abierto de tres kilometros de diametro entre superficie y el fondo. La tripulacion de un petrolero que navegaba a menos de dos kilometros del punto de impacto penso que el asteroide se estrellaria contra ellos, pero cuando la embarcacion fue engullida por el abismo, no les quedo duda alguna sobre cual iba a ser la causa exacta de su muerte.

El asteroide choco contra el fondo marino con una potencia equivalente a noventa mil megatones (noventa mil millones de toneladas de TNT), o nueve veces la potencia de destruccion total de la suma del armamento nuclear mundial en el punto algido de la guerra fria, o cuatro millones y medio de veces la potencia de la bomba atomica de Hiroshima. En el nucleo del impacto, a una temperatura tres veces superior a la de la superficie solar, se vaporizaron la arena y la roca con las que entro en contacto el asteroide, y en un radio de veintidos kilometros, el agua del mar rompio a hervir violentamente y lleno el aire de un vapor abrasador que escaldo, como a langostas en una olla, a los ciento cincuenta y siete hombres que componian la tripulacion de la fragata de la Armada japonesa.

Abriendose paso como una bala en un pedazo de madera blanda, el asteroide creo un crater gigantesco de treinta y cinco kilometros de diametro y diecinueve mil metros de profundidad. De haber impactado en seco o en aguas menos profundas, la metralla habria llenado la atmosfera y formado un oscuro manto de polvo sobre la totalidad del planeta. En pocas semanas, dicho manto habria acabado con toda o casi toda la vida en la Tierra. Al caer, no obstante, en una de las zonas mas profundas del oceano, en aguas de mas de cinco mil seiscientos metros de profundidad, solo fue expulsado sobre la superficie del oceano aproximadamente el dos por ciento o noventa y seis mil millones de toneladas de desechos. De estos, la vasta mayoria se componia de grandes fragmentos de hierro y tectitas gigantescas, que volvieron a caer sobre la Tierra en un radio de dos mil quinientos setenta y cuatro kilometros. Solo un porcentaje minimo del material era lo suficientemente pequeno para permanecer suspendido en el aire.

Aunque la resistencia del agua evito que la mayor parte de los fragmentos pequenos saliera a la superficie y contaminara de polvo la atmosfera, el mar, en cambio, se llevo la peor parte y mas de 3,8 billones de toneladas de desechos lo suficientemente pequenos como para quedar suspendidos en las corrientes oceanicas -entre ellos mas de setecientos veinte mil millones de toneladas de particulas de hierro del asteroide- fueron arrastrados por el oceano por las olas gigantes nacidas como consecuencia del impacto.

En el fondo marino, la fuerza del impacto inicial y la consiguiente fractura del manto terrestre produjeron terremotos a gran escala que pudieron sentirse a miles de kilometros en todo el Cinturon Circumpacifico y en las placas tectonicas euroasiatica, de las Filipinas y de las Fiji. En tierra firme, decenas de miles de personas morian aplastadas bajo los escombros de los edificios derrumbados, y en el mar, los temblores produjeron, a cientos de kilometros de distancia, nuevas olas gigantes que se convertirian en un pequeno adelanto de las producidas directamente por el impacto.

En la bahia de Wangpan Yang, al sur de Shanghai, en China, el Pacifico empezo de repente y sin previo aviso a retroceder a increible velocidad hacia mar abierto, arrastrando consigo practicamente todo lo que flotaba en el agua que no estuviese firmemente atado o anclado. Con un aterrador estruendo de siseos, sorbetones y gorgoteos, las aguas que banaban la costa hasta la desembocadura del rio Fuchun fueron drenadas en menos de cinco minutos, dejando en seco miles de hectareas de fondo marino. En Wangpan Yang, barcos y cargueros bien anclados de todos los tamanos quedaron varados en el fondo. Salvo las de casco plano, las embarcaciones habian volcado y yacian recostadas sobre un lado, y las tripulaciones habian tenido que descolgarse de cubierta y abrirse paso entre las criaturas marinas que las aguas, en su retirada, habian dejado varadas. En la orilla, la gente, estupefacta ante el espectaculo que ofrecian los peces y el botin de algun que otro naufragio largamente olvidado, se lanzo rauda a aprovechar lo que a todas luces se les presentaba como un regalo de la naturaleza, ignorando que lo que ahora se les daba les seria reclamado con igual prontitud, junto con sus vidas.

En la boca de la bahia, los tripulantes de los barcos que la marea arrastraba mar adentro se aferraban aterrados a cubierta mientras contemplaban con impotencia como sus embarcaciones, grandes y pequenas, eran succionadas hacia el turbulento seno de muerte de la ola que, como una imponente montana espumeante de sesenta y siete metros de alto, se aproximaba a ellos.

Escasos minutos despues se repetia lo mismo en todas las bahias y en la desembocadura de todos los rios importantes de la costa asiatica, y las aguas del Pacifico se adentraban en China hasta tres kilometros tierra adentro. A lo largo del rio Yangtse, las inundaciones llegaron hasta Nanjing.

Las regiones costeras y las ciudades de Taiwan quedaron sumergidas bajo las aguas, un desastre que se saldo con cuatro millones de muertes e incalculables perdidas economicas.

Aunque gigantescas, aquellas primeras olas no eran sino la palida sombra de las que estaban por llegar. A dos o tres horas de alli, segun el punto geografico de referencia en la costa asiatica, se origino en el punto de impacto del asteroide una cadena de olas que, como ondas, se expandio hacia afuera formando anillos que avanzaban por el oceano a mas de setecientos veinticuatro kilometros por hora; olas tan grandes que, a su lado, la que habia arrasado la bahia de Wangpan Yang no era mas que una pequena onda. Cientos de millones de vidas en las islas Ryukyu, en Okinawa, Filipinas, Malasia, Indonesia, las Marianas Septentrionales y Guam; en las islas Sunda, las Palau, en Micronesia, las Carolinas, las Salomon, las Marshall, las Santa Cruz, las Gilbert y las islas Phoenix; en Nueva Zelanda y en las islas Cook, y muchos cientos mas se encontraban indefensas en la trayectoria de las gigantescas olas asesinas.

En Siberia, Corea, China y Vietnam, los que en tierra habian sobrevivido a los terremotos y al primer tsunami huian como podian hacia el interior en busca de zonas elevadas. Los barcos amarrados que las primeras olas no habian logrado echar a pique y que pudieron reunir en tan breve espacio de tiempo a la tripulacion suficiente levaron anclas y se adentraron en el mar, con la esperanza de alcanzar aguas profundas antes de que el tamano de las olas fuera insalvable. Pero sus esfuerzos resultaron inutiles. Cuando la cadena de olas empezo a remontar la plataforma continental asiatica, la ola en cabeza alcanzaba ya cincuenta y cinco metros de alto; para cuando se encontraron a veinte millas de la costa, esa misma ola habia superado los trescientos noventa y seis metros. Las embarcaciones que habian abandonado el puerto buscando refugiarse en aguas mas profundas descubrieron que navegaban hacia una muerte segura tan pronto divisaron la pared de agua que avanzaba veloz a su encuentro y a la que ninguna nave podia sobrevivir. Enseguida, barcos de todas las formas y tamanos fueron arrasados y engullidos como barcos de papel por olas como leviatanes.

* * *

A lo largo y ancho de la cuenca del Pacifico, se repitieron en todos los paises escenas similares, algunas protagonizadas por olas de hasta ochocientos cincuenta metros en el momento de alcanzar el litoral. La Armada china y la japonesa quedaron reducidas a poco mas que media docena de embarcaciones cada una. Miles de cargueros procedentes de y con destino a Japon, China y otros paises e islas de la cuenca del Pacifico; mas de cien superpetroleros con los tanques repletos y otros que regresaban de vacio; millones de barcos pesqueros comerciales, y un numero incalculable de pequenas embarcaciones, y sus tripulantes, fueron presa de las inclementes olas.

Una hora despues, el frente de olas alcanzo Nueva Guinea, cuya situacion en plena trayectoria entre el punto de impacto y Australia hizo que recibiera de lleno el embate de las olas reduciendo considerablemente su efecto devastador en la isla continente situada al sur.

Dado su origen volcanico, las islas de Hawai contaban con no pocas zonas elevadas, y con ocho horas de aviso para escapar de las olas gigantes, la mayoria de islenos cargaron sus coches, camiones, camionetas o carros con tantos enseres como pudieron y partieron hacia el cono volcanico inactivo mas cercano en busca de refugio. Al no estar las islas rodeadas por una plataforma, como ocurre en los continentes, las olas no alcanzaron la increible altura de las de la costa asiatica. Pero no por ello dejaron de ofrecer un espectaculo aterrador a los islenos, que desde lo alto de las montanas pudieron contemplar como una sucesion de paredes de agua de noventa metros de alto, que se desplazaban a seiscientos cuarenta kilometros por hora, arrasaban el paisaje, dejando atras extensiones de roca desnuda.

Al borde de la caldera del Kilauea, los investigadores del Observatorio Vulcanologico de Hawai estaban inmersos en un problema muy diferente. Entre el alud de datos sismologicos y de telemetrias de satelite, el grupo de cientificos dirigido por el doctor Jules Lewis supervisaba los tremendos efectos que el asteroide 2031 KE habia producido al fracturar el manto terrestre. En la region conocida como el «Cinturon de Fuego», que rodea al

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