirada y sus suenos. Alla lejos, en una isla perdida de la Grecia antigua, le esperaba la gloria…
Mes y medio mas tarde, se sabia con consternacion el fracaso de la expedicion y sobre todo la muerte de Beaufort, cuyo cuerpo no habia sido encontrado. Su joven edecan, Philippe de Fontsomme, habia corrido la misma suerte…
TERCERA PARTE
11. Un verdadero amigo
Sylvie se despedia de Fontsomme.
Cogida del brazo de Perceval, daba un ultimo paseo por el jardin antes de recorrer las estancias del castillo y decir adios a sus servidores. Aquel mes de abril excepcionalmente templado y soleado habia provocado un estallido de la naturaleza: las lilas perfumaban el aire, los manzanos y los cerezos se cubrian de una delicada blancura y cada brizna de hierba recien brotada parecia proclamar su alegria por haber surgido de las profundidades de la tierra y ver de nuevo la luz. El estanque, ondulado por una ligera brisa, resplandecia como un fuego de artificio, pero toda esa alegria no servia sino para hacer mas tragicas por contraste las dos siluetas de luto riguroso que avanzaban. Perceval vio brillar una lagrima en la mejilla de su acompanante. Estrecho un poco la mano que descansaba sobre su brazo.
— Seria mejor acabar ya, querida. Te haces dano a ti misma…
— Puede ser, pero he pasado tantos anos aqui que debo un saludo y mi gratitud a toda esta belleza. Por cruel que me resulte pensar que nunca pertenecera a mi Philippe. ?Amaba tanto Fontsomme! Lo mas duro es decirse que no reposara aqui y que su sombra no resultara molesta para el que va a sucederle… Como ibamos a imaginar hace tan solo diez meses que ese miserable Saint-Remy conseguiria un dia su objetivo y que Colbert, ya que no el rey, respaldaria su reclamacion ante las cortes soberanas.
— Es mas asombroso aun que Beaufort y Philippe hayan sido declarados oficialmente muertos con el unico testimonio de ese hombre, del que nadie habria podido imaginar que habia marchado con la flota como voluntario, con un nombre falso.
En efecto, en los primeros dias de febrero Saint-Remy habia regresado de Constantinopla, donde, despues de resultar herido y preso en Candia, habia sido cuidado y devuelto por el propio sultan Mehmet IV, con una carta para el rey de Francia en la que aseguraba que el duque de Beaufort habia sido capturado durante la batalla y decapitado. El tal Saint-Remy habia reconocido su cabeza entre otras de cabellos rubios que le habian sido mostradas. La noticia de esa muerte, que los franceses y sobre todo los parisinos se negaban a creer -corrian sobre el tema los rumores mas extranos-, fue acogida por la corte tal como convenia: se decreto luto y se oficio una ceremonia en Notre-Dame en torno a un catafalco vacio. Todo ello agravo el dolor de Sylvie, porque desvanecio las esperanzas que aun conservaba de que su hijo y su amado, declarados oficialmente desaparecidos, estuvieran aun con vida en algun lugar: si Beaufort habia encontrado la muerte, Philippe, que no se separaba de el, no podia haber escapado a la cimitarra del verdugo otomano. Sin embargo, aun habia de descender un ultimo escalon en el abismo de su pena: el titulo de duque de Fontsomme quedo vacante, y la Cancilleria real, despues de consultar con el Parlamento y a partir del examen del acta presentada, pretendia adjudicarlo al senor de Saint-Remy, en reparacion por el dano de que habia sido victima y como recompensa por los servicios prestados a la Corona.
El nuevo golpe asestado a la duquesa habia provocado la indignacion de D'Artagnan. Como sabia por ella desde hacia mucho tiempo quien era exactamente ese Saint-Remy, de cuya presentacion al rey fue ademas testigo, no pudo contenerse y expreso sus sentimientos a Luis XIV con la ruda franqueza que le caracterizaba.
— Ignoro, Sire, lo que Madame de Fontsomme ha hecho a Vuestra Majestad, pero tiene que haber sido muy grave para que el exilio y la muerte de su hijo no os parezcan suficiente castigo: ?es necesario tambien dejarla en la miseria?
— ?Por que os entrometeis, D'Artagnan? -grito el rey, enfurecido, lo que no parecio intimidar al mosquetero.
— Por lo que dira la gente de bien. Cierto que es poco numerosa en este palacio. Los cortesanos os aplaudiran y se apresuraran a incluir entre sus visitas al nuevo duque. Pero yo se muy bien lo que habria dicho la augusta madre de Vuestra Majestad.
— ?Dejad descansar a mi madre! Al apelar a su memoria no estais eligiendo el mejor abogado… -Se dio cuenta entonces de lo extrana que habia de sonar su frase, y anadio-: La duquesa no va a ser despojada de sus bienes, como pensais: conservara su pension de viudedad y su finca de Conflans, que le pertenece por derecho propio. Lo cual hace menos riguroso su exilio, porque le permite residir cerca de Paris.
— El difunto mariscal de Fontsomme y su hijo se han visto muy mal recompensados por haber derramado su sangre. ?Tener a ese miserable como sucesor, cuando Vuestra Majestad no ignora que intento asesinar al joven Philippe!
— ?Despues se ha rehabilitado! Basta ya, capitan. Podeis estimaros contento con mi paciencia, vuestra insolencia va a valeros tan solo un arresto de un mes. Asi podreis calmar un poco esa cabeza demasiado caliente para mi gusto.
D'Artagnan no insistio. Conocia aquel tono tenso que presagiaba un estallido de colera y temio no por si mismo sino por Sylvie, que podia pagar los platos rotos. Antes de volver al cuartel para «arrestarse» a si mismo, traspaso el mando a su teniente y se permitio una rapida visita al Palais-Royal. Alli no pudo ver a Marie, que habia salido para rezar en las Carmelitas de la Rue du Bouloi, pero si a Madame, que le reservo su mejor acogida.
— Dire a Marie que habeis venido. Siente una gran pena por la muerte de su hermano y os agradecera vuestro gesto. Hay dias en que la crueldad del rey resulta turbadora. ?Sobre todo cuando sabemos que puede ser tan bueno!
Pero D'Artagnan no creia en absoluto en la bondad de Luis XIV. De vuelta por fin en su alojamiento, tomo la pluma y escribio a Sylvie una larga carta en la que dejo hablar a su corazon con el fin de que ella estuviera segura de poder contar siempre con su devocion…