De nuevo se hizo el silencio.
– ?Han estado observando nuestra imagen? -pregunto Watson pasados unos instantes.
– Hace un rato que no, la verdad. Como ya le comentaba, hemos estado muy ocupados con nuestro propio equipo. ?Por que? ?Que es lo que ocurre?
– Sera mejor que eche un vistazo.
El doctor Chapman se echo hacia atras en la silla y, torciendo el cuello para sortear la mesa que ocupaba su campo de vision, miro la imagen partida de los dos asteroides que ofrecia la gran pantalla. Tardo escasos segundos en apreciar la variacion en la trayectoria, y cuando lo hizo no podia creer lo que veian sus ojos. Chapman se levanto de un salto, auricular en mano, para obtener una mejor perspectiva de la pantalla. Pero ni la mejora en el campo de vision ni el nuevo angulo cambiaron las cosas; y apenas necesito un instante para darse cuenta de lo que ocurria. No podia ser una coincidencia. Era imposible.
Al otro lado de la linea, el doctor Watson solo podia escuchar el sonido de fondo de varias voces masculinas.
– ?Tom! ?Frank! -exclamo Chapman, llamando a sus colegas-. ?Mirad esto! -grito, y senalo hacia el monitor.
Los dos investigadores levantaron la vista hacia el monitor, se giraron hacia la imagen que en ese momento proporcionaba su propio telescopio y volvieron a mirar a Chapman; en sus miradas se leia el mismo interrogante: ?estaba el monitor ofreciendo la imagen de su telescopio? Chapman nego con la cabeza como respuesta. El mas alto de los dos hombres miro hacia un pequeno monitor que indicaba la fuente de la que procedia la imagen; el otro volvio a mirar con asombro la imagen del monitor grande.
– ?Que ocurre? -pregunto el doctor Watson, inquieto ante tan prolongado silencio, pero Chapman no contesto.
– ?No puede ser! -oyo que gritaba el doctor Watson al otro lado del auricular. La exclamacion no hizo sino confirmar sus peores temores.
– ?Han contrastado esto con alguien mas? -pregunto Chapman a Watson con urgencia en la voz-. ?Que hay del Hubble?
– No cuelgue -dijo Watson-. Lo comprobaremos ahora mismo.
Lo cierto era que no hacia falta, porque Kitt Peak estaba perfectamente equipado para verificar lo que ocurria; aun asi, Chapman permanecio al telefono unos cuarenta y cinco segundos y escucho la reaccion de histeria que se producia al otro lado del auricular cuando Watson informo al resto del equipo del Observatorio Dominion de Astrofisica sobre el resultado de la llamada. A continuacion colgo y volvio a sentarse, sin esperar la respuesta de Watson. A su espalda, los periodistas habian traspasado la barrera invisible que debia impedirles interrumpir la labor de los investigadores, y exigian ser informados sobre lo que ocurria. Los otros dos astronomos se apresuraron a telefonear al resto de observatorios, con la esperanza de que alguno les dijera que estaban equivocados, pero no habia error alguno. Y pocos minutos despues pudieron confirmarlo.
El asteroide 2031 KD habia cambiado inexplicablemente de trayectoria y se dirigia peligrosamente hacia la Tierra. Era imposible determinar
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A las 7h 33m 22s hora de Greenwich (GMT), a quinientos diez kilometros de la superficie de la Tierra y justo encima de Tiski, pueblo del norte de Siberia situado en las proximidades del delta del Lena, el asteroide 2031 KD penetro a una velocidad de veintinueve kilometros por segundo (ciento tres mil setecientos kilometros por hora) en la region mas remota de la ionosfera terrestre. El angulo de descenso era tan agudo que recorrio mas de once kilometros en paralelo a la superficie de la Tierra por cada kilometro y medio de caida. Con ese angulo de descenso, la densidad de la atmosfera aumento con relativa lentitud, por lo que la temperatura de la superficie del asteroide fue subiendo a un ritmo de doce grados centigrados por segundo. Este lento pero estable incremento de la resistencia de la atmosfera, mis densa, contra la forma irregular del asteroide, combinado con su peculiar eje de rotacion, hizo que el objeto empezara a tambalearse y dar vueltas.
Ochenta y un segundos despues de atravesar la ionosfera, a una altitud de casi ciento setenta y cuatro mil metros, la friccion de la atmosfera sobrecalento la capa exterior del asteroide, que empezo a brillar. Dieciseis segundos mas tarde penetraba las zonas exteriores de la estratosfera, a noventa y seis kilometros de la superficie terrestre. Casi al mismo tiempo, la temperatura de la corteza del asteroide alcanzo mil quinientos veintisiete grados centigrados, punto de fusion de la aleacion de niquel y hierro que componia la mayor parte de su masa, cuyos giros eran ya freneticos. Llegado este punto, comenzaron a desprenderse del coloso de veinte kilometros de ancho millones de diminutos fragmentos de ablacion de metal fundido, dejando una estela metalica de niquel- hierro al rojo vivo que, combinada con la friccion del asteroide, sobrecalentaba la atmosfera circundante.
De haber sido mas esferico, el asteroide habria conservado la misma trayectoria que llevaba al penetrar en la atmosfera. Lo que le habria llevado a pasar a cuarenta y seis kilometros de la superficie terrestre sobre el norte de Canada y, sin llegar jamas a colisionar con la Tierra, habria continuado su curso durante seis minutos y medio hasta regresar al espacio. Asi habia ocurrido en agosto de 1972, cuando un meteoro de tamano considerable habia atravesado la atmosfera sobre el oeste de Estados Unidos y Canada. Pero en esta ocasion, las condiciones eran diferentes dada la forma irregular del asteroide. En su avance por un aire mas y mas denso, el asteroide soportaba sobre el el empuje cada vez mayor de dos fuerzas opuestas, inercia y resistencia. De la misma manera que el diseno del ala de un avion permite que este se eleve, la forma y el movimiento del asteroide se combinaban para lanzarlo en la direccion opuesta, es decir, contra el suelo. De momento ganaba la inercia, pero la resistencia ya habia hecho que el asteroide descendiera varios kilometros, y a cada kilometro que descendia el aire se hacia mas espeso y la resistencia mayor.
Seria poco riguroso afirmar que el asteroide estaba cayendo; la gravedad de la Tierra apenas ejercia influencia alguna en su rumbo. La velocidad al entrar en la atmosfera era mas de dos veces y media superior a la necesaria para escapar a la fuerza de la gravedad de la Tierra, y ahora, esa velocidad habia disminuido relativamente poco, solo 0,9 kilometros por segundo. No obstante, habia otros factores que
Escasos segundos despues, sobre el mar de Beaufort, al norte de bahia Mackenzie en los Territorios del Noroeste de Canada, el asteroide alcanzo un punto critico en su aproximacion. Segun las leyes fisicas cualquier onda de choque generada a una altitud superior a cincuenta y nueve mil metros no alcanza el nivel del suelo, ya que rebota en la zona inferior de la atmosfera, de mayor densidad. En esta ocasion, sin embargo, ciento once segundos despues de penetrar en la atmosfera y mientras el asteroide rebasaba los cincuenta y nueve mil metros de altitud, una onda de choque de la potencia del mas devastador de los terremotos resquebrajo el cielo candente.
Mas abajo, cerca de Kay Point, al sur de la isla Herschel, los varones de media docena de familias esquimales inuit rastreaban pacientemente la bahia desde sus barcas -unos arpon en mano, otros con rifles de gran calibre-, a la espera de que el sucio lomo blanco y gris de alguna ballena beluga asomara a la superficie. Eran las once treinta y cinco de la noche, pero poco importaba lo avanzado de la hora, tan al norte y en esta epoca del ano, en