«Y yo deberia ser tan cretino como para creerte».

«Haz lo que te parezca. ?Donde esta Teresa?»

«?Y yo que se? Estara durmiendo, supongo».

La incapacidad para encontrar las palabras adecuadas, las minimas palabras para salvar la cara: un vacio, un horadamiento, resignacion ante la derrota.

Ella entro en la sala de estar y en seguida vio la hoja escrita por la mitad, sin leerla la cogio e hizo una pelota que fue a tirar a la cocina.

«Lee, lee, harias bien en leerlo».

Sin responder, ella entro en el bano y dejando la puerta abierta se puso a hacer pis.

?Que esperaba Antonio aun? ?Que fuera ella ahora la que le diese un par de bofetadas? Como si ya no le hubiera dado bastantes. ?O esperaba de ella una palabra de arrepentimiento? ?Esperaria que ella le pidiese perdon?

?Perdon por que? Habia estado fuera con una amiga, no habia hecho nada malo. Mas bien habia sido el. ?Que mujer habria resistido con un tipo tan tedioso?

Habia dicho «adios» en lugar de «hasta luego», como si Laide fuera a preocuparse. Laide tenia sueno y la manana siguiente tenia cita con el peluquero.

XXIX

Espero un dia. Desde luego, Laide le telefonearia; el, aunque se muriera, no lo haria, juro que no lo haria, habria sido la ultima degradacion, habria sido exactamente como decirle: «Mira, que estoy aqui, escupeme en la cara». Por lo demas, seguro que ella habia leido la carta que el habia comenzado y habia dejado sobre la mesa, delante de el Laide habia ido a tirarla a la basura sin leerla, pero, ?menudo como habria corrido, nada mas marcharse el, a leerla! No es que las cartas de Antonio le interesaran, pero aquella vez debia de tener cierto miedo; al fin y al cabo, debia de darse cuenta de que habia ido demasiado lejos.

Espero dos dias. Ella, evidentemente, se hacia la ofendida, como si Antonio, al ir a esperarla a su casa, le hubiera faltado al respeto y, ademas, ya se sabe: la tactica mejor, cuando no se tiene razon, es la de mostrarse ofendido. Como es logico, el hecho de que Laide no le hubiese llamado aun le daba inquietud. Era evidente que se trataba solo de una discusion, en la conciencia de el la idea de que se tratara de una autentica ruptura no habia asomado ni siquiera como hipotesis. ?Y, si, en cambio, ella se hubiese tomado en serio la carta de Antonio, si hubiera reconocido que habia tirado excesivamente de la cuerda, si se hubiese convencido de que Antonio, aunque debil, aunque enamorado, no podia hacer otra cosa que plantarla? ?Y quien le decia, en el fondo, que Laide tuviera miedo? Tal vez ya le importara el un pepino. Cuentos: ?donde iba a encontrar medio millon al mes?

Espero tres dias. Empezo a sentirse mal, seguia segurisimo de que ella daria senales de vida: no ya que se disculpara y se mostrase arrepentida, sino que reapareceria con su aire de golfilla, como si nada hubiera pasado, reapareceria, desde luego, nada hay mejor para que las mujeres vengan a buscarte que cortar y mostrar indiferencia, pero era extrano, aunque ahora estaba bastante bien provista de dinero gracias a una herencia de medio millon que le habia dejado su madre, la liquidacion de la empresa en la que su madre trabajaba, que habia recibido en los ultimos dias.

Espero cuatro dias. Ahora en la oficina el trino del telefono todas las veces le hundia un venablo electrizado en medio de la espalda y la sacudida se propagaba y lo dejaba sin respiracion.

'Si', pensaba el, 'con todo el dinero de que ahora dispone resistira mucho tiempo'. De tan segura como estaba de tenerlo siempre a sus ordenes, estaria riendose, seguro, al pensar en los sufrimientos de el, a cualquier hora de la noche se despertaria y se diria: 'Ese en este preciso instante esta pensando en mi'.

'?Que satisfaccion debe de ser para ella! A saber como estara restregandose las manos y acaso carcajeandose con sus amigas. No, tal vez eso no, porque la unica amiga a la que frecuenta es Fausta y sabe perfectamente la clase de chica extravagante y extrana que es esta y se fia de ella solo hasta cierto punto, pero restregarse las manos, si, diciendo: 'Ese quiere hacerse el ofendido, ?eh? Le voy a ensenar yo: no le telefoneo por lo menos en un mes: total, dinero tengo y asi, al final de mes, me lo encuentro muy modosito a mis pies como un perrito, mas aun que antes. Es la cura conveniente: ?acaso se cree que por esas pocas liras debo estar dia y noche adorandolo? Pero yo tengo veinte anos, necesito respirar, necesito cierta libertad, no quiere meterselo en la cabeza. ?Ah, no? Pues entonces lo voy a hacer volverse loco de celos, ya se lo que se esta imaginando, mi tiito se imagina que paso continuamente de un hombre a otro y se pone palido y enciende un cigarrillo tras otro y acaso por la inquietud vaya en busca de chicas con la esperanza de encontrarles gusto y poder, al menos por unas horas, olvidar a Laide, pero, en realidad, va a ser aun peor para el. Oh, oh, ante todo porque como Laide hay pocas por ahi y despues, suponiendo que encuentre una mas bella, cosa dificil, precisamente su belleza, su cara, su boca, sus piernas, sus tetitas no haran sino recordarle la cara, la boca, las piernas, las tetitas de Laide, que no es que sean mucho mas bellas, pero son unicas en el mundo y precisamente esa cara, esa boca, esas piernas son las que el necesita y todas las demas, aun siendo igualmente bellas, cosa dificil, le dan nauseas incluso''.

Asi reconstruia Antonio los pensamientos de Laide y la odiaba, porque sabia que era del todo cierto, era peor incluso, porque Laide, en sus calcos estrategicos, confiaba en gran medida en sus recursos fisicos y no calibraba lo suficiente lo que era para Antonio su modo de moverse, caminar, hablar, mover la boca, reir, hacer muecas, besar, su deliciosa pronunciacion tan milanesa con aquella extrana erre aristocratica.

Espero cinco dias y ella nada, ya estaba claro que Laide habia decidido jugar fuerte: total, nada tenia que perder; total, aun cuando diera senales de vida al cabo de un mes, no por ello pareceria haberse rendido, sino que seria la reina apiadada que al final concede la gracia tan anhelada al devolver al esclavo impertinente la vida y la luz. Pero, ?y si dentro de un mes, cuando telefoneara, el le colgase el auricular? ?Y si dentro de un mes se le hubiera pasado a el la enfermedad? ?Si dentro de un mes Laide no fuese ya para el sino un recuerdo desagradable? ?Si al cabo de un mes hubiera conocido el a una muchacha igualmente atractiva, pero mas amable, dulce, atenta e incluso mas competente en los juegos amorosos? Sueno maravilloso, pero Antonio sabia hasta que punto se trataba de una utopia, un milagro inverosimil, para el solo podia ser Laide, solo Laide, aunque fuera dentro de un ano, de dos, podia darle la paz.

Espero seis dias. Aquella manana no resistio mas, tenia demasiada necesidad de saber al menos si ella estaba en Milan o si estaba por ahi con alguien, conque rogo a un colega que llamara al numero de Laide para preguntarle por el abogado Romani. Respondio una voz de mujer.

«?Y como era la voz?»

«Era una voz de mujer».

«?Joven?»

«Creo que si».

«?Pronunciaba la erre al estilo milanes?»

«Ah, si, me parece que hablaba, en efecto, con esa erre».

«?Y como era? ?Una voz alegre o depre?»

«No, no me parecio demasiado alegre».

«Pero, ?que dijo exactamente?»

«Nada. 'Se ha equivocado usted de numero'. ?Que mas querias que dijera?»

Asi iba cubriendose cada vez mas de ridiculo, como si aquella historia no se hubiera vuelto ya bastante la comidilla entre sus conocidos. Y despues se consideraba un cretino. ?Menudo si habia adivinado Laide al instante que era una llamada, organizada por el, para tantear el terreno! ?Que triunfo para ella! Saber que Antonio ya no podia mas y no se atrevia a llamar directamente, pero estaba en el limite, la rabia, la inquietud y los celos lo habian dejado groggy, dos o tres dias mas y se arrojaria a sus pies babeando y pidiendo perdon. ?Que idiota! Ahora ella se sentiria aun mas segura, no tendria ya la menor prisa por dar senales de vida, a saber hasta cuando aplazaria tal vez su llamada.

Espero siete dias. Con la esperanza de enterarse de algo fue a casa de la senora Ermelina intentando mostrarse indiferente, le pregunto si tenia alguna chica que estuviera bien para presentarle, pero ella intuyo inmediatamente lo que le ocurria y se apresuro a preguntarle por Laide.

«Ah, hace un tiempo que no la veo. ?Y usted?»

«Nada, desde abril no he vuelto a verla. Le telefonee una vez, queria presentarle a un senor como Dios

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